lunes, 16 de marzo de 2009

BLAISE PASCAL: “EL GRAN APOLOGETA”


BLAISE PASCAL: “EL GRAN APOLOGETA”


I. Introducción

He querido que el título de mi trabajo se llame “Pascal el gran apologeta”, porque toda su vida demostró pasión por enseñar lo que había descubierto, y defender lo que sabía que era cierto. Y esto, no era sólo en el ámbito filosófico, humano, sino hasta en la ciencia, que también fue un erudito.

Este trabajo es una síntesis de toda su obra literaria. Una obra marcada por una gran esperanza en hacer descubrir en cada uno de sus lectores, las verdades que ellos y todos los hombres necesitamos saber. Una pasión que lo lleva a persuadir, (algo que en su ciencia no hace) hasta dejar a su “víctima” con las manos amarradas, los ojos vendados, su psiquis y voluntad sin otra opción que aceptar al Creador.


A lo largo de todo su trabajo se notará un orden lógico, un orden fenomenológico muy parecido al de Husserl de siglos después. Pascal no pudo terminar su apología cristiana, pero sí, dejó las pautas, las bases, en todos sus discursos, y me he tomado la molestia de ordenarlo con ayuda de los estudios posteriores de su filosofía.

Debido a la facilidad para comprender sus obras, su fácil lectura, mi trabajo tiene una gran cantidad de citas textuales sacadas de sus propios escritos, porque la verdad, es que él lo explica mejor que cualquiera de sus comentaristas.

II. Biografía

Blaise o Blas Pascal fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado una de las mentes privilegiadas de la historia intelectual de Occidente. Nació en Clermont-Ferrand el 19 de junio de 1623, pero, poco después su familia se estableció en París. Bajo la tutela de su padre, Pascal pronto se manifestó como un prodigio en matemáticas y física. Pascal desde su niñez padeció de muchos dolores físicos, sus familiares cuentan que se quejaba bastante de ellos, incluso, hay una historia[1] que habla que el pequeño Pascal fue hechizado, y a causa de ello su vida fue un tormento. Pero también fue injuriado, calumniado y motivo de burlas como la de Descartes, cuando le dice “ese niño tiene mucho vacío en la cabeza”, en una reunión de física en París. Vivió la muerte de sus padres y la de su hermana, momentos cruciales para su vida. Algunos historiadores las llaman “Las conversiones” de Pascal. Éste renuncia a la vida mundana y entra en la comunidad Jansenista[2] de Port Royal, donde llevó una vida rigurosamente ascética hasta su muerte, a los 39 años de edad, que ocurre luego de recibir en un éxtasis de alegría el Sagrado Viático, que había solicitado varias veces, exclamando medio incorporado en su lecho: “¡Dios nunca me abandone!”.

Durante su estadía en el convento practicó mortificaciones, llevó un cinturón de púas que le inculcó el mayor desprecio de la vanidad. Escribió el “Misterio de Jesús”, memorial sublime de sus transportes de fe y amor, y se ocupó en reunir materiales para una gran obra apologética de la que hablaré más adelante.

En 1656 escribió sus 18 Cartas Provinciales (un clásico de la literatura de la ironía), en las que ataca a los Jesuitas por sus intentos de reconciliar el naturalismo[3] del siglo XVI con el catolicismo ortodoxo. En sus escritos Apología de la religión cristiana y Pensamientos sobre la religión y sobre otros temas Pascal defiende la aceptación de un modo de vida cristiano, y como buen matemático aplica frecuentemente el cálculo de probabilidades. Argumentaba: “El valor de la felicidad eterna es infinito y que, aunque la probabilidad de obtener dicha felicidad por la religión pueda ser pequeña, es infinitamente mayor que siguiendo cualquier otra conducta o creencia humana”.

Pascal creía que el progreso humano se estimulaba con la acumulación de los descubrimientos científicos. Y él fue en este caso, un gran altruista. Entre sus inventos se destaca:

· Formuló (a sus16 años) los teoremas básicos de la geometría proyectiva, conocido como el teorema de Pascal.
· La primera máquina de calcular mecánica.
· Demostró mediante un experimento el aumento o disminución de la presión atmosférica circundante.
· Formuló la teoría matemática de la probabilidad, que ha llegado a ser de gran importancia en estadísticas actuariales, matemáticas y sociales, así como un elemento fundamental en los cálculos de la física teórica moderna.
· La deducción del llamado “principio de Pascal”, que establece que los líquidos transmiten presiones con la misma intensidad en todas las direcciones y sus investigaciones sobre las cantidades infinitesimales.

