sábado, 14 de noviembre de 2009

ESPIRITUALIDAD JESUÍTICA EN POCAS PALABRAS

Por Rogelio Zambrana

En nuestros días, ordinariamente se piensa que la espiritualidad es algo que se adquiere, pero en realidad, no es ni algo, ni se adquiere. Es alguien, soy yo. Tendríamos que decir, mi espiritualidad o tu espiritualidad. La espiritualidad es la forma que posee nuestro espíritu. Tampoco podríamos decir que es la forma que le hemos dado a nuestro espíritu, más bien, la forma que me estoy dando a mí mismo, mi modo de ser, mi personalidad, mi ubicación en el mundo, por lo tanto, mi pensamiento, mis sentimientos, mis ideas, mi historia; en palabras de Ignacio, mi memoria, entendimiento y voluntad. En fin, yo soy mi espiritualidad.

Otro error común es decir que la persona espiritual es la persona buena, la persona altruista, humanista, y principalmente, la religiosa. Y la persona no espiritual, la persona corrupta, nefasta, indiferente y atea. Pero no es así, cada ser humano, desde el momento que es espíritu, tiene una forma de vida, un modo de proceder, una espiritualidad.

Y para terminar; otro error fatal. Pensar que la espiritualidad está desligada del cuerpo. Se dice que la persona espiritual es la que ha sometido las pasiones del cuerpo, y todo lo emocional y sentimental no logran perturbarlo, lo que es totalmente falso. En todo caso eso se llamaría -en lenguaje psicoanalítico-, represión o negación. La espiritualidad es también corporalidad. El cuerpo humano es tan espiritual como el espíritu mismo, y el espíritu es tan corporal como el cuerpo mismo. En palabras del fundador de la logoterapia, Víctor Flankl, espíritu no significa más que una activa auto- identidad y una radical auto- presencia lograda en y a través de la materia.[1]

El espíritu, la fuerza vital del ser humano, es único e intransferible. Pero es capaz de modelarse a lo largo de la vida según los modos, tiempos y lugares. En otras palabras, no tenemos una espiritualidad determinada para toda nuestra vida; nuestro espíritu es dinámico. Así, nos encontramos con miles de espiritualidades tanto como espíritus hay. Pero hay formas espiritualidades que han deslumbrado sobre otras, y se han puesto como prototipos de vida. Pues ese es el caso de la espiritualidad jesuítica o de la Compañía de Jesús, que tiene su origen y fuente en la espiritualidad de Ignacio de Loyola. Por eso, a la espiritualidad jesuítica desde ahora la llamaremos, espiritualidad ignaciana, que es su forma más pura.

A partir de estos malentendidos podemos afirmar que yo soy mi espiritualidad, mi espiritualidad es también corporalidad, y mi espiritualidad es dinámica. Estos principios nos ayudarán a entender la espiritualidad jesuítica.

Para conocer la espiritualidad ignaciana, según hemos visto, es imprescindible conocer a la persona de Ignacio. Pero como nuestro objetivo son pocas palabras, transcribiré una breve, pero buena descripción que hace de él José María Rodríguez Olaizola S.J. en su libro Ignacio de Loyola, nunca solo[2]: Ignacio de Loyola (1491- 1556) es un hombre activo, batallador, frágil y fuerte al mismo tiempo, tenaz; con un carácter arrollador, capaz de movilizar a otros; atento a su mundo, práctico, conocedor de las personas y buscador infatigable de Dios. Es un peregrino que nunca está solo. Un hombre que en su incansable actividad, no deja de estar sostenido por la presencia de Dios que llena su horizonte.

A continuación desglosaré tres puntos que considero básicos de la persona y obra de Ignacio, y su repercusión en la espiritualidad que produjo, objetivo de este ensayo.

Buscador infatigable de Dios

El carisma de la Compañía de Jesús es encontrar y abrazar la voluntad de Dios. No son las universidades, los colegios, las parroquias, centros de espiritualidad, sino, simplemente, buscar la unión de voluntades con Dios. Lo demás, son medios para alcanzar este fin. Este fin tiene supuestos:

+ Dios habita en las creaturas, en los elementos dando el ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando el entender... así mismo, haciendo templo de mí, siendo creado a la similitud e imagen de su divina Majestad. (E. E 235)
+ Dios labora y trabaja por mí en todas las cosas criadas sobre la haz de la tierra. (E. E 236)
+ Todos los bienes y dones descienden de arriba. (E. E 237)

Dichos supuestos se pueden resumir en lo que dicen los Hechos de los Apóstoles: En Dios nos movemos, existimos y somos[3]. Pero el hombre, como ser de entendimiento se aleja de Dios, así como herir, matar, ir al infierno. Y Dios dice, hagamos redención al género humano... obrando así la santísima encarnación de Jesucristo, hijo de Dios. (E.E. 107- 108) Este Jesús es el que invita al hombre a salvarse, de tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta... solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados (E. E 23): Agradecer a Dios por tanto bien recibido, por la vida que nos da, y dejar que él sea Dios y Señor en nuestras vidas. Así nos dice: quien quisiere venir conmigo ha de ser como yo, y así de beber y de vestir, etc., así mismo ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria como la ha tenido en los trabajos. (E. E 93) Así pues, ninguna cosa me debe mover... sino sólo el servicio y la alabanza de Dios nuestro Señor y salud eterna de mi ánima. (E. E 169, 7) En pocas palabras, Dios me llama a colaborar con él en la redención del género humano.

Pero, cuando me he determinado a servir y alabar a Dios ¿cómo he de hacerlo? En su autobiografía, en un ataque de escrúpulos, Ignacio llega a decir: Socórreme, Señor, que no hallo ningún remedio en los hombres, ni en ninguna criatura; que si yo pensase de poderlo hallar, ningún trabajo me sería grande. Muéstrame tú, Señor, dónde lo halle; que aunque sea menester ir en pos de un perrillo para que me dé el remedio, yo lo haré[4]. Sólo Dios sabe lo que es mejor para nosotros y su Reino. Nosotros sólo somos siervos.

Para encontrar y abrazar la voluntad de Dios, es necesario que él nos lo diga. Pero ¿cómo escucharlo? Hay que tener conciencia que hay tres pensamientos en mí -dice Ignacio en el preámbulo del examen de conciencia general-, es a saber, uno propio mío, el cual sale de mi mera libertad y querer, y otros dos que vienen de afuera, el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo (E. E 32). La tarea del hombre es discernir, separar el pensamiento con la gracia de Dios para escuchar su voluntad, distinguiendo entre mociones del mal espíritu que me aleja de Dios, y mociones del buen espíritu que me acerca a Dios. El pensamiento no es neutro. Es una energía orientada hacia un fin. Las buenas hay que recibirlas, interiorizarlas y permitir que se desarrollen en el interior para seguir aquello hacia lo que nos orientan, mientras que las malas hay que lanzarlas, rechazarlas. (E. E 313). El buen espíritu causa mociones racionales punzando y remordiendo la conciencia para provocar la conversión (314)... Por ejemplo, en un hombre en pecado, el buen espíritu provoca mociones de tipo afectivo, ánimo, fuerzas, inspiraciones, consolaciones, lágrimas y quietud para el bien obrar proceda adelante. (E. E 315) Pasa lo contrario con el mal espíritu. Corolario, conociendo e interpretando el lenguaje de las mociones se puede llegar a conocer la voluntad de Dios[5]. Dios habla dando consolaciones o desolaciones, según me mueva el buen o mal espíritu.

Veamos pues, que con el término moción (movimiento) Ignacio integra lo espiritual con lo corporal. Las mociones según la facultad en que se den, pueden ser racionales (si vienen al entendimiento a través de pensamientos) o sensuales, que se dan en la voluntad, a través de sentimientos.[6] Independiente del origen que tenga la moción, sea racional o sensual, van a afectarse mutuamente. El discernimiento ignaciano es un discernimiento espiritual y sensual, en el cual se aceptan las buenas mociones que vienen de Dios y, mueven la voluntad hacia la pobreza, el deshonor, y la humildad; y se rechazan las malas mociones que vienen del mal espíritu y mueven a la riqueza, el honor y la soberbia. Pero este discernimiento no termina acá. Dice Ignacio, hecha la tal elección o deliberación, debe ir la persona que tal ha hecho, con mucha diligencia a la oración de Dios nuestro Señor, y ofrecerle la tal elección para que su Divina Majestad la quiera recibir y confirmar, siendo su mayor servicio y alabanza. (Diario Espiritual, 183) Esta confirmación es de Dios, y lo hace no haciendo dudar; cuando se aclara el entendimiento por consolaciones y desolaciones y por el discernimiento de espíritus. (E. E 175) La persona permanece en la presencia de Dios. Hay tranquilidad y seguridad.

Para lograr este discernimiento, no basta con la ardua deliberación de espíritus, es fundamental, conocer y amar a Jesucristo por medio de la contemplación de su vida, muerte y resurrección. Será aquí, demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga. (E. E 104) Sin Cristo, el jesuita -que se distingue por llevar su nombre- no es nada. Por eso, con remordimiento, gratitud y asombro, pero sobre todo con amor apasionado, Ignacio primero, y luego cada jesuita siguiendo su ejemplo, ha orado a Cristo nuestro Señor delante y puesto en la cruz y se ha preguntado lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo. (E. E 35)[7]

En resumen, Dios más que nadie, nos muestra cuál es su proyecto para nosotros. La dirección espiritual es un medio muy conveniente y necesario, pero es Dios el que habla, el que mueve la voluntad del hombre según sus designios. Dios habla por la creación, pero sobre todo, al hombre mismo, a su pensamiento por la razón, pero una razón esclarecida por la fe. Y, por los sentimientos, por los afectos. Pero el hombre se ve inclinado por su naturaleza a desviarse, somos seres binarios (dos), indeterminados, libres; si no, no fuéramos hombres. Así, nos mueven, como de fuera, el buen espíritu o el mal espíritu, que en realidad, son mociones que conflictúan más internamente. La voluntad de Dios se reconoce porque mueve hacia la pobreza, el deshonor y la humildad. Pero sobre todo porque es de acuerdo al evangelio de nuestro Señor, quien es la fuente principal de la confirmación. En el Diario Espiritual escuchamos: En estos tiempos era en mí tanto amor, sentir o ver a Jesús que me parecía que adelante no podía venir cosa que me pudiese apartar ni hacer dudar cerca de las gracias o confirmación recibida. (D. E 75) Así pues, Jesucristo es motivo suficiente para la confirmación, con o sin consolaciones.

