domingo, 15 de agosto de 2010

MANUAL DE LOGOTERAPIA PARA CASOS DE ADICCIÓN


Por Rogelio Zambrana

Un manual de este tipo significa un apoyo a lo que ya se está trabajando en terapias de adicción desde los diferentes enfoques psicológicos. Quizás ¿qué podría aportar a esta causa la logoterapia? Es el motor que mueve esta investigación. Sin embargo, la tarea es amplísima e imposible de cuadrar en tan poco tiempo y sin la experiencia necesaria. El interés mío está puesto más en la construcción del cuadro teórico y cómo sugiere, da pautas al psicoterapeuta para enriquecer su trabajo en casos de adicción.

Comenzaré dando una descripción de lo que es la logoterapia, la adicción y cómo se relacionarían ambas en el trabajo terapéutico. La logoterapia es una corriente psicoterapéutica humanista-espiritual que tiene como base primordial el trabajo del sentido de la vida para la sanación psíquica e introducción consiguiente en la sociedad del paciente. Si entresacamos palabras claves resumimos así nuestra definición: es una terapia que trabaja el sentido de la vida para introducir nuevamente al enfermo a la sociedad.

De hecho, se parte de que el adicto es un enfermo físico-psíquico, que desde un enfoque social, está fuera de la sociedad mientras es disfuncional a esta. Por supuesto que hay grados de adicción, unos menos graves que otros. La adicción, que es una dependencia a un fármaco, droga, persona, cosa, alimento, sexo, juego, etc., está caracterizada por la modificación del comportamiento a tal punto que la persona se vuelve contra sí misma, y contra la sociedad consecuentemente. Fisiológicamente, todas las personas, unas más que otras, están predispuestas a cualquier adicción. Psíquicamente pasa del mismo modo, nada más que ésta prima sobre cualquier injerencia física. Sin embargo, las terapias están desarrolladas entendiendo la adicción como un fenómeno común. En este caso, la logoterapia da énfasis en la parte psíquica, espiritual, trascendental del individuo.

La logoterapia para adictos consistirá, a grosso modo, en el diálogo con el enfermo para que él redescubra el sentido de su vida, y cómo afectan sus compulsiones su realización. De esta forma, crear una tención existencial que acabará por formar los valores necesarios para que el individuo trate su enfermedad más efectivamente. Es notable que la logoterapia sea una herramienta solamente, sin embargo, a mi modo de ver, es como la llave para todo posible saneamiento.

De esta forma comenzamos nuestro adentramiento a la logoterapia para casos de adicción. Nuestro principal objetivo es crear un marco teórico logoterapéutico con insinuaciones prácticas que puedan ser tomadas en cuenta en el tratamiento para adictos.

I. Importancia del aporte de la logoterapia.

Antes, quisiera hacer una breve presentación de la logoterapia desde su fundador, Víctor Frankl. La logoterapia no es simplemente una psicología alternativa, es considerada la tercera escuela de psicología después del psicoanálisis de Freud y la Psicología Individual de Adler. Frankl la hizo famosa por ser una vía de equilibrio entre los extremos de sus predecesoras. La principal aportación fue que abogó por la libertad y la voluntad frente al determinismo, por la espiritualidad frente al materialismo. Frankl tuvo un gran éxito y aceptación porque su nueva orientación psicológica estaba sustentada en su experiencia como judío en el campo de concentración nazi de Auschwitz: una experiencia de sobrevivencia extrema que fue posible soportarla gracias al apoyo en su sentido de vida, frente a otros camaradas que lo perdían, llegando a suicidarse o morir enfermos por la desmoralización. La mejor enseñanza de esta experiencia es: el hombre es siempre libre. Su mensaje está plasmado en el libro: El hombre en busca de sentido, un libro conocido mundialmente.


A diferencia de las corrientes psicológicas, como los distintos tipos de psicoanálisis y de conductismos, en los cuales se le resta importancia a la persona como ser volitivo, libre y responsable, la logoterapia exalta más bien dichas facultades y propone potenciarlas para curar al enfermo. El psicoanálisis por ejemplo, busca descubrir lo que está reprimido en el inconsciente para dar mejoría al paciente. Lo que sucede es que intenta descargar de responsabilidad a la persona objetivando el mal en un suceso del pasado y reprimido: el síntoma es quien tiene que cargar con la responsabilidad de la compulsión entonces, no la persona misma. De esta forma es más difícil que el paciente acepte el problema; cuando despersonaliza su afección, luchará contra algo que no puede controlar, algo que le sobrepasa, mientras que si toma la total responsabilidad sobre el problema, será más fácil combatirlo. Esto no es desacreditar el psicoanálisis, que es muy válido, sino, es darle una orientación que facilite o mejore la recuperación del paciente. En otras palabras es, cambiar el cómo o la manera de orientar la terapia. La logoterapia tendrá que hacer que la persona sea responsable de su compulsión. Esto parte de una antropología existencial que reza que: La conciencia y la responsabilidad constituyen los dos hechos fundamentales de la existencia humana, esto se traduce en una fórmula antropológica: Ser hombre equivale a ser consciente y responsable. (Frankl, 1970)