En síntesis: “Pascal fue uno de los más eminentes matemáticos y físicos de su época y uno de los más grandes escritores místicos de la literatura cristiana. Sus trabajos religiosos se caracterizan por su especulación sobre materias que sobrepasan la comprensión humana. El estilo de la prosa de Pascal es famoso por su originalidad y, en particular, por su total falta de artificio. Sus lectores pueden comprobar el uso de la lógica y la apasionada fuerza de su dialéctica”.[4]

III. Apologética de Blaise Pascal

En Los pensamientos (su obra apologeta), Pascal no se dirige a los creyentes, sino a los libertinos y ateos. Sabía lo poco que les impresionaban los argumentos racionales de una filosofía. Por eso busca otra táctica, más conforme al espíritu de su tiempo y más al alcance de sus propios recursos. Él se dirige al entendimiento, a la adivinación, al oportunismo y hasta al interés, que considera más aptos para persuadir. No usa conceptos abstractos ni de los principios puros, sino siempre de los hechos. Él guía al ateo libertino desde el conocimiento de sí mismo y de su propia miseria hasta hacerle sentir la necesidad psicológica de Dios.

Su táctica consiste en examinar primeramente los hechos, los cuales nos ponen delante de un problema. Para resolverlo no queda más remedio que proponer una hipótesis, la cual será la existencia de Dios y, más en concreto, la de la Iglesia católica, fundada por Dios, cuya doctrina será la solución de todas las dificultades. “Es preciso, pues que ella nos dé razón de estas desconcertantes contrariedades”.

Pero me pregunto, Pascal como un buen físico, matemático, ¿qué opinaba de las ciencias?

1. Las ciencias

Donde domina la razón hay y debe haber avance: la inteligencia tiene toda la libertad de expandirse. Su inagotable profundidad se muestra continuamente productiva, y sus hallazgos al mismo tiempo pueden carecer de fin y ser ininterrumpidos. La geometría, la aritmética, la música, la física, la medicina, la arquitectura y todas las ciencias que dependen de la experiencia y del razonamiento deben desarrollarse, en opinión de Pascal, pero hay una frontera entre el saber científico y fe religiosa. Las verdades teológicas y las que se obtienen con el razonamiento y la experiencia son, por lo tanto distintas entre sí: eternas, las primeras y graduales, las segundas; aquellos, dones de Dios, mientras que estas, fruto de la actividad humana; comprobables en los textos sagrados las primeras y resultado las segundas del ingenio humano, las pruebas racionales y los experimentos. El saber científico es autónomo y distinto de las verdades propias de fe: estas entre otras cosas son inmutables, mientras que las verdades científicas están y deben estar en expansión. La fe es diferente de la demostración; esta es humana, aquella es un don de Dios.

“Determinar las diferencias que se dan entre verdades de fe y verdades científicas debe hacernos compadecer la ceguera de quienes, en las ciencias físicas, aducen la sola autoridad como prueba. En lugar del razonamiento y las experiencias, debemos horrorizarnos ante la malicia de aquellos otros que en la Teología únicamente emplean el razonamiento, en el lugar de la autoridad de la sagrada escritura y de los Padres”.

¿Qué hay que hacer para que nuestras demostraciones sean convincentes? Pascal, responde que nuestras demostraciones podrán convencer únicamente si respetan el método de la geometría. A decir verdad, también este método posee limitaciones. Un método todavía más eminente y perfecto que, sin embargo, resulta imposible de practicar debería consistir en dos cosas principales: una, no utilizar ningún termino cuyo sentido no se haya explicado antes con claridad; la otra, no enunciar jamás una preposición que no se haya demostrado a través de verdades previamente conocidas: lo cual significa, en resumen, definir todos los términos y comprobar todas las proposiciones. Ahora bien, Pascal comenta que este método sería algo magnifico, pero es imposible, sin embargo, si es posible con otro método inferior.

Se trata del método de la geometría: no lo define todo ni lo comprueba todo, y en esto es inferior a aquel, pero únicamente supone cosas claras y constantes para la luz natural, y por ello es perfectamente verdadero, al estar sostenido por la naturaleza, a falta de la demostración. Se trata pues, de utilizar como premisas de nuestras demostraciones si se quiere que estas sean convincentes verdades evidentes para todos.

El orden o método geométrico, él más perfecto para los hombres, no consiste en definir o demostrar todo, y tampoco en no definir nada o no demostrar nada. Si no en mantenerse en el justo medio de no definir las cosas claras y que comprendan todos los hombres y definir todas las demás, y no probar todas las cosas conocidas por los hombres y probar todas las demás. Contra este orden pecan tanto los que tratan de definirlo y probarlo todo, como los que no lo hacen en aquellas cosas que no son evidentes por sí mismas. Este es el procedimiento que indica el método geométrico, donde no se definen cosas como el espacio, el tiempo, el movimiento, él numero, la igualdad, el crecimiento, la disminución y muchas otras cosas semejantes, porque estos términos designan de un modo tan natural las cosas que significan a aquellos que entienden el lenguaje, que la aclaración que se pretenda dar provocaría mas oscuridad que esclarecimiento. La naturaleza ha suplido la imposibilidad de definirlo todo y demostrarlo todo, concediéndonos de algunas cosas una inteligencia más clara que la que el arte nos procura con nuestras explicaciones. En tales circunstancias, la geometría cuando llega a las primeras verdades conocidas se detiene y pide que estas sean aceptadas, basándose en que no posee nada más claro que le permita probarlas: así, todo lo que propone la geometría esta perfectamente demostrado por la luz natural o por una prueba. La luz natural otorga certidumbre: “¿Qué hay más evidente que esta verdad: un numero, cualquiera que sea, puede siempre aumentarse?”