El ignaciano siente a Jesús en la contemplación de sus misterios, en la vivencia del evangelio. Es Dios mismo quien responde a nuestras búsquedas a través de Jesús. Camino a Roma, en la capilla de La Estorta, Ignacio sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo. (Autobiografía, 96)

Entonces, la espiritualidad ignaciana es una espiritualidad en búsqueda, por lo que es siempre nueva. Buscar y hallar la voluntad de Dios según los modos, tiempos y lugares en los que nos encontremos. Y pues, de esta búsqueda, brota la obediencia. No se abraza la voluntad de Dios, si no es por la obediencia. Ignacio, en su carta sobre la obediencia a los jesuitas de Portugal, dice: aunque en todas las virtudes y gracias espirituales os deseo toda perfección, es verdad... que en la obediencia más particularmente que en ninguna otra, me da deseo Dios nuestro Señor de veros señalar... En otras religiones podemos sufrir que nos hagan ventaja en ayunos, y vigilias, y otras asperezas que, según su Instituto, cada una santamente observa; pero en puridad y perfección de la obediencia... mucho deseo, hermanos carísimos, que se señalen los que en esta Compañía sirven a Dios nuestro Señor, y que en estos se reconozcan los hijos verdaderos de ellas. (Epp IV, 669) La consecuencia del conocimiento de la voluntad de Dios es vivir obedeciéndolo. Una obediencia siempre en el marco del amor, muy del corazón, con caridad.[8]

Conocedor de las personas

No se puede conocer a las personas, si no hay conocimiento de uno mismo. La espiritualidad ignaciana -que es una espiritualidad del discernimiento-, no puede ser tal, sin un conocimiento profundo de la personalidad: condicionamientos, afecciones desordenadas, deseos irresistibles, temores insuperables, adicciones, tentaciones, riquezas, modos de proceder con el prójimo, con uno mismo, etc. Dicho conocimiento se logra, principalmente, a partir de los Ejercicios Espirituales. Los Ejercicios son todo un modo de examinar la conciencia. La persona llega hasta las profundidades del alma, un modo de preparar y disponer el ánima, para quitar de sí, todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina. (E. E 2) Este conocimiento no es sólo intelectual, pues no el mucho saber harta y satisface al ánima, más el sentir y gustar de las cosas internamente (E. E 2). Es un conocimiento interno, de los deseos que mueven la voluntad de la persona, por lo tanto, más convincente.

El conocimiento interno no tiene su fin en sí mismo, tiene una implicación en el subiecto (capacidad para hacer una cosa)[9] de la persona. Con la gracia de Dios y la voluntad deliberada de la persona, ordena la vida, sobre la identificación de Jesucristo (sensus Christi), pasando necesariamente por el vencimiento de uno mismo (Agere Contra). No hay nada que nos aparte más de Dios que nuestros propios quereres e intereses, cuando estos no están ordenados hacia el bien. Por eso, el vencerse a uno mismo, para que Dios reine, es la clave la espiritualidad ignaciana. El conocimiento interno nos hace conscientes de la grandeza de Dios que eleva la bajeza del hombre. El hombre se tiene que anonadar, llegar a la pasividad completa, el sentir la necesidad de la gracia de Dios, la necesidad de purificarse para volver a unir las voluntades, y así llegar a la humildad amorosa, culmen de la espiritualidad.

Conociéndose a sí misma, con sus debilidades y necesidades de la gracia, y teniendo criterio evangélico, la persona puede hasta ahora, acompañar a otras personas en su proceso de búsqueda y conversión. Ignacio en su autobiografía, estando en Jerusalén, donde quería permanecer hasta morir -por ser la tierra del Señor-, menciona que tenía otro firme propósito, ultradevoción, de ayudar a las ánimas. (45) En la fórmula del Instituto lo dice muy claramente también, que la Compañía de Jesús está fundada ante todo para atender principalmente al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana… (I). Aquí comienza el trabajo, el apostolado.

Activo y batallador

Ignacio murió en el 1556, y los jesuitas en el mundo alcanzaban los 5, 000[10] desde que el Papa Paulo III, con la Bula Regiminis Militantis Eclesiae, fundara la Compañía en 1540.[11] En 1581, con el General Aquaviva ya había 13, 000 jesuitas, divididos en 125 provincias en todo el mundo, en 25 años se triplicaron. Hoy en día hay aproximadamente 18,192 jesuitas[12] en el mundo. Los jesuitas son la orden religiosa más grande de la Iglesia hasta ahora. Nadie puede dudar de su influencia en la historia. Y todo se debe a un libro de ejercicios espirituales que un hombre escribió a partir de su experiencia con Dios. De ahí surgen las grandes obras apostólicas por la cual los jesuitas son muchas veces reconocidos. De un caminito de búsqueda que sigue superando las expectativas de las ciencias. El pragmático estadounidense William James (1902) afirmó: San Ignacio fue un místico, pero su misticismo hizo de él ciertamente, uno de los más poderosos prácticos motores que jamás vivió.[13]

Ser espiritual no significa alejarse del mundo, viviendo una utopía religiosa, ni vivir en oración continua. Ignacio llegó a mencionar que a veces puede darse un mayor servicio a través de otros medios que de la oración. Y en otra parte, que para un hombre mortificado, un cuarto de hora es suficiente para unirse con Dios en la oración. Ocurre que la espiritualidad ignaciana es una continua contemplación, en palabras de Ignacio, una contemplación para alcanzar amor. Pero la contemplación es también acción: el ignaciano es un contemplativo en la acción. Recordemos, qué he hecho por Cristo, qué hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo. (E. E 35) Esto es la misión. La misión es la implicación material de nuestra espiritualidad. La misión es la razón de ser de la Compañía y de todo ignaciano. La misión es el principio y fundamento de la Compañía.[14]

La misión pues, es la espiritualidad misma concretizada; es por eso que la obra emprendida siempre será a la Mayor Gloria de Dios, frase que encierra el espíritu de Ignacio.[15] El P. Arrupe decía -reconociendo ante todo la obra de Dios en el mundo-, que los jesuitas somos pecadores, y sin embargo, llamados a servir[16]. La misión es de Dios, el hombre es su servidor.[17] Pero el ignaciano está comprometido a dar el todo, el magis, el más, porque está convencido de lo grande que es el amor de Dios. Por eso –como dice Ignacio- si santo Domingo lo hizo, yo lo tengo que hacer. San Francisco hizo esto; pues yo lo tengo que hacer (Autobiografía 7, 3). Darlo todo, trabajar como si todo dependiera de ti, sabiendo que todo depende de Dios.[18] Por eso la disponibilidad total del jesuita a la misión. Las personas de esta Compañía deben estar cada hora preparada para discurrir por unas partes y otras del mundo, a donde fueran enviados por el Sumo Pontífice o superiores[19], medios donde Dios comunica su voluntad más universal. Esta disponibilidad dio lugar a que se llamara a la Compañía la caballería ligera de la Iglesia, siempre dispuesta a partir hacia un nuevo destino.[20]

En síntesis, el ignaciano le pide a Dios, conocimiento de tanto bien recibido para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad (E. E 233) En esto consiste la espiritualidad de Ignacio.

La espiritualidad ignaciana busca un encuentro personal y real con Dios, y Jesucristo su hijo. Así, se llega a conocer y abrazar Su voluntad, acatándola con amor y reverencia. Luego, el ignaciano se dispone totalmente a la causa del prójimo, sirviendo y amando a las almas, de tal manera que se dé la mayor gloria a Dios nuestro Señor.

Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; vos me lo diste, a vos Señor lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia que esta me basta. (E. E 234, 4- 5).


Rogelio Zambrana
Panamá, 2009
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[1] Cf. Frankl, Víctor E. La presencia ignorada de Dios, psicoterapia y religión. Herder. Barcelona, 1994. Pág. 25.
[2] Rodríguez Olaizola, José María S.J. Ignacio de Loyola, nunca solo. Ediciones San Pablo, Madrid, 2006. (Contraportada)
[3] Hechos 17, 28.
[4] Ignacio de Loyola. El Peregrino. Sal Terrae. Santander. 2da. Edición. Pág. 43.
[5] Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G- Z).. Sal Terrae. Santander, Pág. 1267.
[6] Cf. E. E 315; Cf. Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G- Z). Sal Terrae. Santander. Pág. 1267.
[7] Cf. C. G 34, d. 26, 4.
[8] Cf. Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G- Z). Sal Terrae. Santander. Pág. 1332.
[9] Cf. Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G- Z). Sal Terrae. Santander. Pág. 1663.
[10] Cf. William V. Banguert, S. J. Historia de la Compañía de Jesús. Sal Terrae. Santander. 1981. Pág. 128.
[11] Cf. William V. Banguert, S. J. Historia de la Compañía de Jesús. Sal Terrae. Santander. 1981. Pág. 35.
[12] Cf. Apud Curiam Praepositi Generalis. Supplementum Catalogorum, Societati Iesu, 2008. Roma. 2007. Pág. 12.
[13] Meissner, W. W. S. J. The Psichology of a Saint, Ignatius of Loyola. Yale University. 1992. Pág. 325.
[14] Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G- Z). Sal Terrae. Santander. Pág. 1239; Mco. II, 214.
[15] Diccionario de Espiritualidad Ignaciana (G- Z). Sal Terrae. Santander. Pág. 1.
[16] Cf. C. G 32. D. 2, 1.
[17] El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. (E. E 23)
[18] Esta frase es atribuida a Ignacio.
[19] Const. 588; C. G 34, 26, 25.
[20] Entrevista al padre Peter-Hans Kolvenbach, superior general de la Compañía de Jesús. Revista Ecclesia. 13 de Julio de 2006.

sábado, 24 de octubre de 2009

¿POR QUÉ LA MUJER TIENDE A SER MÁS SENTIMENTAL, Y EL HOMBRE MÁS RACIONAL?


Ambos sexos vivimos atraídos los unos a los otros porque inconscientemente somos los hombres mujeres y las mujeres hombres.
Hombre y mujer, nacemos de una mujer. Nos apegamos más a nuestra madre, que es (culturalmente) sentimental. Cuando nos vamos separando de esa simbiosis, el padre toma más papel en la escena. Y es él el que se inclina por la niña, mientras que la mujer se inclina por el niño. No viceversa.

Entonces, el niño debería adoptar el comportamiento de la madre, y la niña el comportamiento del padre, por identificación, lo que seguramente ocurre. Sin embrago, cuando los niños empiezan a socializar, se van dando cuenta de sus roles sociales de acuerdo a su sexo. El niño sentimental- materno va queriendo parecerse e imitar a su padre; lo mismo pasa con la niña y su madre. Pero, en su inconsciente está su identificación primera. AMBOS SEXOS VIVIMOS ATRAÍDOS LOS UNOS A LOS OTROS PORQUE INCONSCIENTEMENTE SOMOS LOS HOMBRES MUJERES Y LAS MUJERES HOMBRES. El hombre ve en la mujer a su madre y la mujer a su padre. Aquellos con los que se identificaron primero. Los hombres racionales buscamos los sentimientos de la mujer, y las mujeres sentimentales buscan la racionalidad del hombre.

Hay una realidad que no podemos ignorar. Ambos nacemos de una mujer, y nuestro primer contacto es con una mujer. Esto quiere decir que la niña que se deja seducir por el padre “deserta” a su madre primero que el niño; el niño la “desertará después”. Pero esta diferencia de tiempo marca la vida de ambos. ESTE DESFASE HACE QUE SIGAN LOS HOMBRES SIENDO MÁS RACIONALES Y LAS NIÑAS MÁS SENTIMENTALES. Mientras más temprano es separada la niña de su madre por el padre, menos se habrá familiarizado con el lado sentimental del ser humano, al contrario del varón. Como una medida de agradar a su padre que demanda mucho afecto femenino, la niña se esforzará por ser más sentimental. ESTE PLUS ESFUERZO MARCA A LA MUJER COMO MÁS SENTIMENTAL QUE EL HOMBRE. El niño en cambio, adopta mucho más la manera de ser de su madre, y a la hora de socializarse, y tener que adoptar el rol y manera de pensar masculino, hace un esfuerzo en pro de la racionalidad masculina. Además al niño se le exigirá más, su rol masculino, tanto del padre como de la madre. A diferencia de la niña, que si es racional, es bienvenida por parte de la madre, aunque la demanda del padre siempre estará. Los casos de homosexualidad masculina quizás se deba (en parte) que son muy semejantes a la madre; por haber estado más cerca de ella durante los primeros días, no llegan a entender bien su rol de varón. Por lo menos, la homosexualidad masculina es más evidente, quizás un indicio de que en verdad predominan los primeros años en los cuales la mujer femenina imprime su manera de ser a los hijos.