Otro gran aporte es la importancia que se le dio ''al otro'' dentro de la psicología. Anteriormente, en la psicología, ''el otro'' tiene un valor práctico, simplemente para explicar ciertas patologías donde están inmiscuidos roles de otras personas sobre las conductas del paciente. Ejemplo: los padres y el complejo de Edipo. En la logoterapia ''el otro'' es el que no solamente configura mi ser y mi conducta, es más aún: ''el otro'' es el que me hace ser: soy en cuanto tú eres. Tú me haces ser. Todo ser es siempre substancialmente, un ser-otro, y sólo mediante la referencia de un ser a otro ser podemos constituir ambos, todo ser es un ser-en-relación. (Frankl, 1970) Esta es una injerencia antropológica en la psicología que no se había planteado antes: el ser humano no se explica como un ser individual, sino como un ser relacional. Esto constituye un gran aporte porque el ser humano deja de entenderse como un ser inmanente en sí mismo, cerrado y absoluto, y se vuelve trascendente. La ventaja es que se puede tratar al paciente desde otro medio, más que por su misma condición psíquica. Ya sea por su espiritualidad o por sus relaciones interpersonales.

En el caso de la terapia dialógica, mientras se da la trasferencia, el ''yo'' no se vuelve ''yo'' sino en el ''tú''. El terapeuta es fundamental, ya que es el motivador, de él depende mucho la sanación del enfermo. Es la persona en la cual el enfermo verá más allá de sí mismo. En el enfermo promoverá un cambio de perspectiva, lo cual permitirá que el paciente aspire a algo nuevo, que sobrepase sus mismos límites; será algo igual o más valioso que su misma vida, dependerá de cómo esté su autovaloración. En el caso de los adictos, que tienen baja autoestima, habrá que elevárselas proponiéndoles algo más valioso, y así superar su desvalorización. Es verdad que la persona valora tanto como ella se valora a sí misma, pero, es capaz también de trascender esta ecuación, si no, no hubiera nunca mejoría alguna.

II. Trascendencia humana.


El ser humano es un ser trascendente porque es capaz de valorar más y más allá de sí mismo. El problema de la trascendencia se resume de hecho en esta pregunta: ¿Es el hombre capaz dar más de sí? El mayor indicio para dar una respuesta afirmativa es el amor. El amor entendido como la voluntad de querer. Amor es voluntad de querer. Para Freud el amor es solamente un epifenómeno, un fenómeno secundario producto de nuestra actividad cerebral, de nuestras tendencias inhibidas, sublimaciones. Para la logoterapia es una experiencia primordial y necesaria. El amor es una representación de la voluntad de sentido.

La meta del psicoanálisis es la de adaptar al individuo y sus instintos al mundo exterior, reconciliarlos con la realidad, renunciando a los sentidos, a lo instintivo, a los impulsos predecesores de la voluntad. En cambio, la logoterapia desarrollará en el individuo ese querer impulsivo, la voluntad, el querer por parte del ''yo''. Sin embargo, los impulsos no son entendidos como meros instintos animales. Los impulsos o instintos se comunican con los valores, con lo trascendental en el ser humano, con su espíritu. En la terapia lo que se hace entonces, es un salto de lo instintivo a lo espiritual, entendiéndolo como una misma esencia. Partiendo de las dinámicas afectivas de las patologías, la persona llegará a sus angustias espirituales, sobrepasando el encierro obstinado racional-material en la cual se halla sumergida por la dependencia o adicción. La tarea del terapeuta será pues, que el paciente llegue a una visión de los valores y del mundo que sea de su propia autoría, pero a la vez, trascendente.

Frankl combate el materialismo y la reducción sociocultural que se le ha dado al hombre. Lo más importante, y que define al hombre, es su libertad. Por eso, antes de diagnosticar una patología redujenendo al paciente a lo material o sociocultural, la logoterapia antepone una frustración existencial, que en sí y por sí misma no tiene nada de patológico. También le llama neurosis noógena. Esto supone una superación del psicologismo: una captación del problema a la luz de la razón. Según esta antropología, la persona se vuelve transparente, y se distancian emocionalmente del problema, lo que significa, que podría combatir su complicación en una mejor posición.