Existen pues, verdades a nuestro alcance, verdades naturales conocidas por todos, como por ejemplo que él todo es más grande que una de sus partes, las cuales una vez admitidas brindan de manera infalible conclusiones convincentes. De lo que acabamos de decir, se deduce que el método ideal que lleva a la práctica el arte de persuadir consta de tres partes esenciales:

· Definir, mediante definiciones, claras, los términos de los cuales nos vamos a servir.
· Proponer principios o axiomas evidentes como fundamento de la prueba.
· Substituir mentalmente, en la demostración, los términos definidos por las definiciones.

A criterio de Pascal, estas tres partes esenciales hay que explicitarlas a través de un conjunto de reglas que respectivamente, hagan referencia a las definiciones, los axiomas y las demostraciones.

Esprit de Geometrie y Esprit de Finesse

Pascal es de la opinión de que una mente alerta y atenta, no obcecada por deseos y pasiones, se halla en condiciones de intuir. En esto reside el esprit de finesse que cada vez adquirirá más peso en el pensamiento posterior de Pascal y que permite a diferencia del esprit de geometría captar la riqueza y la profundidad de la vida. El sprit de geometrie como leemos en los pensamientos se refiere a los principios que, por así decirlo son palpables y sería necesario que se tuviese una mente completamente falseada para razonar erróneamente sobre principios tan elementales que resulta casi imposible ignorarlos. No obstante, en la mentalidad intuitiva, los principios pertenecen al uso común y están a la vista de todos. Lo único que hay que hacer es prestarles atención, sin hacerse violencia basta solo con una buena vista, pero que sea buena de verdad; porque los principios son tan tenues y tan numerosos que es casi imposible que no escape alguno. Ahora bien, la omisión de un principio conduce al error, por eso, hay que tener la vista muy clara para ver todos los principios y tener además una mente equilibrada para no razonar con falsedad sobre principios conocidos

Pascal, además de los objetos netos y tangibles de la geometría descubre las cosas del sentimiento, de finesse, cuyo conocimiento no se enseña sino que se experimenta. Se trata en opinión de Pascal de cosas tan delicadas y tan numerosas que se refiere un olfato muy refinado y preciso para captarlas, y para juzgarlas de manera recta y justa de acuerdo con lo que ellas experimentamos, sin que podamos en muchas ocasiones demostrarlas metódicamente, como se hacen en geometría. No obstante, las premisas ciertas de los geómetras son toscas: en última instancia, no logran captar las facetas más ricas e interesantes de la realidad y de la vida. Hace falta, por lo tanto, esprit de finesse. Pero el sprit de finesse posee, según Pascal, un notable valor normativo, también el es un ideal regulador. A menudo el hombre tiende a engañarse a rechazar la verdad, a convivir con el error y a confiar en la mentira. En el hombre se da la enfermedad natural de creer que posee directamente la verdad, y de esto se deriva el que siempre este dispuesto a negar lo que le resulta incomprensible. Más aun, todos los hombres se ven casi siempre llevados a creer, no por vía demostrativa, sino por vía de agrado. En los pensamientos, Pascal añade: “el hombre es un ser lleno de error: error natural e ineliminable sin la gracia. Nada le muestra la verdad. Todo lo engaña. Estos dos principios de verdad, la razón y los sentidos, no sólo carecen de sinceridad sino que se engañan mutuamente. Los sentidos engañan la razón, lo reciben a su vez de esta, que se venga de este modo. Las pasiones del alma turban y producen en ellos impresiones falsas. Mienten y se engañan recíprocamente”.

En conclusión Pascal dice: “Las ciencias tienen dos extremos que se tocan. La primera es la pura ignorancia natural, en que se encuentran todos los hombres al nacer. El otro es aquel a donde llegan las grandes almas, que, habiendo recorrido todo en cuanto los hombres pueden saber, encuentran que no saben nada, y vuelven con aquella ignorancia de donde habían partido; pero es una ignorancia sabia, que se reconoce a sí misma”.

2. La naturaleza humana

Pascal como continuación de su apología recurre al drama de la naturaleza humana, el hombre entero, con sus sentimientos, su imaginación, sus pasiones, su razón, sus errores, temores y esperanzas. Se trata de disponerlo a humillarse, reconociendo su miseria y su necesidad de Dios, para moverle a pedir su gracia. Para ello Pascal se detiene en un análisis de la naturaleza humana, describiéndola tal como es en su estado actual, para hacer sentir la miseria del hombre sin Dios. Acumula las tintas más sombrías para pintarlo como un caos de elementos discordantes y contradictorios, en que luchan las pasiones y la razón, la debilidad de su voluntad y la conciencia de su debe. Un amasijo incoherente y absurdo, juguete de las pasiones y de la fuerza de la imaginación, un abismo de contradicciones, un enigma viviente, un monstruo incomprensible, una naturaleza degradada, corrompida, impotente, cuya sola contemplación llena de espantos.