Estoy seguro que los hombres, ahora demandan más mujeres racionales, porque son hombres más sentimentales que antes. Y las mujeres demandan más hombres sentimentales, porque hay muchas más mujeres racionales. EL HOMBRE Y LA MUJER BUSCAN LO QUE LES HACE FALTA, Y SE REALIZAN CON ELLO CUANDO LO ENCUENTRAN. Encontrar un compañero o compañera es encontrarse consigo mismos, con sus necesidades más profundas. Por ello, el hombre busca amor y ternura, característicos de una madre. Y la mujer, creatividad y seguridad, característicos de un padre. Sin embargo, ambas búsquedas son relativas. ¿Quién dice que el hombre no busca seguridad en el corazón de la mujer. Y la mujer no busca amor en la seguridad del varón? Al final se cumple el principio de la COMPLEMENTACIÓN.

Nota: La hipótesis es fundada en la idea de que es el ambiente y las circunstancias, en su mayoría, las que determinan a la persona humana. No se tiene en cuenta el porte biológico- sexual, que indiscutiblemente es poderoso en el ser humano. No solamente son las cantidades de testosterona hacen al hombre ser hombre y a la mujer ser mujer. Los cambios que provoca el cromosoma “Y” en el ser humano pueden ser más significativos que los que se calcula. Tampoco se tiene en cuenta las infinitas posibilidades ambientales en que el ser humano vive, por lo que el radio de probabilidades de aserción se reduce. Sin embargo, la hipótesis puede ser un estereotipo general, a pesar de sus múltiples posibilidades.
Elaborado por Rogelio Zambrana, Julio del 2008. Actualizado, Octubre del 2009.

lunes, 5 de octubre de 2009

EL DOLOR DE LA AMISTAD

POR ROGELIO ZAMBRANA
La tierra se está secando; luego del diluvio de la última vez, el polvo comienza a emerger, desea volar, liberarse de donde una vez el viento lo sacó, al desierto…
Quiero,
en estas palabras, hacerte una breve descripción del proceso tan venturoso que es la amistad. Considero esto una empresa imposible, pero es el espíritu el que insiste en profundizar en lo oscuro de las emociones, o en la luz exorbitante de los sentimientos -a veces es lo mismo-… en los demonios que deambulan a mi alrededor.

Querida amiga: todo es relación. Lo más simple no es la unidad, sino la relación; es más, la unidad se forma de la relación… Yo soy relación, tú eres relación, Dios es relación. La relación personal, de tú a tú, es lo más excitante que puede existir. Nada exige más al ser humano que una relación personal con su semejante. Pueden haber relaciones varias en el mundo humano, infinitas, pero no todas son personales. Y dentro de las que son personales hay una que sobresale por ser más que todas: la amistad. Las amistades verdaderas, -que si son dos son demasiadas, y tres insostenibles- son intercambios de fuerzas elementalmente propias que se mezclan y fusionan con las fuerzas del otro, que igualmente ofrece su ser en sus palabras, en su cuerpo, en su sentir más profundo, más imperioso, en su intimidad más secreta, allá donde la racionalidad se vuelve sentimiento, y donde el sentimiento alcanza el grado de inexpresable, inenarrable, cuando sólo una mirada lo puede articular.

¡La amistad siempre será un misterio porque es tan compleja! Sin embargo, parece lo más sencillo. Si escrutamos su origen, nos llevaría a la fuerza del instinto, que más que animal, es un impulso reflexivo automático que genera mil reacciones que poseen la misma carga, la misma dirección, todas dirigidas a inflamar el ego, a reafirmar la unidad personal ante la presencia de otro tan, pero tan semejante. Hay conciencia de injerencia mutua, como de una irrupción en la conciencia del otro. Es una experiencia de desarme voluntario, un desnudar el apetito, sin pudor ni vergüenza, hacia la máxima expresión del carácter original, génesis de la personalidad más natural y placentera. En el caldo de la amistad fluctúan la historia individual, tanto la consciente, pre- consciente e inconsciente; cada estado psíquico busca transparentar al otro para hacer más perceptible la integridad del nuevo ente familiar. Como una forma de altar, el yo personal se inmola por el tú que resuena en sus más elementales estructuras.

Con mucha razón muchos sabios y santos han dado preferencia a la amistad, sobre el amor netamente erótico. Sin embargo, es injusto “purificar” la amistad del carácter erótico, fuerza primaria que integra hasta la médula del los huesos a la persona humana. El erotismo es la potencia vivificadora de la existencia que deriva de nuestro ser enteramente sensual, sexual y sexuado. Contiene en sí el ímpetu que seduce a la vida sobre la trágica y operante realidad de muerte. Así que resulta inadmisible el querer castrar la amistad de su fuerza operativa. Resulta imposible una amistad no erotizada, ya que una amistad necesita ser creativa, vitalizante, excitante, siempre nueva, luchadora y hasta molesta, para perpetuarse a través de la muerte. ¡La amistad siempre será una guerra, donde la victoria consiste en seguir luchando!

Precisamente, la lucha que está implícita en la amistad, dinamiza la síntesis siempre nueva de los amantes hacia una perfección. Pues la amistad es perfectible ilimitadamente. De hecho, la misma muerte, más cuando es la ofrenda de la vida, eleva a la amistad a una categoría sagrada, destellando a terceros sentimientos místicos de complacencia existencial, cargados de un erotismo subliminal proyectable en su eticidad más íntimamente relacional. Son muchas las personas que cargan eróticamente sus vidas desde ejemplos maravillosos e impactantes de un amor manifestado en su máxima expresión, a favor de la vida del amado, en todos sus sentidos.

La amistad no es algo vago o pasajero, no es accidental ni contingente. Es todo lo contrario. La amistad es un arrebato existencial que hincha el ser hacia un horizonte absolutamente fijado, pero a la vez inalcanzable: el otro. El otro es esencialmente incomunicable, hasta el punto de ensordecer las pulsiones híbridas que se han puesto en común los amantes. Este silencio dentro de la amistad; este misterioso sentimiento de infecundidad dentro de los más altos albores de la vida, es común y repetitivo a lo largo de toda la experiencia de fusión existencial. La muerte está como sustrato de toda relación humana. Parece que la muerte es siempre la puerta de la vida. En la amistad se muere por dejar entrar al otro y formar una nueva identidad compartida. Se muere, luego, a la apetencia incontrolable que busca irrazonablemente el éxtasis infinito y egoísta en la posesión espiritual y carnal del otro. Y por último, se muere a la fe de una absoluta unidad mutua, que desvanece la individualidad personal, principio y fin de la amistad. La amistad verdadera impacta a la individualidad más originaria, la estremece y vapulea, pero nunca asimila la savia inmaculada que sólo la conciencia personal puede gozar: el "yo" del otro. Así que, en la amistad se comparte el gozo de la individualidad; individualidad que muchas veces desentierra el amante.

La amistad verdadera es inmortal, pero no está exenta del dolor característico de la presente mortalidad. El dolor de la amistad es el dolor más gravoso, porque entra en lo más profundo del alma, allá donde nadie puede escuchar el llanto, o ver las lágrimas. Sin duda alguna, el dolor de la amistad es el dolor de estar muriendo, porque una parte de uno se arranca, paralizando el corazón y la vida. Lo único que queda es la ausencia; mucho menos que su sombra, pero más que la nada: la amistad.

martes, 30 de junio de 2009

CASTIDAD JESUÍTICA


VOTO DE CASTIDAD
ROGELIO ZAMBRANA

“Cada vez es más clara la implicación profunda de la Castidad con toda la evolución de la persona humana” (CG XXXI). Su implicación es tan profunda porque está dentro del corazón del hombre, donde están: sus deseos, anhelos, sentimientos, afecciones y propósitos.

La Castidad es una forma, estilo de vida. “Determina” la conducta de la persona. Aunque hablamos de determinación en sentido negativo cuando se vive como algo impuesto o simplemente necesario; en cambio, si se le toma como total libertad, consistirá en un camino que se “quiere” seguir.

La Castidad, por supuesto, no es lo mismo que el celibato. La Castidad está por encima del celibato. La Castidad es una actitud espiritual de pureza, decencia, recta intención, bondad de pensamientos, no sólo en materia sexual sino, en todo lo moral que hay en el hombre, la totalidad de su obrar consciente. El celibato en cambio, es el propósito o voluntad de abstenerse a tener relaciones sexuales- genitales. Por lo tanto, no es necesario ser célibe para ser casto, y viceversa. En el caso del ministerio sacerdotal (rito católico latino) se pide tanto la Castidad como el celibato.

El sacerdocio ministerial exige la Castidad y el celibato. No es una propuesta sino un imperativo. Se ha llegado a decir que el que no tiene vocación para el celibato, no tiene vocación para el sacerdocio. Dejando un lado la polémica que esto supone, quiero señalar las implicaciones que esto tiene en el desempeño del sacerdocio.

Muchos, y quizás la mayoría de jóvenes que entran en los Seminarios y Noviciados tienen un gran aprecio por todo lo que supone el Orden sacerdotal, por eso la vocación. Aunque miran con recelo ese “pequeño” detalle del celibato; detalle que a lo largo del tiempo se convierte en una cruz muy pesada si no se le ha trabajado. Por ello, sería conveniente ver las condiciones y aptitudes de los candidatos al Orden en materia psico- afectiva; de esta manera se guarda la salud personal y la buena imagen Eclesial ante el Mundo, condición necesaria para el profetismo.

Según la C.G. XXXI, el celibato es un sacrificio. Es la renuncia a algo valioso y fundamental para la persona humana. La Congregación General XXXIV dice al respecto, que el voto de Castidad conlleva a la no intimidad conyugal, a la negación del deseo de tener hijos, y a la vinculación afectiva. Son de las experiencias más ricas de la vida. “Otras alegrías no menos profundas entrarán en su vida, pero no podrán eliminar del todo el sentimiento de carencia… lo acompañarán, la cruz, la futilidad, la angustia y la muerte”. (14) “El celibato es una herida que se lleva” dice Karl Rahner.

Hay dos formas sin embargo, de entender un sacrificio. Creo que dependiendo de cómo se entienda y viva, será sano o insano. Puede ser un sacrificio en pos de un objetivo personal (inmanente), o bien, un sacrificio en pos a un objetivo colectivo (trascendente). Mientras el sacrificio u oblación tenga un carácter trascendental, tendrá mucho mayor valor moral que si es fruto de un proyecto personal. El celibato es una entrega sobrenatural dice la C.G. XXXI. Sobrenatural porque está por encima de uno de los impulsos vitales- naturales más exigentes del ser humano, la procreación. Por eso, antes de ser antinatural, es sobrenatural, importante notarlo.