III. Lugar de la logoterapia en las terapias con adictos.


Como decíamos al principio, la logoterapia es un recurso, no puede ni debe sustituir a la psicoterapia, sino sólo complementarla. Se deben separar los componentes logoterapeúticos de los psicoterapeúticos, pero sin olvidar que ambos se combinan y forman una unidad de la acción médica. (Frankl, 1970) ¿Cómo se hace? Creo que eso dependerá del terapeuta y del paciente. Lo que se puede hacer, es plantear los dos tipos de terapias para que el terapeuta discierna dónde y cuando intergrar ambas dinámicas en el paciente. En este caso, explicaremos el papel de la logoterapia.

La logoterapia trabaja el espíritu, y los resultados que se esperan del paciente, serían creaciones del espíritu. Una creación espiritual es irreductible a lo psicológico, porque lo espiritual y lo anímico son magnitudes inconmensurables… Todo lo espiritual se rige por leyes propias. (Cfr. Frankl, 1970) El espíritu es la capacidad que tiene el hombre para conservar su libertad ante los extremos más ''violentos''. Es cierto que el hombre está determinado biológica, psicológica y sociológicamente, en realidad no es libre de algo –dice Frank, sino para algo; es libre para tomar una posición frente a todos sus condicionamientos… Debe ser emocionante que una persona adicta que piensa que está condenada a seguir así por el resto de su vida crea esto: que frente a esos condicionamientos enormes que tiene, es libre aún para decir basta. El hombre es un ser de posibilidades, y dentro de esas posibilidades está el no dejar nunca de fabricarlas. La mejor posibilidad que podría cuajar un adicto: la de dejar de ser dependiente.

La logoterapia para comenzar a funcionar en el tratamiento, requeriría que se realizara primero un diagnóstico al paciente, una ''mirada-a-través'', referida a la razón que se esconde tras el mal, al sentido que tiene la enfermedad, al sentido trascendental, existencial. En otras palabras, y más concretamente, que se le examine su sentido de vida. El problema del sentido de la vida no debe interpretarse como un síntoma sino como algo que expresa lo más humano que tiene el hombre. El problema del sentido de la vida, planteado de un modo radical, puede llegar a avasallar totalmente al individuo. (Frankl, 1970)


Luego, suponiendo efectivamente que el problema se deriva de una distorsión o carencia en la voluntad de sentido, el terapeuta deberá de redescubrir o fortalecer esta fuente primigenia de la vida, recurriendo a la fe en un sentido superior, valores, personas valiosas, ideales, Dios, etc. Esto tiene una importancia psicoterapeútica y psicohigiénica invaluable. Frankl llama a esta capacidad humana ''fe creadora'', hace al hombre más fuerte, como auténtica fe que es, nacida de una fortaleza interior. Para quien se hace fuerte en esta fe no existe nada carente de sentido. Por lo tanto, la historia interior de la vida del hombre nunca acaecerá en vano. (Frankl, 1970) Luego de recuperar la fe, la ''fe creadora'', el sentido de vida, viene la lucha entre la voluntad de sentido y los condicionamientos, que en caso de los adictos, están muy arraigados.

IV. El sentido de la vida frente a los condicionamientos biológicos y sociales.

El sentido de la vida es el motor que hace que la persona funcione. Es el motivo para seguir existiendo. Cada persona, indiscutiblemente, se formula un sentido de vida con la cual regirá su comportamiento; éste trasciende de tal modo a la persona que es capaz de liberarla ante cualquier mal desvío de la voluntad, regresándola a su camino original. En la espiritualidad jesuítica el sentido de la vida toma el nombre de ''principio y fundamento'', y tiene diferentes nombres en otras espiritualidades o cosmovisiones, sin embargo el significado es el mismo. El sentido de vida es el principio de la vida y el fundamento de toda posibilidad de acción. El amor, cariño, comprometimiento a Dios, al mundo, a la vida, a la familia, a los hijos, etc., son innumerables e irreducibles.


Los condicionamientos fisiológicos y sociales pueden servir de ayuda o ser impedimento para el desarrollo de la voluntad de sentido de las personas. Es un hecho que el tener voluntad de sentido no significa que automáticamente se viva de ello, por lo que sobrepasa cualquier determinación; se vive en libertad. De ahí que la voluntad de sentido exija un alto grado de responsabilidad, por la capacidad creadora que posee.