Con influencias de Montaigne[5] y La Rochefoucauld, dice “En el mundo no hay más que concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida”. “La fuente de nuestras acciones son las concupiscencias de la carne y la fuerza: las concupiscencias hace las voluntarias; la fuerza las involuntarias”. No hay amistad. “Todos los hombres se odian naturalmente unos a otros”. La realidad es que “el hombre no es más que un sujeto lleno de error, natural e imborrable sin la gracia. Nada le muestra la verdad. Todo le engaña; los dos principios de verdades, la razón y los sentidos, aparte de que carecen de sinceridad, se engañan recíprocamente”.

La naturaleza humana es: “Una nada, con respecto al infinito, un todo con respecto a la nada, un algo intermedio entre la nada y el todo. Infinitamente alejado de abarcar los extremos el fin de las cosas y su principio se hallan ocultos de manera invencible ante él, en un secreto impenetrable. De igual modo, es incapaz de ver la nada de la que fue sacado y el infinito por el que ha sido engullido. Es nuestra autentica condición, que nos hace incapaces de saber con certeza y de ignorar de forma absoluta. Navegamos en un vasto mar, siempre inseguros e inestables, arrojados de un extremo a otro. Tal es la condición humana: el hombre es un ser inestable e incierto, no es un ángel ni bestia”.

Con forme a su táctica, después de hacer resaltar la miseria del hombre, Pascal se fija en sus grandezas. “Es peligroso hacerle ver demasiado al hombre cómo es igual a las bestias sino, se le muestra su grandeza; más peligroso hacerle ver su grandeza sin su bajeza, y más peligroso aún dejarle ignorar la una y la otra. Pero es muy provechoso representarles ambas”.

“La grandeza del hombre es tan visible, que se deduce de su misma miseria”. La grandeza del hombre consiste ante todo en su pensamiento, concepto en que Pascal, como Descartes, hace entrar toda la actividad del alma: sentimientos, deseos, conciencia, amor y voluntad. “El hombre está visiblemente hecho para pensar; ésta es su dignidad y todo su mérito; y todo su deber consiste en pensar como s debe”. “El hombre no es más que una caña, la más vil de la naturaleza, pero es una caña que piensa”. Es con este como debemos ennoblecernos, y no con el espacio y el tiempo que podamos ocupar, procuremos, pues, pensar correctamente: tal es el principio de la moral.

Este es el realismo trágico de Pascal: el hombre esta fabricado de grandeza y de miseria, y por si solo con sus solas fuerzas lo único que logrará comprender es que es un monstruo incomprensible; por si solo no logrará, crear valores que tengan validez y no encontrara un sentido estable y autentico para su existencia. No obstante, comenta Pascal, es bueno cansarse y fatigarse en la inútil búsqueda del verdadero bien, para tender los brazos hacia el liberador.

Su prepósito es poner de manifiesto que la naturaleza humana creada por Dios era buena, pero quedó corrompida por completo por el pecado, corrupción que lleva consigo la de todas las facultades y potencia del hombre tanto morales como intelectuales. El objeto de Pascal no es sólo revelar al hombre su contradicción interna, ponerlo en contraste ante su propia conciencia, sino, elevarlo, levantarlo, hacerle que se remonte a Dios. Del drama íntimo de la propia contradicción brota un sentimiento de duda, de angustia, de vacío interior, que provoca la esperanza y dispone para la fe. "Un abismo infinito no puede llenarse más que con un objeto infinito e inmutable, es decir por Dios mismo".

“Conoce, pues soberbio, qué paradoja eres ante tu mismo. Humíllate, razón impotente. Cállate; razón imbécil. Aprende que el hombre excede infinitamente al hombre y escucha de tu maestro, tu verdadera condición, que tú ignoras. ¡Escucha a Dios!”.

El Divertissement o diversión (otra traducción es distracción)

El hombre es una criatura constitutivamente miserable. No sabe en que lugar colocarse. Se halla visiblemente extraviado y cayó desde su lugar auténtico, sin poder volver a él. Lo busca con inquietud por todas partes, sin ningún éxito, entre tinieblas impenetrables. Ahora bien, la lucidez sobre esta miseria ontológica del ser humano hace que Pascal se ponga de rodillas e invoque aquel sentido de la vida que el hombre por si sólo no logra establecer. Según Pascal, las miserias de la vida humana se hallan en la base de todo esto; apenas los hombres se dan cuenta de ello, eligen la diversión; al no poder curar la muerte, la miseria, la ignorancia, han decidido no pensar en ello para ser felices. La diversión es una fuga ante la vision lucida y responsable de la miseria humana. Es aturdimiento, lo único que nos consuela de nuestras miserias es la diversión, y sin embargo, esta es, entre nuestras miserias, la mayor. Ella es la que nos impide principalmente pensar en nosotros y nos lleva inadvertidamente a la perdición. Sin ella, nos sentiríamos aburridos y dicho aburrimiento nos empujaría a buscar un medio mas sólido para salir de el. Pero la diversión nos entretiene y nos hace llegar a la muerte de manera inadvertida.