La C.G. XXXI dice que el celibato libera el corazón del hombre de un modo especial. No podemos negar que el celibato posee un fin práctico. Sin embargo, sería un error reducirlo a su sentido utilitarista. Más bien, se debe resaltar su carácter de consagración. La consagración no es sólo un ofrendarse a Dios y a su causa, sino un ser recibido también por Él. Esto implica una relación profunda entre Dios y la persona, que repercutirá en efecto, en las relaciones interpersonales y con las cosas. No hay que olvidar que la Castidad no sólo trata de la relación con las personas, sino con la naturaleza, y las cosas creadas por el hombre. Corolario, lo que libera al corazón del hombre no es la simple renuncia a un bien, sino la vinculación afectiva profunda con Dios. También, si el celibato se vive como represión de una necesidad, se le dará demasiada importancia a la carencia que de hecho supone. En cambio, si se vive como una consagración, se engrandecerá su carácter oblativo.

¿Liberación para qué? ¿De qué tenemos que liberarnos? ¿Amores exclusivos? Álvaro Jiménez Cadena S. J. en su libro Psicología para la vida religiosa dice que “El religioso más que nadie, tiene el corazón libre para cultivar hondas y profundas amistades, y para aprender el arte de vivir la Castidad con alegría”. Un corazón libre para cultivar amistades verdaderas, contra las amistades pegajosas, compensatorias, absorbentes e inmaduras. Un corazón libre para amistades donde los impulsos emocionales estén dirigidos por la razón y la voluntad, y no por el capricho y el placer. Entonces, no se trata de liberarse “de”, solamente; la liberación tiene un “para”. Fuera una falsa liberación si se decide a liberarse de, sin una razón producente.

El celibato sacerdotal implica, por lo tanto, una liberación ante todo de cualquier irracional resolución a mantenerse célibe; de esta manera se corre el riego de esconder una intención ambigua. Necesariamente, la conciencia del impulso sexual y de la voluntad de poder, deben estar claros. Se deben superar las concepciones religiosas tradicionales que nieguen la realidad sexual del ser humano, como concepciones maniqueas que disocien y discriminen el lado afectivo- sexual del hombre.

La conciencia de libertad te hace “indefenso” ante las realidades humanas. La duda, aspecto importante de la libertad, te mantiene despierto, te ofrece la conciencia expectante de lo que puede ocurrir. ¿Te reta? Aunque la duda es sólo una luz amarilla, una señal de advertencia ante una situación que escapa de la experiencia. La duda no necesariamente hace optar por lo mejor; la duda es quizás, la primera etapa del discernimiento. No es mala ni buena; indispensable sí, para escindir una situación de riesgo. Malas son las vías por las cuales se optan luego de un mal discernimiento. Cuando la persona elige permanecer en la duda es ya una decisión. Esta opción puede, sin embargo, retener a la persona en su desarrollo personal, afectando su capacidad de enfrentar nuevos retos. Es por ello que el celibato, como una decisión libre, debe hacerse con firmeza, sin dar lugar a retrospectivas; no como quien echa la mano en el arado y luego vuelve a mirar hacia atrás, con añoranzas.

“La Castidad no debe entenderse como exclusivamente ordenada a nuestra satisfacción personal. Es esencialmente apostólica… fuente de especialísima fecundidad espiritual… ofrece pleno dominio de nuestras fuerzas corporales y espirituales… es testimonio evangélico… se da superioridad al Reino de los Cielos”. (C.G. XXXI). La Congregación remarca que el celibato es una liberación “de”, para tener libertad “para”. La liberación no se queda a nivel personal, sino que trasciende a los otros en el apostolado. También da a entender que es fuente de muchas gracias espirituales, aunque no necesariamente son efectos automáticos; nacen de un ofrecimiento sincero, de una aceptación alegre, humilde y firme. Si la Castidad no amplía nuestra capacidad afectiva hacia un amor más pleno, no es evangélica. Se necesita de una fe viva, entendimiento existencial de lo que se ofrece, conocimiento de que lo que se hace trasciende las reacciones naturales: la renuncia a la familia, la soledad, etc. Necesita también, una integración conciente e inconciente de los impulsos y motivaciones.

Para perseverar en el celibato se requiere de una familiaridad con Dios, una constante contemplación de los misterios de Cristo, una vida sacramental, el cultivo del amor fraternal (unión de ánimos), un trabajo apostólico responsable que se vaya adaptando a la evolución de la personalidad. Importante también es la humildad, evitar la presunción de fuerzas para dominar los sentidos.

“El amor consagrado por la Castidad no es estático, debe ir siempre en aumento y tender a su madurez, a la medida de la plenitud de Cristo… al calor de resoluciones tomadas con plenitud y responsabilidad… purificación de las aficiones… controlar diligentemente las tendencias que puedan socavar el dominio oportuno y adecuado de los sentidos y las pasiones… llevar nuestras cargas con interna reverencia”.

PUNTOS PARA TENER PRESENTE:

1. La C.G. XXXIV sostiene que la integración afectiva no hace relación solamente a la sexualidad, sino también al deseo de éxito y realización espiritual.

2. “La Castidad del jesuita no puede ser solamente el fruto de un duro ejercicio ascético… sino del afecto del Señor y el Reino”. “La Castidad es inscribir una ley de gravedad en el corazón: el amor incomparable al Señor”.

3. “El apoyo mutuo entre la Castidad y las tareas apostólicas del jesuita es posible sólo si se trabaja desinteresadamente y sin orientar el trabajo pastoral a su propia promoción”.

4. “La maduración espiritual va de la mano con una adecuada maduración afectiva”. (Integración de fuerzas y emociones… en el ámbito de las relaciones personales… sobre todo en crisis).

5. Se debe: distinguir las mociones, no aislarse de los desafíos y crisis de la vida. Dar expresión apropiada a los sentimientos y a su creatividad. Evitar un estilo de vida y trabajo que suponga excesiva tención afectiva, o precise una represión de sus sentimientos. Cultivar amistades maduras.

EXTRAS:

SEXUALIDAD- PODER- RELIGIÓN

Sexualidad y poder están bastante vinculados. La vida, que es eminentemente sexual, es de hecho un poder. Biológicamente, el mayor poder del hombre es reproducirse, procrear. Adler ve en las pulsiones sexuales la voluntad de poder de dominar a los demás. En otras palabras, el poder de dominar a los demás posee un origen de tipo sexual. Este poder es sin embargo, cualitativamente distinto al poder de la vida, es más, se puede decir que es su contraparte. Freud hablaba del Eros como el impulso vital, y de Tánatos, como el impulso de muerte. Ser sexuados no nos hace ser dominadores. Así que es falsa la proposición que dice que todo poder corrompe, no es más que un derivado de la afirmación: el hombre es malo por naturaleza.

Quiero hacer una relación entre el poder social, que abarca el poder político y económico; y el poder religioso y el poder sexual, que están íntimamente ligados. A diferencia del poder social, el poder religioso y sexual, toca lo más íntimo de la persona, aunque pueden tener también una connotación de tipo social o cultural. No quiero decir sin embargo, que no pueda haber una sensibilidad social muy íntima. Pero ésta estará motivada primeramente por un aspecto más personal que colectivo: los poderes o facultades que integran a la persona tienen un mismo origen psíquico, luego se vuelven distintos según las exigencias del medio.

Como toda persona el sacerdote posee un yo real, forma a como se mira así mismo. También tiene un yo social, forma a como él se ve en los demás. Del autoconcepto de nosotros mismos, dependerá la imagen que nos hagamos de los demás. El sacerdote según su yo social, se ve carente de identidad social, económica y política y sexual en cierto grado. Socialmente no tiene familia, económicamente no produce, políticamente no es partidario, sexualmente no está activo. Sí posee una identidad religiosa enorme. Esta carencia y desigualdad, tratará de compensarla y equilibrarla. Usará su sobrepeso religioso a favor de sus carencias en los otros ámbitos. Allí está el problema. Y como el poder religioso está más ligado al poder sexual que a los demás, no es raro que el sacerdote trate de compensarse mucho más en éste, ya que está más a su alcance, y comúnmente demanda más.

IDEAS SANAS, RELACIONES SANAS, CON UN DIOS SANO

La Antropología filosófica dice que el hombre es uno. Y la unicidad del hombre es incomunicable. Esto no significa que el hombre es asocial, sino que, posee una intimidad que no puede explayar a los demás. Esa intimidad propia traspasa todos los aspectos de la vida, incluyendo la forma de pensar y de sentir.

Ese aspecto incomunicable se va formando y modelando según la historia de cada individuo. Dicho aspecto se expresa, psicológicamente, en el propio auto- concepto, la auto- imagen y la autoestima personal. Estas formas afectan poderosamente la concepción de los otros y de Dios. El ser humano no puede desligar la forma de verse así mismo, con la forma de ver a los demás, incluyendo a Dios.

El Obispo Robinson comienza hablando cabalmente, de las ideas tan personales que tenemos de Dios. Considero que dichas ideas no pueden ser meras dilucidaciones abstractas, sino opiniones y juicios personales. Creo que es precipitado afirmar la relevancia de las ideas, ya que las ideas tienen un origen que puede ser más significativo. El origen de las ideas, en el contexto en que estamos, es múltiple. Si el origen es la asimilación de ideas ajenas, entonces el conocimiento es incompleto, porque carece de experiencia. Cuando su origen son las sensaciones, los sentidos, y más elaboradamente, los sentimientos propios, las ideas serán más completas, porque son experimentadas, pero igualmente, estarán a merced de la calidad de la experiencia. En fin, así como no hay nada en el intelecto que no haya pasado por los sentidos, asimismo, no hay nada en los sentidos que no sea traducido luego por el intelecto. Pero, si las ideas son las que hacen los sentimientos, hay de hecho condicionamientos. Además, si son ideas –en este caso- mal sanas, se derivará en una forma de pensar y actuar malsanos. Es esto lo que se debe evitar.

¿Cómo buscar la verdad- realidad? El autor nos dice que la verdad es la que nos hará crecer. La idea de Dios que me hace crecer es la verdadera. Los juicios de verdad parten entonces de la sanidad personal. Pero no todo termina aquí. Así como no todo se deriva de las ideas, no todo termina en las ideas. Dios pasa de ser una idea, a ser un deseo de vida, de plenitud. Luego, pasa a ser una amistad, para terminar en una auto- donación mutua.

OBEDIENCIA JESUÍTICA


OBEDIENCIA JESUÍTICA

EL VOTO DE OBEDIENCIA SEGÚN LA
CONGREGACIÓN GENERAL XXXV
ROGELIO ZAMBRANA
Ante todo, con el voto de Obediencia se pretende cumplir la voluntad de Dios. El fundamento es el amor personal a Jesucristo. “Nuestros votos religiosos nos ponen junto al Señor y nos conducen a seguirle en su fidelidad a la misión que el Padre le encomendó de anunciar su Reino”. (Decreto, 4, #10). El jesuita como todo cristiano está llamado a buscar y hacer la voluntad de Dios, en comunión con los sentimientos y deseos de Cristo.

La Obediencia como los demás votos, nos liberan para entregarnos exclusivamente al Evangelio. El voto de Pobreza nos libera de las posesiones de bienes innecesarios y superfluos; el voto de Castidad nos libera de los afectos desordenados; y el voto de Obediencia –como dice san Ignacio- nos libera de nuestro propio amor y querer (E.E. 189). Así, la Obediencia nos da la capacidad de ordenar nuestras acciones. Pero para que haya una liberación verdadera nunca puede faltar el amor personal a Jesucristo. El amor es el que libera.