Ante la indeterminación de la voluntad de sentido se ciernen gran cantidad de determinantes que se rigen por el principio de placer, y crean tención en el individuo. En la realidad, el placer no constituye la meta de nuestras aspiraciones, sino que es la consecuencia de su realización –dice Frankl. Existen ciertos estados o circunstancias en los que el placer puede constituir la meta de un acto de voluntad. En general, el hombre no quiere el placer, sino que quiere lo que quiere, por lo tanto, si el placer fuese el real sentido de la vida, habría que llegar a la conclusión de que la vida carece de todo sentido. Por lo que el placer es sólo un estado; es un proceso que se desarrolla en la sustancia gris del cerebro. (Frankl, 1970) En los casos de las adicciones, de cualquier tipo, el placer opera más impetuosamente, doblegando más fácilmente a la voluntad, pero, igualmente no es un un acto en sí mismo, sino producto de un problema, principalemte de autoestima, generado por cualquier tipo de situaciones en las que se mueve el individuo. Se puede decir que el adicto no es adicto por el placer que causa su adicción, sino porque genera situaciones en los que puede escapar de su realidad, fugas existenciales. Entonces el placer no es un fin en sí mismo, es una consecuencia no más de un querer, de un ''yo quiero'' que lo sobrepasa. En otras palabras, el adicto se vale del placer de su adicción por tratar un problema más personal. Esto no niega la dependencia físicoquímica de las drogas, de algunos alimentos o de acciones o actos, sin embargo, reconoce que están en segundo lugar. Por esto la importancia que juega la logoterapia, en hacer redescubrir o revalorar el sentido de vida del paciente, que sí está en primer lugar.

En conclusión, el terapeuta debe superar el concepto del hombre presensista, el hombre que se aferra a los estados de placer, sin salir para nada al reino de los valores. Valores que son los motivos para vivir, el sentido de vida, y los únicos que pueden ofrecer una vida realmente humana al individuo. Y a pesar que el sentido de la vida está también condicionado a una situación, la vida del sujeto que es única e irrepetible, los valores no dejan de ser universales. Es más, los valores amplían las posibilidades de los sentidos, de los placeres al máximo. Los adictos pueden encontrar en los valores, mayores emociones y mejores placeres.

V. El reencuentro del adicto con su sentido de vida.

¿Cómo el terapeuta puede generar el reencuentro del adicto con su sentido de vida? Digo reencuentro porque el hombre necesariamente tiene formulado uno, lo que no significa que sea el único para toda la vida. El sentido de vida va evolucionando mientras el individuo va desarrollado y siendo afectado por factores externos e internos. Sin embargo, éste puede pasar de desapercibido con o sin querer. Pues bien, ¿qué puede esperar un adicto de la vida? El adicto no deja de ser persona, no más que su sentido de vida está ''agonizando'', el adicto puede esperar mucho de la vida. Entonces, ¿cómo hacer que la persona vuelva a sentir?

Hay que transferir, lo que Frankl llama, ''valores de actitud'': el cómo debe posicionarse el adicto ante su situación, porque lo que importa es la actitud que el hombre adopte ante un destino ''irremediable''. Lo importante es como el hombre lo soporta. Se trata de actitudes humanas como el valor ante el sufrimiento, o como la dignidad frente al fracaso. La posibilidad de llegar a realizar esta clase de valores se da siempre que un hombre se enfrenta con un destino que no le deja otra opción que la de afrontarlo… (Frankl, 1970) El sufrimiento mismo vale mucho, lo que para el adicto quizás sea un infierno, el terapeuta tendrá que hacérselo ver como su mayor riqueza, lo que le hace ser digno, y desde ahí operar el tratamiento, con una revalorización de sí mismo que le acompañará en todo el proceso de recuperación. … y un instante por más fugaz que sea, puede proyectar retrospectivamente un sentido sobre la vida entera –dice Frankl.


Ese instante en que el individuo se recrea así mismo no puede ser superficial, debe ser real, y para que sea de ese modo debe haber una aceptación de sí mismo y todo lo que eso conlleve. El hombre no debe olvidar sus problemas, sí apartarse de ellos en el sentido que no los pone en segundo plano. En otras palabras, reconocer que existe esa fuerte tención entre su adicción y los valores que está asumiendo. Luego, lo más relevante será que poco a poco el paciente vaya construyendo su camino de recuperación, hacia el cumplimiento de su propia misión. Cuanto mejor comprenda el carácter de ''misión'' que tiene su vida, tanto mayor sentido tendrá su vida para él. Misión no significa solamente un objetivo, sino una responsabilidad. En esto se diferencia la psicodinámica de la logodinámica o noodinámica, en que esta última constituye una situación de libertad: al mismo tiempo que impulsan los instintos, los valores atraen, y la persona puede decidir entre ambas. Este enfoque existencialista, cita Frankl a Rollo May, pone de nuevo la decisión y la voluntad en el centro del cuadro. (Cfr. Frankl, 1970)
VI. La libertad humana.