Siempre se vive atareado o dedicado a la diversión, por miedo a permanecer consigo mismo, a mirarse a si mismo. Se tiene miedo a la propia miseria. Pascal escribe: “dejad completamente sólo a un rey, sin ninguna satisfacción de los sentidos, sin ninguna preocupación en la mente, sin compañía, dejad que piense en si mismo, a su gusto y enseguida os daréis cuenta de que un rey sin diversiones no es mas que un hombre lleno de miserias”.

Todos tratamos de divertirnos, distraernos, apartar nuestra mirada de lo que somos de veras y de lo que constituye nuestra mas autentica profundidad. Hacemos esto porque no soportamos nuestra miseria y nuestra infelicidad. Salomón y Job señalan Pascal son los únicos que mejor conocieron y mejor hablaron de la miseria del hombre: el primero era el mas feliz, y el segundo el mas infeliz; El primero conocía por experiencia la vanidad de los placeres, y el segundo, la realidad de los males.

La realidad consiste pues, en que somos míseros e infelices. Esto puede probarse afirmando que si nuestro estado fuese de veras feliz, no haría falta apartar el pensamiento de el para conseguir la felicidad. Justamente esto es lo que hacemos: sumergirnos en la distracción y la diversión para no quedarnos solos, cara a cara con nuestro propio “yo” y nuestra miseria. La diversión es una huida de nosotros mismos, una huida de nuestra miseria. No obstante, se trata de la mayor de nuestras miserias, porque nos prohíbe contemplarnos a nosotros mismos levantar acta de nuestro estado de indigencia esencial. Así, nos prohíbe buscar y emprender el único camino que podría salvarnos del abismo de nuestra miseria. La diversión extravía, desvía de la senda correcta. No es una alternativa digna del ser humano. Y si este se arroja al alboroto y se aturde, renuncia precisamente a su dignidad, renuncia a aquellas verdades a las que el pensamiento puede conducir. El pensamiento lleva a la verdad esencial, que afirma que el hombre es constitutivamente indigente y mísero. Sobre la base de este franco reconocimiento, Pascal construye su apología del cristianismo.


3. La filosofía

El hombre, entre todos los animales es el único que tiene conciencia de lo que le espera y amenaza siempre la muerte. A su vez, el hecho plantea un problema: ¿por qué?, ¿cuál es su causa?; Pascal se dirige en primer lugar a la filosofía, para ver si en ella es posible encontrar solución.

Conoce la escolástica poco más que de oídas, y no por lecturas asiduas y directas. “La naturaleza confunde a los pirrónicos, y la razón confunde a los dogmáticos. ¿En qué pararéis, pues, vosotros los que buscáis por vuestra razón natural cuál es vuestra verdadera condición?”.

No son las pruebas de los filósofos las que demuestran la existencia de Dios: “conocemos la existencia y la naturaleza de lo finito, porque somos finito y extensos como este. Conocemos la existencia de lo infinito e ignoramos su naturaleza, porque posee extensión como nosotros, pero no limites como nosotros. No conocemos ni la existencia ni la naturaleza de Dios, porque carece de extensión y de limites. Nosotros pues, no conocemos ni la existencia ni la naturaleza de Dios. Sin embargo, gracias a la fe conocemos su existencia, y en el estado de gloria conoceremos su naturaleza”.

En tales circunstancias, se comprenderá la activa polémica que mantiene Pascal contra aquellos filósofos que, con fuerzas exclusivamente humanas, pretenden haber hallado a Dios. Pascal se muestra contrario al Dios de los filósofos y de los sabios; se opone al Deísmo; no perdona a Descartes por haber transformado a Dios en un ingeniero que, después de haber puesto en marcha al mundo, se dedico a descansar. El Deísmo, afirma Pascal, esta tan alejado de la religión cristiana como el ateismo, que es exactamente lo opuesto[6]. Por otra parte, no puedo perdonar a Descartes que en toda su filosofía haya querido dejar de lado a Dios pero sin poder evitar hacerle dar un golpecito al mundo para no ponerlo en movimiento; después, ya no sabe que hacer con Dios. Por esto, añade Pascal, Descartes es inútil e inseguro. Inseguro porque su filosofía, autentica novela de la naturaleza, semejante a la historia de don Quijote, no se basa en hechos sino en algunos principios inventado por el y, por lo tanto, sospechosos. Inútil porque en lugar de conducirnos a lo único necesario, se pierde en especulaciones vanas.