De los obstáculos para la Obediencia se encuentra el marcado individualismo y autosuficiencia de nuestra época. La autosuficiencia genera falta de compromiso, disponibilidad, colaboración y prudencia al expresar nuestras opiniones. El individualismo genera un falso discernimiento, dado que el verdadero discernimiento llega hasta el final cuando el superior confía la misión (20). “A veces, sin embargo-dice la Congregación-, nuestro deseo de comprometernos con el Señor no corre parejo con el deseo de comprometernos con la Iglesia, la Compañía y su modo de proceder”. (19)

Ante esto, el deseo (sentido) de ser realmente enviados, de servir sin reservas, de formar vínculos de unión más estrechos entre nosotros mismos, es lo que caracteriza a la Obediencia jesuítica. Para llegar a ello, es imprescindible que entre el jesuita y el Superior haya transparencia, sinceridad y humildad; una confianza que esté libre de todo afecto desordenado. Por eso la Castidad es de vital importancia.

Sin embargo, la Obediencia no se acaba en el Superior. Cuando se obedece al Superior se obedece también a la comunidad y a todo el Cuerpo de la Compañía (28).
CUARTO VOTO DE DISPONIBILIDAD AL PAPA

El cuarto voto –principio y principal fundamento de la Orden según san Ignacio- surge del deseo de servir a la Iglesia más útil y eficazmente. El voto supone la conformidad en el querer y sentir (Const. 550). En otras palabras, unión afectiva y efectiva con el Papa y la Iglesia.
A LOS JESUITAS EN FORMACIÓN

1. Trasparencia.
2. Cuenta de conciencia.
3. Responsabilidad en la iniciativa personal.
4. Espíritu de discernimiento.
5. Aceptación con agrado las decisiones del Superior.

A LOS JESUITAS FORMADOS

1. Libertad interior y confianza en Dios. Confianza y alegría.
2. Que los superiores mayores respeten el ámbito del superior local.
3. Cuenta de conciencia (donde la misión se da, confirma y se cambia).



POBREZA JESUÍTICA


POBREZA JESUÍTICA

ROGELIO DAVID ZAMBRANA MADRIZ

VOTO DE POBREZA

En el mundo hay una pobreza estructural o montada. Es generada por las políticas sociales y económicas propias de cada país, y evidentemente antes, por las meta- políticas internacionales. En este caso, el consumismo solamente es una consecuencia de las políticas en orden. Dichos manejos favorecen la desigualdad respecto a la adquisición de bienes; a algunos se les priva de los medios necesarios para la vida. La mayoría de estas políticas tienen efectos graduales: agudizan crónicamente las diferencias económicas entre las personas y países. Obviamente esta pobreza es indiscutiblemente inhumana. Mantiene a la mayoría en el mundo de la necesidad, en un plano de sobrevivencia; no se les permite cultivar el espíritu, el ingenio. En el sistema, el individuo “ordinario”, se ve inducido al uso intelectual de los mismos mecanismos sociales y culturales que lo mantienen en pobreza: la lógica de la supervivencia se lo impone. Sólo a fuerza de voluntad es posible salirse del círculo vicioso.

Quizás el único beneficio de este tipo de pobreza es que presta las condiciones para una reflexión de la pobreza como actitud ante los bienes incluso necesarios, pero es más bien un beneficio accidental y arbitrario, y hasta estrafalario.

La pobreza espiritual, a diferencia de la pobreza estructural, es más bien una actitud, una conducta, un modelo de vida, antes que una carga social involuntariamente impuesta. La pobreza espiritual no requiere necesariamente como trasfondo una pobreza estructural, aunque se puede nutrir de ella, como una forma de solidaridad, por ejemplo. La pobreza espiritual se puede vivir tanto fuera como dentro del mundo de la necesidad. Aunque fuera del mundo de la necesidad, o sea, dentro del mundo de la libertad, hay más condiciones para vivir la pobreza espiritual voluntariamente, porque no sería algo impuesto. La pobreza espiritual es una actitud de mayor libertad respecto a las cosas, teniendo como horizonte el desarrollo personal humano.

La pobreza religiosa se basa en los principios de la pobreza espiritual, nada más que enfocada hacia un fin teológico. La pobreza específicamente evangélica, es una condición para poder ser del Reino de Dios. “Bienaventurados los pobres, por que de ellos será el Reino de los Cielos”. El Reino de Dios es para los que se hacen como niños, los más pobres y marginados. Pero no significa que Dios avale la pobreza material, en el sentido de carencia de medios para satisfacer necesidades básicas, sino, resalta la actitud del pobre: confianza en Dios, humildad, sencillez. “La viuda pobre dio más que todos ellos”. Pobreza es desprenderse, liberarse, es una actitud de confianza, que no es más que el resultado del amor incondicional a Dios. Vivir evangélicamente la pobreza significa hacerse depender totalmente de Dios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

La pobreza jesuítica se nutre de la pobreza evangélica y espiritual, nada más que le agrega el fin apostólico al fin teológico, que absorbe del Evangelio mismo. El fin apostólico de la pobreza se expresa en dos formas: pobreza como una actitud evangélica enfocada a la misión, y pobreza como una especie de supuesto regulador en la administración de los bienes materiales de la Compañía misma, según el tipo de misión u obra apostólica. La pobreza jesuítica pretende ser un testimonio de la confianza y amor a Dios, y al mismo tiempo, ser medio de validación del apostolado mismo.

TIPOS DE POBRE



POBREZA ESTRUCTURAL, POBREZA CONDICIONAL, VOLUNTARIA POBREZA, ESPIRITUAL EVANGELICA.


POBRE PERFECTO NEGATIVO: POBRE ESTRUCTURAL, NO POBRE ESPIRITUAL EVANGÉLICO Y NO POBRE CONDICIONALMENTE VOLUNTARIO.

POBRE PERFECTO POSITIVO: POBRE ESTRUCTURAL, POBRE ESPIRITUAL EVANGÉLICO Y POBRE CONDICIONALMENTE VOLUNTARIO.

POBRE INTERMEDIO POSITIVO: NO POBRE ESTRUCTURAL, POBRE ESPIRITUAL EVANGÉLICO Y POBRE CONDICIONALMENTE VOLUNTARIO.

POBRE INTERMEDIO NEGATIVO: NO POBRE ESTRUCTURAL, NO POBRE ESPIRITUAL EVANGÉLICO Y NO POBRE CONDICIONALMENTE VOLUNTARIO.

POBRE VOLUNTARIO: NO POBRE ESTRUCTURAL, NO POBRE ESPIRITUAL EVANGÉLICO Y POBRE CONDICIONALMENTE VOLUNTARIO.


¿Dónde se ubica el jesuita? El jesuita es un pobre intermedio positivo.

La pobreza estructural no afecta directamente a todos por igual, indirectamente sí. Pero bueno, considero en este cuadro al pobre estructural, al pobre directamente afectado. El jesuita por tanto nunca será un pobre estructural, porque no es directamente afectado, repito que indirectamente sí. Aunque esté bajo una pobreza estructural, en principio no carecerá de los medios vitales para la existencia. Esto coloca al jesuita en el reino de la libertad, antes que en el mundo de la necesidad.

El pobre perfectamente positivo es un pobre ideal, es un pobre que en medio de la pobreza estructural, que lo mantiene en el mundo de la necesidad, es capaz de cultivar una pobreza evangélica espiritual, y obviamente, se condiciona voluntariamente a permanecer necesitando, en este caso, por razones teológicas- espirituales.

¿Por qué el jesuita no es un pobre perfectamente positivo? Porque dentro de las razones teológicas- espirituales y evangélicas de su pobreza; por razones de su origen, fundación y su misma razón de ser; por el tipo de apostolado y misión que se acredita, se le hace necesario tener los medios materiales suficientes y precisos.

Sin faltar a la pobreza evangélica, más bien, queriendo que sus adeptos participen bien de ella, los jesuitas luchan contra la pobreza estructural montada, favoreciendo a los más afectados, o buscando el bien común más bien; sin embargo, no pretende introducirlos al grupo de personas que dentro de la pobreza estructural viven sin ser afectados, sino más bien, trata de luchar con las bases ideológicas y “culturales” de la pobreza en general. Espiritualmente promueven que sus allegados vivan contraculturalmente, o sea, que vivan una pobreza al menos voluntaria, ante la intromisión ideológica del consumismo, una de las consecuencias conductuales de la pobreza estructural o institucionalizada.

viernes, 24 de abril de 2009

AMERICAN BEATUY


American Beauty
Por Rogelio Zambrana

La película “American Beauty” expone la trágica e irónica vida de una familia norteamericana de clase media. Es una parodia de lo que ocurre con muchas de las familias de la misma clase social y cultura. Del guión de Alan Ball, Sam Mendes hace una obra maestra de la ironía humana; en medio de lo ordinario y aparentemente absurdo de la vida, revela el misterio humano allí encerrado. El mensaje de fondo de toda la cinta es que lo ordinario es más bello de lo que parece.

La cinta tiene importantes bases antropológicas, sociales y psicológicas: la existencia, el misterio de la belleza, la búsqueda de la felicidad, el amor, la libertad, la muerte, etc. Relucen también los temas de la familia, el matrimonio, el consumismo, la dinámica empresarial, la importancia de la imagen corporal, el éxito profesional, entre otros.

Lesther Buenham, el padre de la familia protagonista, era un hombre pasivo, indiferente, despreocupado, alguien ordinario, hasta que se sintió atraído por la adolescente Ángela, mejor amiga de su hija Jane. De esta atracción libidinal- estética, Lesther sostuvo un cambio conductual- emocional y hasta existencial. En otras palabras, de ser ordinario, idiota y aburrido, pasa a ser innovador y desvergonzado; además se preocupa por su imagen corporal. Psicológicamente es un hombre más joven. Pero algo interesante, no deja atrás los valores familiares, manifiesta al contrario, una renovación en sus sentimientos afectivos. Ángela inspiró un cambio en su vida. Para Lesther ella es la belleza: aquel sentimiento de trascendencia que vuelve todas las cosas buenas y especiales. Pero esto no sucedió, sino hasta que Lesther vio a través de ella, descubriendo la verdad de su persona. Sucede que Ángela tenía déficits afectivos. A pesar de su belleza física, difundía una falsa imagen de sí. Ángela logró también verse a sí misma, conocer su estado psíquico y moral en el respeto y acogida que Lesther le ofreció.

Otro personaje interesante es Ricky, hijo del Coronel retirado Frank Fitts, vecinos nuevos de la familia Buenham. El joven vive una situación difícil: su padre es homófobo y deprimente, no le importa golpear a su hijo. Su madre está psíquicamente enferma, quizás por represión de su marido. Ricky consume y vende marihuana. Parece ser que en su abrumadora situación Richy tiene una ruta de escape además de la droga: es un grabador de videos aficionado, y ha descubierto la belleza dentro de cosas aparentemente desagradables como un animal muerto, o en algo tan sencillo y común como una bolsa tirada por el aire. Él se enamora de Jane, hija de Lesther; puede ver en ella algo especial, a pesar que no es tan atractiva para otros.

La belleza está en lo “imperfecto”, hasta en la muerte: la verdadera libertad. Lesther es asesinado por Frank Fitts, por casuales malos entendidos. Las palabras finales de un Lesther muerto expresan mejor lo dicho anteriormente:

“Sé que podría estar bastante enfadado por lo que me pasó, pero es difícil estar enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la viera toda a la vez y es demasiado. Mi corazón se llena como un globo que está a punto de estallar... y entonces recuerdo que tengo que relajarme y no intentar aferrarme a ella, y entonces fluye a través de mí como la lluvia y no puedo dejar de sentir gratitud por cada simple momento de mi estúpida y pequeña vida... No tienes idea de lo que estoy hablando, pero no te preocupes, algún día lo sabrás”.
Noviciado Loyola, 2009.