“Ni los metafísicos, ni los deístas, ni tampoco Descartes han entendido la miseria humana, y por eso, no han buscado al verdadero Dios, el Dios de los cristianos: el Dios de los cristianos no es un Dios mero autor de las verdades geométricas y el orden de los elementos; esto pensaban los paganos y los epicúreos. No solo es un Dios que ejerce su providencia sobre la vida y los bienes de los hombres, para conceder largos años de felicidad, a quienes lo adoran como pensaban los Judíos. El Dios de los cristianos es un Dios de amor y de consolación, es un Dios que llena el alma y el corazón de quienes lo poseen, es un Dios que hace que cada uno sienta internamente su propia miseria y la infinita misericordia; que se une con lo mas intimo del alma, inundándola de humildad, de alegría, de confianza, de amor y la hace incapaz de tener otro fin que no sea el mismo”.

En tales circunstancias, si el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no es el Dios de los filósofos y de los sabios, entonces, todos los que buscan a Dios fuera de Jesucristo y se detienen en la naturaleza o no hallan ninguna luz que les satisfaga o bien, llegan a crecerse un medio de conocer a Dios y de servirle sin la existencia de un mediador, caerán en el ateismo o en el deísmo, que son dos cosas igualmente detestables para la religión cristiana.

4. El corazón

La conclusión lógica de su alegato, descalificando por completo la razón y la filosofía. Quedaría cerrado el camino para todo desarrollo posterior. Pascal no tiene más remedio, que acudir a una nueva fuente de conocimiento, cuya función consiste en suplir la insuficiencia y las limitaciones de la razón, para penetrar allí donde esta no es capaz de llegar. La razón nos llevaría al escepticismo. Pero la naturaleza reacciona contra la razón y nos impide caer en él. Su impulso es tan eficaz que de hecho no ha habido jamás un verdadero escéptico. Esta nueva facultad es el corazón, que en Pascal equivale a una fuerza impulsiva de la naturaleza, no sólo en lo que tiene de instintiva, sino también en cuanto facultad de conocimiento directo, espontáneo, adivinatorio, cuyo alcance alcanza mucho más que el ámbito de la pura razón.

"Nosotros conocemos la verdad, no sólo por la razón, sino también por el corazón; y de esta última manera es como conocemos los primeros principios, y es inútil que el raciocinio, que no tiene en parte a ellos, trate de combatirlos. Es preciso que la razón se apoye y fundamente todo su discurso sobre estos conocimientos del corazón y del instinto. El corazón siente que en el espacio hay tres dimensiones y que los números son infinitos; y la razón demuestra después que no hay dos números cuadrados de los cuales el uno sea el doble del otro. Los principios se sienten, la proposiciones se concluyen; y todo con certeza, aunque por diferentes caminos. Y es tan inútil y tan ridículo que la razón pida al corazón pruebas de sus primeros principios para sentir a ellos, como lo sería que el corazón pidiera a la razón un sentimiento de todas la proposiciones que ella demuestra, para aceptarlas. Esta impotencia no debe servir más que de humillar a la razón, que querría juzgar de todo, pero no para combatir nuestra certeza, como si para instruirnos no hubiera más que la razón. ¡Pluguiera a Dios que nosotros no tuviéramos jamás necesidad de ella y que conociéramos todo por instinto y por sentimiento! Pero la naturaleza nos ha rehusado este bien; y, por el contrario, no nos ha dado más que muy pocos conocimientos de esta especie. Todos los demás sólo pueden se adquiridos por el raciocinio".

Dios no es percibido por la razón, sino por el corazón. "Por esto aquellos a quienes Dios ha dado la religión por sentimiento del corazón son completamente felices y legítimamente persuadidos". El corazón siente, adivina la existencia de un Dios infinito. El sentimiento puede adivinar a Dios, pero, ¿de qué Dios se trata?. Pascal no se contenta con el ser ideal, conceptual, metafísico, de los filósofos, sino que aspira al Dios real de Abraham, Isaac y Jacob, y, más en concreto con el Dios de Jesucristo.

5. La religión

Pascal cree al igual que la existencia de Dios, que la religión no es demostrable por la razón, ni siquiera en su aspecto puramente natural. La razón solamente adivina que la solución hay que buscarla en algo trascendente, en Dios y en la religión. Pero persiste en su propósito de llevar al incrédulo hasta la religión. Para ello, sin abandonar el procedimiento geométrico, basado en hechos concretos, cambia de medio de demostración, que en este caso serán los hechos históricos.

“La solución del problema del hombre está en la religión. Pero hay muchas religiones. Preciso acudir a la comparación de ellas. Es falsa toda religión que, en su fe no adora a un Dios como principio de todas las cosas y que, en su moral, no ama a un solo Dios como objeto de todas las cosas. Es necesario que la verdadera religión nos enseñe que hay algún gran principio de miseria”.

Pascal siguiendo el procedimiento geométrico de los hechos históricos, hace ahora asistir al incrédulo, ya dispuesto a escuchar dócilmente, a una exposición de la Sagrada Escritura. La conclusión es que los libros Sagrados contienen hechos históricos, cuya verdad esta atestiguada por testigos que se dejan degollar. Pascal sigue examinando los hechos históricos: la sublimidad de la doctrina, la vida de Jesucristo y la historia de la Iglesia, con sus Mártires y sus Santos. Todo ello constituye un conjunto impresionante de razones suficientes para persuadir. Para llegar a creer es necesario la fe, y esta es un don gratuito de Dios, un efecto de la gracia, que no podemos obtener, ni siquiera merecer por nosotros mismos. La fe es un don de Dios, no creáis que decimos que es un don del raciocinio.

El presunto neófito esta ya dispuesto, mediante la acumulación de las razones anteriores, a la sumisión, a la humildad y al abandono total de la voluntad Divina. Siente en su corazón un vació profundo, preparado para recibir la gracia de la fe. Quiere acelerar el proceso de la recepción de la fe, y para esto acude a Descartes. A su teoría mecanicista del cuerpo como maquina. Pues no solo, la aplica a los animales y al cuerpo del hombre, sino que la extiende también al espíritu, convirtiéndola en una especie de mecanicismo psicológico. Por ejemplo: lo que se ha llamado el automatismo de la fe, la repetición mecánica de actos origina la costumbre, y la costumbre es una preparación para la fe. Es preciso, creer con nuestras dos partes: el espíritu por las razones y el autómata, con la costumbre que no le permite ya inclinarse a lo contrario. La razón obra lentamente, mientras que el sentimiento actúa con rapidez y siempre esta dispuesto a obrar. Es preciso, poner nuestra fe en el sentimiento. Por las costumbres exteriores se acostumbra uno a las virtudes interiores.

El procedimiento consiste en que el incrédulo que desea sinceramente buscar la verdad se someta mecánicamente a una serie de actos externos de la religión, como ponerse de rodillas, oír misas, santiguarse con agua bendita, rezar con los labios, etc. De esta manera el cuerpo se va acostumbrando externamente a los actos de religión, y al fin el alma se acostumbrará También y terminara creyendo. “Trabajad pues, no en convenceros por la argumentación de las pruebas de la existencia de Dios, sino por la disminución de vuestras pasiones”.

6. La apuesta

Sí el interlocutor todavía, permanece duro y se resiste a creer. Pascal le ha reservado para el final un argumento decisivo, basado en el cálculo de probabilidades, ante el cual no tendrá más remedio que rendirse. Si no directamente a su punto más sensible, que es el interés. Ha visto muchas veces a su interlocutor en las salas de juego y sabe que va a plantearse un dilema.

El dramatismo y la teatralidad con que Pascal presenta este dilema ha contribuido a atribuírselo como el más característico de su pensamiento. La originalidad de Pascal, se reduce a la forma de expresión. Su intento de apología del cristianismo intrínsecamente minado por un escepticismo antifilosófico, por un pesimismo anticristiano y por una estrechez de conceptos típicamente Jansenistas.

“No podemos demostrar ni llegar a la certeza de que exista Dios. Si podemos apostar y tomar partido, en cuanto que su existencia o su -no-existencia- pueden ser conveniente y provechosa para nuestra felicidad en este mundo o en el otro. Esta felicidad es la que vamos jugarnos a cara o cruz. Podemos ganar o podemos perder. Pero, en virtud del cálculo de probabilidades debemos comparar los riesgos de la ganancia o de la perdida. Apostamos a favor de Dios. Si ganamos lo ganamos todo. Si perdemos no perdemos nada”.

Planteamiento de la apuesta:

- Hay una puesta en juego: La conducta virtuosa de nuestra vida.
- Un posible beneficio: La beatitud del paraíso.
- Una posible pérdida: La renuncia a los placeres mundanos.

Nota: La apuesta es razonable porque el jugador juega un bien finito (la propia vida terrenal) para ganar, si vence el premio que es infinito. El peso se cierra con una interesante observación psicológica; más que por razonamientos, la fe está disputada por los compartimientos exteriores y por las costumbres de vida. Para creer es pues necesario vivir como si se creyese, por lo tanto la fe es también un mecanismo psicológico, y la decisión formal desarrolla una disposición mental a creer.

“No podéis excluir ninguna de las dos. La dedición no se puede excluir ninguna de las dos. Es necesario, tan necesario como el hablar”.

- Hay dos cosas que perder: la verdad y el bien.
- Hay dos cosas a empeñar: nuestra razón y nuestra voluntad, nuestro conocimiento y nuestra beatitud.
- Nuestra naturaleza tiene dos cosas que evitar: el error y la infelicidad.

Vuestra razón no sufre daño por una elección que por la otra, porque ineludiblemente hay que tomar una opción. Si vencéis, lo ganas todo; si perdéis, no ganas nada. Así pues, apostad a que existe sin dudarlo. La posible ganancia supera la pérdida. Lo que la hace ventajoso es la relación entre una ganancia incierta, pero infinita, y una pérdida incierta también, pero finita. Ciertamente estas consideraciones no llevan de por si la fe. Pascal por último pone este caso:

“De acuerdo, pero yo tengo las manos atadas y la boca cerrada; se me obliga a apostar, y no soy libre; no se me da tregua, y mi carácter es tal que no puedo creer, ¿qué queres pues que haga? ”. Pascal responde:

- Una disminución de vuestras pasiones.
- Lo más útil en la fe es encontrarse con un guia espiritual.
- Comportarse como si se creyese resulta útil.