FE Y JUSTICIA


FE Y JUSTICIA


Por Rogelio Zambrana

Antes de ingresar a la Compañía de Jesús, el binomio fe y justicia y sus implicaciones eran parcialmente desconocidas para mí. Recuerdo bien que en el campamento vocacional de candidatos del dos mil seis, en Santa María Chiquimula, Guatemala, el P. Ignacio Lange S.J. nos llevó una serie de revistas ignacianas para que leyéramos y luego expusiéramos a todos, entre ellas había una que trataba de este misterioso binomio. Fue tanta la impresión que me dio el ver esas dos palabras juntas que no dudé en apartar la revista para mí. Recuerdo que devoré la revista y la expuse tan bien a los demás, que me gané una buena reputación como expositor. Ahora me doy cuenta del porqué del reconocimiento de mis compañeros.

En dicha ocasión, contaba con mi experiencia eclesiástica. Los tres años que estuve en el Seminario no me habían mostrado explícitamente que la fe implica en sí misma la promoción de la justicia social como una pastoral puntual, indirectamente claro que sí. Pero me encuentro con una Orden religiosa que ha optado por la promoción de la justicia, y al mismo tiempo se hace acreedora de una rica experiencia espiritual. Eso causó en mí un asombro lleno de curiosidades y a la vez cuestionador. Pero no estaba tan desubicado, más bien compartía el pensamiento de la mayoría de los católicos. Consideraba a la fe como el producto de mi experiencia con Dios, y la justicia, no más que la caridad, y como mucho, una iluminación a la realidad social a la luz del Evangelio. Pero ver a una Iglesia comprometida con la gente oprimida por las estructuras sociales, y con planes concretos para apoyar su proceso de liberación, me era algo novísimo. Es más, me causaba alegría conocer esa parte de mi Iglesia.

Desde ese momento aprecié más a la Compañía de Jesús, porque me era tan racional que la fe implicara la promoción de la justicia. Pero bien, no todo fue agrado. Desde la vez de mi exposición, pude ser conciente de las grandes dificultades que conlleva esta forma de ver nuestra misión, que no son distintas a las dificultades que pasó Jesús en su ministerio en la tierra, ya que precisamente es Jesús la raíz de nuestra forma de proceder. Las dificultades se agravan, ya que el trabajo queda en manos de hombres débiles como yo mismo.

Pero lo más importante, ¿qué es para mí justicia? Lo justo parte de una realidad concreta, brota de una situación de insatisfacción, inconformidad, reclamo, en otras palabras, de una situación de negativa, de una negación de la vida, principio positivo absoluto. Como bien se sabe, la vida humana y sus manifestaciones es aniquilada de diferentes formas, es lo que podemos llamar factor negativo o de muerte. Pues bien, el clamor de la vida ante la injerencia del factor muerte es lo que yo llamo justicia. Lo que quiero decir es que la justicia no es algo abstracto que se construye de principios universales, es algo más vivo, es una voz humana, una lágrima humana, un esfuerzo humano por lo justo, por la vida. La justicia por tanto, es ante todo, la defensa de la vida y sus manifestaciones. ¿Y no es acaso la fe, la manifestación más significativa de la vida? Ahí su relación y su profunda unidad e implicación.

Jesús dijo y sigue diciendo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10). Aquí se abre un dilema, quizás la causa de que la fe y justicia se vean muchas veces como conceptos aislados. ¿Qué vida nos vino a dar Jesús? ¿Una vida eterna asegurada en el Paraíso, o una vida plena desde ya en la tierra? Al menos la primera es cierta de primeras, pero no puede ser posible que nuestra vida actual sea un continuo morir, una agonía dilatada, una negación de la vida, como si nuestra vida terrena estuviera disociada con la vida celestial que nos espera. ¿No es acaso la misma vida? Pues bien, Jesús sigue siendo nuestro paradigma. Él trató de hacer la vida de los que estaban a su alrededor más digna. Curó enfermos, alimentó multitudes, pero sobre todo, trataba a los demás con respeto y cariño. Defendió a la mujer adúltera, a los niños, sacó de la ignorancia a mucha gente, incluyéndome a mí. Ilustró con su ejemplo el Reino de Dios, infundió un mensaje de esperanza, y sobre todo nos amó hasta el extremo. Evangélicamente es evidente que Jesús parte de un cambio en el corazón del hombre para promover la justicia, lo demás es secundario. La Congregación General XXXII lo dice claramente también: “No es suficiente trabajar en la promoción de la justicia y en la liberación del hombre en el plano social, debe ser atacado por nosotros desde la raíz, el corazón del hombre”.

Desde una crítica constructiva a la fuerza política- religiosa de su tiempo, siempre enfocada al cambio del corazón del hombre, Jesús promocionó la justicia, encarnando en sí mismo el clamor de los oprimidos, de los afectados, de los ignorados, marginados y minusvalorados, e hizo tan pública su demanda que todos, romanos, griegos y judíos, pudieron leer su sentencia de muerte en la cruz.


NOVICIADO LOYOLA, 2009.

lunes, 23 de marzo de 2009

¿QUIÉN QUIERE SER MILLONARIO?

¿QUIÉN QUIERE SER MILLONARIO?
Por Rogelio Zambrana
La película de producción británica ¿Quién quiere ser millonario? es sin duda merecedora de los tantos galardones que ganó. La cinta expone la trágica vida de un muchacho indio llamado Jamal (Ayush Mahesh Khedekar). En el transcurso de la narración el director y productor expone la realidad desnuda de la India, principalmente los problemas de sus gentes.

La secuencia que Danny Boyle usó, fue muy pedagógica, quizás su enorme éxito se deba a esto. Los problemas sociales de la India son encarnados y sobrellevados por Jamal, lo cual resultó altamente formativo para el público. Los problemas sobresaltados son principalmente cuatro: Situación precaria de la niñez y de la mujer; los conflictos entre religiones (hindú- musulmana); el crimen organizado y la mala distribución de la riqueza. De paso el director encarna los valores del país en la gente más pobre y sufrida, en Jamal y Latika (Tanvi Ganesh Lonkar), su eterno amor.

Jamal gozaba de buena niñez antes que una bandada de fanáticos hinduistas mataran a su madre. La personalidad del niño estará marcada por esta “estable” niñez, fruto de su vínculo maternal, ya que se comportará más civilizadamente que su hermano mayor, Salim (Azharuddin Mohammed Ismail Sheikh). Nos damos cuenta sin embargo que carecía de padre, por el hecho que se dedicó junto a su hermano a vivir de la basura en un botadero. A partir de ahí se crea una historia de mutua solidaridad fraternal entre Jamal y Salim, uniéndoseles al poco tiempo Latika.

Esta relación de solidaridad entre los niños pasará por los tantos problemas mencionados anteriormente, hasta que en un momento por las circunstancias se separan. Salim formará parte de un grupo de crimen organizado; Latika se convertirá en concubina del jefe del mismo grupo, y Jamal según parece, trabajará en una compañía de publicidad telefónica, muy comunes en la India. A los años éste encuentra a Latika, y para llegar a ella concursa en un programa de televisión, el cual consiste en una serie de preguntas relativamente difíciles, pero que Jamal responde a cabalidad partiendo de su experiencia en la calle.

Lo interesante de la película es su visión de la realidad a través de la niñez marginada y oprimida. Es una crítica a la sociedad opresora, ya que la cinta muestra los valores humanos en la clase oprimida y devastada por la corrupción de los que tienen el poder. Pero más interesante es la concepción de la vida como un juego, en el cual para muchos (incluyendo a pobres, como fue el caso de Salim) el objetivo vital es ser ricos y poderosos, para otros, conseguir amar sin razones.


Noviciado Loyola
Rogelio David Zambrana Madriz
Panamá, Panamá, 2009

AL OTRO LADO

AL OTRO LADO


Por Rogelio Zambrana


En sus tres partes, el documental “Al Otro Lado” trata de la migración en el mundo de hoy. Gustavo Loza resalta en sus historias algunos de los problemas que afectan a la niñez cuando sus progenitores migran. Los escenarios de migración que escoge son México- E.E.U.U, Cuba- E.E.U.U, Marruecos- España. Quiero referirme en esta glosa -muy mínimamente- a tres cuestiones que resuenan en mí luego de haber visto el largometraje: el porqué de la migración, quiénes son los que migran, y las consecuencias psicológicas y sociales de la niñez que tiene padres migrantes.

El hombre -todos sabemos- es nómada desde sus orígenes. Las causas de la migración serán muchas, pero todas se nutren de necesidades básicas humanas: alimentación, libertad de locomoción, libertad de expresión, recreación, vivienda, afecto, etc. El hombre migra entonces, por necesidad.

En nuestras sociedades modernas, donde cada vez se hace más estrecha la línea que divide a países pobres y ricos, la migración sirve como una vía de escape para sinnúmeros de personas que carecen de estas necesidades fundamentales. En tal situación, los primeros que migran en busca de soluciones a sus problemas, son las cabezas de familia, los responsables de satisfacer las demandas familiares; luego, cualquiera que se sienta abatido por la situación del país de origen.

El problema de la migración de hoy, a diferencia de la de hace muchos años, es la burocracia migratoria que los países sostienen. Esta burocracia es más exigente obviamente, en los países mejor ubicados económicamente, y es a disfavor de los migrantes de países menos afortunados. Esta situación hace mucho más difícil la migración legal, y consecuentemente, la migración se vuelve peligrosa cuando se hace ilícitamente. Por tanto, los que migran no son familias completas, sino los más aptos, que suelen ser –como había dicho anteriormente- las cabezas de familia. Este gravamen posee consecuencias que se matizan menos en unas situaciones que en otras. Pues bien, Gustavo Loza expone algunas de estas situaciones en sus tres historias.

Enumeraré primero las consecuencias sociales y psicológicas de la migración: desintegración familiar, violencia intrafamiliar en los que se quedan, ansiedad, depresión y trastornos de conducta. “La migración reestructura de manera significativa las relaciones familiares: ocasiona cambio de roles, implica la presencia de problemas académicos o de conducta en los pequeños que se quedan al cuidado de los abuelos cuando los padres emigran, dificultades y tensiones en las relaciones de pareja, cuestiones que incluso la reunificación familiar no resolverá por sí sola (Fresneda, 2001)”.

La historia de Prisciliano, el niño michoacano, expone las dificultades que pasan los niños cuando se le asignan roles de familia que sobrepasan sus capacidades: ¡ahora eres el hombre de la casa!, escuchamos en el largometraje al ser “abandonado” por su padre. De igual forma, resalta los problemas académicos que conlleva el trauma de la separación paterno- filial.

Por otro lado, las historias de Ángel, el niño cubano, y Fátima, la marroquí, víctimas también de la ausencia paterna, apuntan no a los problemas del niño en sí, sino los problemas que son desplazados en ellos por las madres que se han quedado solas. Ángel sentía la angustia de la madre, la cual no tenía por lo visto, relaciones amorosas estables. Ángel no podía por tanto, más que añorar al padre perdido. Fátima también sentía la angustia de la madre, y se vio que esta última desplazaba sobre ella cierta agresión que seguramente, era producto de la identificación de la prole con el padre.