Conclusión

La psicología sirve como fundamento y criterio a la apologética, diversas filosofías resuelven el problema solo en un aspecto, y únicamente el Cristianismo depara la solución completa. Toda la vida de Pascal, así como sus declaraciones en el lecho de muerte, dan testimonio de su propósito de que esta obra fuera provechosa. Su buena fe está fuera de toda duda, pero algunos de sus métodos son más cuestionables.

Es cierto que su método apologético debió ser a la vez riguroso y original; sin duda hizo uso de las pruebas tradicionales – señaladamente, el argumento histórico de las profecías y milagros. Pero contra los adversarios que no admitían la certeza histórica, fue un rasgo de genio producir un argumento enteramente psicológico y, comenzando con el estudio del alma humana, llegar a Dios. El hombre es un “monstruo incomprensible”, dice, “príncipe de grandeza y miseria a un mismo tiempo.” “Ni el dogmatismo[7] ni el pirronismo (doctrina parecida al escepticismo) solucionarán el enigma: uno explica la grandeza del hombre, el otro su miseria; pero ambos no los explica ninguno. Nosotros debemos escuchar a Dios. Sólo el Cristianismo, con su doctrina de la Caída y la Encarnación, da la clave del misterio. Por esto, el Cristianismo es la verdad.

A pesar de su gran esfuerzo apologético Pascal es desacreditado por censurar injustamente a la Sociedad de Jesús, atribuyéndole un afán de reducir el ideal Cristiano y de suavizar la moral en aras de su política; segundo, que desacreditó a la misma casuística[8] al negarse a reconocer su legitimidad, o su necesidad en ciertos casos. Y, sin desearlo o incluso saberlo, Pascal proporcionó argumentos por una parte a los incrédulos y adversarios de la de la Iglesia, y por otra a los partidarios de una moralidad independiente.

Bibliografía

- Pascal, Blaise. Pensamientos I. El hombre sin Dios. Editorial Aguilar. Buenos Aires, Argentina. 1963.

- Pascal, Blaise. Pensamiento II. El hombre con Dios. Editorial Aguilar. Buenos Aires, Argentina. 1963.

- Pascal, Blaise. Opusculos. Editorial Aguilar. Buenos Aires, Argentina. 1963.

- Urdanoz, Teófilo. Historia de la filosofía. Tomo VI. Biblioteca de autores cristianos (BAC). España. 1984.

- Giovanni Reale y Darío Antiseri. Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo II. Editorial HERDER. Barcelona, España. 1925.

- Pascal, Blaise. Atlas universal de filosofía. Océano Editorial. España.

- Pascal, Blaise. Enciclopedia Encarta. Microsoft Corporation. 1998.

- Diccionario Filosófico de Ferreter Mora.

- Atlas universal de filosofía. Océano Editorial. España.


[1] "Historias Mágicas de la Historia" de Louis Pauwels y Guy Breton, 1977. EL hechizamiento de Blaise Pascal.
[2] Movimiento de reforma religiosa que se dio dentro de la historia de la Iglesia católica, sobre todo en Francia durante los siglos XVII y XVIII. Jansenio defendía la doctrina de la predestinación absoluta. Mantenía que todos los individuos son incapaces de hacer el bien sin la ayuda de la gracia divina; están destinados por Dios para ser salvados o condenados, y al final, sólo unos pocos serán los elegidos.

[3] Movimiento que afirma que la naturaleza constituye el conjunto de la realidad y puede ser comprendida tan sólo a través de la investigación científica.
[4]"Pascal, Blaise", Enciclopedia Encarta, Microsoft Corporation, 1998.
[5] Montaigne, filósofo destacado por su análisis de las instituciones, opiniones y costumbres, así como por su oposición a cualquier forma de dogmatismo carente de una base racional. Montaigne observaba la vida con escepticismo filosófico y puso de relieve las contradicciones e incoherencias inherentes a la naturaleza y la conducta humana. Sin embargo, su moral tendía básicamente hacia el epicureísmo, revelando las actitudes propias de un humanista que rechazaba la esclavitud de las pasiones y los deseos.
[6] El deísmo consiste en afirmar que existe un Dios, grande, potente y eterno. Sin embargo, las pruebas metafísicas concernientes a la existencia de Dios no resultan en absoluto eficaces y persuasivas.
[7] Doctrina epistemológica, opuesta al escepticismo, que afirma la posibilidad y la validez del conocimiento humano, es decir, considera al conocimiento como la toma de posesión por el espíritu de la realidad tal cual es.

[8] Método para resolver cuestiones de conciencia mediante la aplicación de principios o leyes morales a casos concretos.

1 comentario:

Paula Troncoso M. dijo...

Excelente material, gracias.