Veo muy necesario la creación de estos filmes para la formación de la conciencia popular. Estos temas, por la materia que tratan, no son atractivos para el público. Lo que se debería de hacer, es volverlos atractivos, así alcanzarían mayor popularidad.

miércoles, 18 de marzo de 2009

MIS EJERCICIOS ESPIRITUALES


SÍNTESIS EXPERIENCIAL DEL MES DE EJERCICIOS ESPIRITUALES

Rogelio David Zambrana Madriz

No hay mejor manera de evaluar una experiencia religiosa que partiendo de los frutos que ha dejado en la vida corriente, más que la mejor forma, la única. El inconveniente está en que los frutos no aparecen al inicio de la primavera, sino mucho después. Por eso se me hace comprometido la elaboración de este material.

Los Ejercicios como una reestructuración de la personalidad: Dentro de la personalidad consideraré la memoria, el entendimiento y la voluntad, típico de san Ignacio y su época. Memoria porque precisamente, los Ejercicios Espirituales trabajan en su gran mayoría el pasado de las personas; aunque es imposible cambiar los hechos históricos, la forma de releerlos es particularmente nueva, o más bien, hacemos una lectura generalizada. Entendimiento porque, si no hay una nueva forma de entender lo viejo y lo nuevo, a lo largo, la estructuración del yo bio-psico-social se reordena por el mismo hecho de ver desde “lejos” la historia personal y humana en general. Esto hace posible, durante y luego de los Ejercicios, tender a valorar los hechos desde Dios y el mayor bien posible.

Sócrates decía que imposible conocer el bien, y luego no practicarlo. Aunque se le ha contradicho muchísimas veces, tiene sus razones, al menos desde su experiencia él fundamentó tal consideración con su vida. Esto tiene que ver con la voluntad, la tercera parte de la personalidad. Para que pueda haber un cambio en la voluntad, que es lo que más importa, la memoria y el entendimiento son básicos, pues las acciones estarían vacías. Por ello el conocimiento previo a la acción es importante. En el mes de Ejercicios he desarrollado muchos conocimientos que mueven la voluntad a hacer el bien.

Dichos conocimientos generaron en mi cambios muy generales, y por lo dicho anteriormente, sin carga experiencial todavía, salvo algunas actitudes puntuales que no me corresponde a mi juzgarlas. De hecho, me sentí en los Ejercicios Espirituales como un pequeño pez que sólo ha nadado en uno de los océanos del planeta, el cual no ha recorrido en su totalidad, y más aún, sabe que nunca lo hará. Y un día se dio cuenta que hay todavía más océanos, los cuales tampoco conocerá y experimentará en su totalidad. O como un hombre que al estar parado en la cima de una montaña a la que divisa desde otra montaña, viera que hay otra más, y después de esa, muchas más en el horizonte. Hay tantas que piensa que es imposible subirlas todas en lo que le queda de vida. Tanto el pez como el hombre, sin embargo, se sienten muy bien de estar en esos lugares, limitados, pero con vista amplia hacia todas las direcciones, se sienten seguros de que más allá de todo hay Alguien que está más cerca de ellos que ellos de sí mismos.

Los conocimientos adquiridos son -fundamentalmente- personales. En primer lugar, acerca del invaluable hecho de ser persona, llamado al bien, a la felicidad, a hacerme hijo de Dios. Inherente a este, la conciencia de que hay otros que son lo mismo que yo. Luego, conocimiento de mis obstáculos a mi vocación, mis afecciones desordenadas. Por último, conocimiento de mi deseo de vivir como religioso, y de los medios que pongo para llevarlo a cabo.

lunes, 16 de marzo de 2009

PEQUEÑO MANUAL DE ACOLITADO


PEQUEÑO MANUAL DE ACOLITADO

Por Rogelio Zambrana


I. INTRODUCCIÓN


El presente manual se ha elaborado con el fin de servir de guía segura para el buen ejercicio del ministerio de acolitado en la Parroquia Sagrada Familia, Managua, Nicaragua. El acólito tiene que estudiarlo y aprenderlo, para que con ello adquiera o afiance sus conocimientos teóricos y prácticos. El conocimiento de estas lecciones se evaluarán para conocer si el monaguillo puede ser instituido como acólito oficial en la parroquia, en el caso contrario se tendrá en supervisión.

1. ¿Qué es Litúrgia?

La Litúrgia es el modo de ofrecer culto a Dios; una serie de ritos con los cuales se ofrecen a Dios oraciones santas. La actividad litúrgica más importante en la vida del cristiano es la Eucaristía o la Santa Misa, en la cual Jesucristo se ofrece para nuestro bien. Otros ritos litúrgicos son por ejemplo los bautizos, los matrimonios, las confirmaciones y el rezo de las horas canónicas (Laúdes, Vísperas y Completas). La Liturgia la hacemos todos, el sacerdote, los monaguillos, la asamblea, los lectores y el coro. Los monaguillos son indispensables en el buen engranaje de los rituales litúrgicos.

2. ¿Cómo debe ser la litúrgia?


Como la santa Misa es la fuente de la Iglesia, la Litúrgia debe prepararse y ejecutarse de la mejor manera posible. Todo se debe hacer solemnemente porque es Cristo el que se ofrece por nuestra salvación. Es por eso que a los fieles laicos injertados a la Iglesia por el bautismo deben estar concentes del misterio que se realiza para nuestra salvación. Los monaguillos deben ser colaboradores del orden en la Liturgia, ellos son los que facilitan y alimentan la armonía en los cultos ofrecidos a Dios. La solemnidad y la alegría son los mejores instrumentos con los que pueden contar los monaguillos para ser inspiradores de la devoción en la asamblea de Dios.

3. Ministerio del acolitado

Los monaguillos o acólitos deben ser niños que por su buen comportamiento y preparación son admitidos a colaborar con el sacerdote en el altar. Los monaguillos se deben destacar por su buena diciplina y afabilidad. El no corresponder con estos requisitos es preferible que no suba al altar sino que se quede en la Asamblea, todo para que la Santa Misa se celebre con la Solemnidad que se merece. Para eso se han elaborado ciertas normas internas que de no cumplirse, el monaguillo irregular tendrá que cumplir el elemento correctivo que señale la norma.
4. Institución de nuevos monaguillos
Al igual que la preparación necesaria para hacer un trabajo civil, al futuro monaguillo se le debe capacitar para que pueda ejercer correctamente su ministerio, para luego ser admitido como un monaguillo oficial. La preparación es un trabajo serio, por tanto, el monaguillo debe portarse bien, colaborando en todo con el tutor. El orden en las reuniones es de vital importancia, así como la asistencia. Las reuniones son los sábados a las 5:00 p.m. o la hora que haya indicado el tutor. Antes de la institución se tendrá un retiro espiritual en el cual no se puede faltar. La celebración de la Institución se planeará con el párroco.

II. CONCEJOS PARA UNA BUENA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

1. Traer la sotana y el roquete limpio. Preferiblemente traer zapatos negros o cafés. Traer peinados tradicionales. Manos limpias y uñas aseadas y cortas.
2. Presentarse 15 minutos antes de la Santa Misa. Sólamente el monaguillo que use incensaio deberá venir 30 minutos antes.
3. Consultar la nómina o el rol en la sacristía o con Don Oscar.
4. Al monaguillo que le corresponada usar incensario en la semana deberá percatarse que haya carbón y gas. Lo mismo al monaguillo que use naveta deberá comprobar si hay o no incienso para toda la semama.
5. Al monaguillo que le toque llevar la Cruz deberá traer guantes blancos y observar que la Cruz esté limpia antes de la Misa.
6. Todos los monaguillos deben estar 5 minutos antes de cada celebración litúrgica en formación preestablecida esperando al sacerdote celebrante.
7. Los monaguillos mayores deben velar por el buen funcionamiento de la litúrgia, sea antes de la celebración, en la celebración como después de la celebración.
8. Todos los monaguillos deben estar atentos en las celebraciones litúrgicas, no deben dormirse o distraerse. Cada quien adquiere un cargo o una función que debe ser realizada en su tiempo y en calidad.

III. Funciones para cada monaguillo

1. Uso del Incensario y naveta
1. Sólamente se usa incensario en los días domingo y en las solemnidades. Los días jueves sólo se usa al exponer al Santísimo en la custodia.
2. Se usa incensario en la procesión de entrada, a la hora del Evangelio, en el ofertorio y en la Consagración.
3. El incienso y la naveta deben estar prácticamente listos al comienzo de la segunda lectura. A penas se entone el canto del Aleluya se dirigen al sacerdote celebrante que está en la Sede. El monagillo que lleva incienso sale de la sacristía y se dirige al lado izquierdo del sacerdote. El monguillo que lleva naveta se levanta de su silla y se dirige al lado derecho del sacerdote. Esto quiere decir que se entrecruzarían para ubicarse correctamente. Ambos hacen reverencia al sacerdote y se arrodillan. Por último ambos monaguillos deberan levantar los instrumentos a una altura considerable al celebrante, luego levantarse con cuidado, hacer reverencia y ubicarse en sus respectivos puestos.
4. Al monaguillo que lleva incensario se le recuerda que no debe quedarse en la lectura del Evangelio, sino irse a ajustar el incensario para que esté óptimo para el ofertorio.
5. Entre el canto del ofertorio el monaguillo que lleve incensario junto con el que lleve naveta deberán estar listo a que el sacerdote termine de preparar el altar para exponerle con solemnidad los instrumentos. Recuerden la posición formal y adecuada. A la hora de incensar al pueblo el monaguillo debe ponerse delante del altar y cuidar que se encuentre en el centro del mismo.
6. Entre el canto del Santo los monaguillos que lleven incensario y naveta deberán ubicarse enfrente del altar, sobre la segunda grada.Recuerden que deben ir conjuntamente para dar armonía al rito. Cada quien debe conservar su lado a la hora de arrodillarse. Por último harán juntos reverencia. El que lleve naveta se irá a su silla y el que lleve el incensario irá a botar el carbón del incensario, luego lo guardará en la sacristía y se sentará en su lugar.
2. Uso del Misal El monaguillo que use el Misal debe prepararlo antes de la Misa con la ayuda del Sacerdote celebrante si es necesario.

1. Ritos iniciales: Aunque usualmente el celebrante lo domina de memoria, deberá tomarse en cuenta por cualquier situación improvista. Se en cuentran en la página _______.

2. Acto Penitencial: Al igual que los ritos iniciales no deben obviarse. Se encuentran en la página _______.

3. El Gloria: Si no hay coro en las Misas dominicales o solemnidades deberá prepararse el gloria. Se encuentran en la página _______.

4. Oración colecta: Es la primera oración base de la Santa Misa. Esta varía según el Tiempo litúrgico y el carácter de la Misa (difuntos, quince años, Misas votivas, Misas Rituales).

5. Credo: Se reza los días domingo y en solemndades. Hay dos versiones que encuentran en la página _______.

6. Preces u oración de los fieles: Estas se rezan en todas las misas siempre y cuando se deseen. Se leen de la revistas mensuales, del libro de preces o del misal. Se encuentran en la página _______.

7. Oración sobre las ofrendas: Es la segunda oración medular de la Santa Misa. Se lee luego de la preparación del altal para la liturgia eucarística.

8. Prefacio: Es la proclamación anterior a la oración consacratoria. También varía según el Tiempo litúrgico y el caácter de la Misa. Se encuentran en la página _______.

9. Plegaria eucarística: Es la plegaria de la consagración del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Termina con la doxología. En el Misal se encuentran cuatro principales, luego otras cuatro extras, tres plegarias de la reconciliación y cuatro plegarias para niños. Se encuentran en la página _______.

10. Rito de comunión: Comienza con el Padre nuestro y termina cuando el sacerdote come la cena del Señor junto a los fieles. Se encuentran en la página _______.

11. Oración tras la comunión u oración postcomunión: Es la última oración de la Santa Misa.

12. Bendición final: Si hay bendición solemne se encuentran en la página _______ o si no en la página _______ aparece la bendición común.

3. Preparación del altar

La función del monaguillo Preparador consiste en trasladar el Cáliz con la patena, los copones y las vinajeras de la credencia al altar. Esto debe hacerse con mucho cuidado. Se hace al comienzo de la liturgia eucarística.
Antes de cada misa debe percatarse de que esté todo en orden: Corporal, patena, cáliz, purificador, vinageras (vino y agua) y los copones. Debe también pasar a tiempo el recipiente del agua a la hora de que el sacerdote esté purificando. Y por último trasladar los vasos sagrados de regreso a la credencia.

4. El lavado

El lavado se hace en el lado lateral derecho del altar, se hace una inclinación o reverencia ante el sacerdote; se echa agua sobre las manos (despacio para no tirarla al suelo) y se presenta la toalla desplegada, para que pueda secarse sin tener que desplegarla el sacerdote; al final se vuelve a hacer una reverencia y se deja en su sitio.

5. Patena

Esta es una función secundaria que estará a cargo de los monaguillos que usen la cruz alta y el que use naveta. Sólo si no están los cargos completos se omitirá este orden.
La bandeja de la comunión sirve para que no se caiga ninguna partícula de la Hostia al suelo, porque creemos que en cada parte, por pequeña que sea, está Jesús completamente. Por eso hay que ponerla bien, bajo la boca o bajo las manos de los que reciban la comunión para que no se caiga nada. No hay que volcarla en ningún momento. Al terminar, con mucho cuidado para que no caiga nada, se pone encima del altar, en el lado derecho para que sea purficada.

6. Campana

La campana sirve de llamada de atención a los fieles que participan en la Misa ante algo importante. Se toca para avisar al momento más importante de la Misa: La Consagración, donde Jesús se va a hacer presente bajo las especies de pan y vino. Los momentos oportunos son:
1. Al comienzo de la «Epíclesis» o invocación al Espíritu Santo. El sacerdote lo indica poniendo las dos manos sobre el pan y el vino, en este momento los fieles han de ponerse de rodillas y se toca la campana con un toque.

2. Al elevar el Cuerpo de Cristo. Tras la consagración del pan, el sacerdote muestra a los fieles el

pan consagrado, en este momento se hacen tres toques cortos con la campanilla para que miremos y adoremos a Cristo

3. Al elevar la Sangre de Cristo. Tras la consagración del vino, el sacerdote muestra a los fieles el

cáliz, en este momento se hacen tres toques cortos con la campanilla para que miremos y adoremos al Señor.
4. Tras la segunda genuflexión del sacerdote. Se hace un toque para invitar a los fieles a ponerse en pie.

7. Cruz

Al monaguillo que lleve la Cruz alta se le pide que tenga guantes blancos. La cruz se lleva en la procesión de entrada y en la procesión de las ofrendas. En la procesión de las ofrendas debe tomar la cruz e irse a la parte trasera del templo cuando se termine de rezar el credo, si no hay preces debe ir al comienzo del credo, para darle tiempo a las personas que se formen detrás suyo con el debido orden. También se lleva cruz en las procesiones fuera del templo. No se lleva cruz en la procesión de salida corta, ni salida larga, sólo si el sacedote lo desea. Tampoco se lleva en las procesiones del Santísimo, porque es Jesucristo eucaristía el que preside.

8. Cirios

Los cirios se ocupan en ocaciones solemnes y en precesiones fuera de la parroquia o cuando el sacerdote lo decida. Los cirios son dos, el uno no se desentiende del otro, por tanto los monaguillos que los lleven deben tener un sentido de orientación óptimo para el cargo. Los cirios en las procesiones van a la par de la cruz alta, o si hay evangeliario van a la par de este. En este caso la cruz va al frente de la procesión, siguiendole el incensario y la naveta y después el evangeliario en medio de los cirios.
Los cirios se usan principalmente a la hora del Evangelio. Estos deben ponerse de acuerdo con los monaguillos que usen el incensario y la naveta para que desfilen en el siguiente orden: Cirio, incensario, naveta y el otro cirio. Otra ocación donde se usan los cirios es en los días jueves, en la procesión del santísimo. Los cirios van delante del incensario y la naveta.

III. PROCESIONES

1. Procesión de entrada

1. Ordenarse correctamente antes del último toque de campana.
2. Mantener 3 ladrillos de distancia entre cada uno de sus compañeros.
3. La velocidad no debe ser mayor o menor sino a como se practica.
4. Se debe caminar solemnenemente con postura de monaguillo, viendo hacia el altar y con las manos juntas a la altura del pecho.
5. Al tiempo de subir las gradas, la fila de la izquierda deberá tomar el lado izquierdo del presbiterio y la fila de la derecha el lado derecho del presbiterio.
6. Los monaguillos que lleven el incensario, la naveta, los cirios y la cruz suben sin hacer reverencia cada quien a su posición correspondiente.
7. Los monaguillos que lleven los cargos de misal, preparador, lavado, campana y patena deben formarse en línea ante el altar cada quien en el lado que le corresponda, esperar al sacerdote y arrodillarse junto con él ante el Santísimo, y luego hacer reverencia al altar. Por último hay que dejar pasar al sacerdote y cada quien a su lugar.

2. Procesión de salida larga

1. Todos los monaguillos se deben poner de acuerdo para hacer una procesión en orden. A fin de la oración de la comunión todos los monaguillos paralelamente igual a como se formaron para hacer la procesión de entrada deberán desfilar cada quien con su pareja hacia abajo del presbiterio. Al llegar abajo todos se darán la vuelta hacia el altar para esperar al sacerdote, para luego desfilar hacia la puerta principal del templo.
2. Los monaguillos que lleven incienso, naveta y cruz no desfilarán con sus utencilios sólo si la situación lo amerita.

3. Procesión de salida corta

1. Al fin de la oración de comunión todos los monaguillos deberán formarse al lado derecho del altar cada quien con su pareja establecida y viendo hacia el pueblo. Luego, cuando el sacerdote haga reverencia al crucifijo todos deberán hacerlo junto a él, y por último darán media vuelta de forma simultanea hacia la sacristía. Por último darán gracias a Dios por la celebracióm junto al sacerdote.
2. Los monaguillos que lleven incienso, naveta y cruz no desfilarán con sus utencilios.

4. Procesiones fuera de la Parroquia

Este tipo de procesiones requiere de mucho cuidado y experiencia. La formación es más variada y tiene mucha importancia seguir un orden según el tamaño del monaguillo. Se lleva cruz alta, incienso, naveta y cirios. Se pueden omitir todos estos cargos si la situación lo requiere. Los monaguillos son los que dirigen la procesión, por tanto la velocidad debe ser tomada en cuenta. Siempre se debe ir al lado derecho de la calle para no poner en peligro a la gente y a ustedes mismos.

V. Tipos de reverencia

1. La reverencia común se hace estando en pie, delante de lo que voy a reverenciar y se inclina la cabeza despacio. Se hace esta inclinación ante el obispo o al sacerdote durante la Misa, cada vez que me acerco a entregarle algo, a ponerle el libro o a lavarle las manos. Por el sacramento del Orden sacerdotal ambos representan a Jesucristo, y esta es una manera de honrar a ese Jesús que representan. También se debe hacer ante el Altar porque está consagrado y representa a Jesucristo que se ofrece en él. Y ante el Crucifijo que preside.
2. La genuflexión se hace de la siguiente manera: Se adelanta como medio metro el pie izquierdo sobre el derecho, y baja la rodilla derecha hasta que toque el suelo. Se hace siempre que pases por delante del Sagrario, al comenzar y al terminar la Misa.
3. En genuflexión profunda se está cuando se permanece arrodillado. Debe hacerse durante la Consagración eucarística y cuando el Santísimo esté expuesto en la custodia. Es un signo de adoración y contemplación.


VI. Normas generales para cada celebración litúrgica

1. Traer la sotana y el roquete limpio.
2. Estar en silencio, guardando la postura de monaguillo.
3. No comer, ni beber, ni mascar goma.
4. No levantarse por ningún motivo, cuando no sea el momento señalado por la liturgia.
5. Cumplir el rol preestablecido
6. Tomar con cuidado los objetos sagrados.
7. Asegurarse de que todo esté en orden y limpio antes de cada celebración.
8. Si se cumplen tres días de inasistencia a las reuniones semanales sin constancia alguna de su falta, el monaguillo además de que no puede acolitar en la semana, se le pondrá una pena de suspención mayor según lo juzgue el tutor o el sacerdote.
Cualquier incumplimiento de estas normas y otras diciplinas dará cuentas de que el monaguillo no es idóneo para ejercer el ministerio. Por tanto se tendrá suspendido por el lapso de tiempo fijado por el tutor o por el sacerdote. El monaguillo mientras cumple su sanción tendrá que asistir a Misa y presentarse ante el tutor o el sacerdote para hacerle ver que está cumpliendo su corrección. Solo así podrá seguir en el camino de la perfección obtenida con el servicio a Dios y a los demás en el altar.

VII. Ritual de institución para nuevos monaguillos

1. En la misa de institución los monaguillos que se admitirán al ministerio podrán participar de la procesión de entrada.
2. Los monaguillos que serán instituidos se sentarán en la primera fila de las bancas del templo, junto con sus familiares.
3. Después de la homilía el tutor presentará al sacerdote y a la asamblea a los monaguillos que se han preparado para der instituidos.
El tutor puede decir las siguientes palabras: “Que se pongan de pie los llamados al ministerio de monaguillos”. Padre N. y miembros de la parroquia N. Estos jóvenes miembros de la parroquia han pedido desempeñar el ministerio de monaguillo durante nuestras celebraciones litúrgicas. Se han preparado durante muchas semanas, mediante estudios y práctica, y ahora están listos para ser llamados al servicio de la mesa de Dios.
El sacerdote que preside puede decir: “Gracias N. por el trabajo que has hecho al prepara a estos monaguillos para sus deberes importantes. En el nombre de todos los miembros de la parroquia, tengo el placer de llamarlos al ministerio del altar. Los invito a todos ustedes a mostrar su aprobación y apoyo con aplusos”.
Oración: “Hermanos y hermanas vamos a rezar todos aquí para todos los que desean ser monaguillos aquí. Le pedimos que les colme de bendición y que los fortalezca para servirlo fielmente en esta iglesia”. (pausa para orar). “Dios misericordioso, tu hijo Jesucristo vino a nosotros, no para ser servido, sino para servir a sus hermanos y sus hermanas con amor. En su nombre, te pedimos que bendigas + a estos jóvenes que han sido llamados al ministerio de monaguillos. concédeles permanecer fieles en su ministerio. Que su reverencia en esta casa sagrada nos de un ejemplo de verdadero culto, y que su ministerio generoso te dé gloria. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor”. Amén.

Si el párroco lo juzga conveniente puede en este momento dar al monaguillo instituido un signo de su institución. Puede ser una cruz, una medalla, ponerle el roquete o un abrazo de bendición.