El hombre es libre y sus condicionamientos son únicos e irrepetibles. En la terapia esto tiene una gran repercusión, ya que el terapeuta no le puede dar el sentido a la vida del paciente, sino que tiene que ser encontrado por la propia persona, para que así pueda ser asumido con más pertinencia y efectividad.

La libertad del hombre no significa ausencia de condicionamientos, sin ellos la libertad fuera imposible, porque ¿libertad de qué? La libertad sólo puede ser libertad frente a su destino, un comportarse con el destino. El hombre se define como un ser que va liberándose en cada caso de aquello que lo determina (como tipo biológico, psicológico y sociológico); es decir, como un ser que va trascendiendo todas estas determinaciones al superarlas o conformarlas, pero también a medida que va sometiéndose a ellas. (Frankl, 1970) Y sin embargo, la libertad no significa que el hombre tenga una predispocición a elegir el ''buen camino'', al contrario, es una falta de predisposición intelectual sobre un destino biológico, psicológico y sociológico. El hombre es un ser indeterminado sobre factores determinantes. Esto significa que la libertad no orienta al hombre hacia algo, más bien, es la no orientación de nada. Por ello, el hombre, libremente, puede destruirse así mismo también, como acurre con el adicto. Lo que sí es enormemente importante, es que la persona puede situarse entre los determinantes neutralmente, asumirlos o no, superarlos o no. La persona trasciende todo tipo de circunstancias, con mucho esfuerzo sí, pero las trasciende.

En el caso del adicto, que se está destruyendo así mismo, está asumiendo libremente dejarse al margen de sus determinantes y predisposiciones, olvidarse en su destino somático, psicológico o sociológico. Dejarse al margen del destino somático Tandler lo llama ''fatalidad somática'' del hombre, menciona Frankl. Y esta actitud es libre. Prueba de ello es que existe la posibilidad de dar un viraje en la vida, cambiando de posición en ella o ante ella. El dejarse al margen del destino psicológico significa el empeñarse en creer, antes de intentar algo, que el intento está condenado necesariamente al fracaso y se aferre a tal creencia, es evidente que fracasará en lo que se proponga; porque nadie gusta de quitarse la razón, no siquiera ante sí mismo… es lo que se llama un ''fatalismo neurótico''. Lo que el terapeuta tiene que promover en estos casos es la reconciliación con su destino. El paciente debe aceptar su condición, lo que le facilitará de gran modo el sobreponerse a sus condicionantes y ganar mejoría. El hombre lo que necesita es prever, poder leer más allá de sí, para poder aspirar a una meta, a una misión. Cuando la mirada se dirige a un fin o meta, el hombre puede fortalecerse en ese punto de apoyo espiritual, esto es lo que necesitaron los recluidos en los campos de concentración –dice Frankl, y es lo que necesitan los adictos, que al igual que los cautivos de Auschwitz: no aciertan a gozar, a vivir, a disfrutar; necesitan hacer de nuevo el aprendizaje de la vida. (Cfr. Frankl, 1970)

VII. Amor y trabajo.


Por último, quiero mencionar dos factores que pueden ayudar mucho en la labor terapéutica y que son bases fundamentales de la logoterapia: el amor y el trabajo. Sobre el amor dice Víctor Frankl que, para el amante el amor hechiza el mundo, lo transfigura, lo dota de un valor adicional. El amor no hace al hombre ciego sino que le abre los ojos y le agudiza la mirada para percibir los valores. Fomentar el amor en el paciente sería salvarlo. El amor salva, da vida, la regresa. En este caso se debe enseñar a amar al paciente. ¿Cómo? Creo que sincerándolo consigo mismo y el mundo, la misma dinámica del amor hará el resto.

Con respecto al trabajo, es evidente que lo que más caracteriza al ser humano es su capacidad para crear, su sentido de vida es una creación profunda. El terapeuta debe prestar atención en este punto y fomentar valores creadores en el paciente. Una estrategia es buscarle una ocupación donde pueda ejercer al máximo su capacidad creadora. El trabajo también puede representar el espacio en el que la peculiaridad del individuo se enlaza con la comunidad, cambiando con ello su sentido y su valor –dice Frankl.

Para terminar trascribo algunas frases de Víctor Frankl que pueden orientar terapias con adictos:

1. “Ser hombre significa estar orientado y dirigido a algo o a alguien, estar dedicado a un trabajo al que se enfrenta un hombre, a otro ser humano al que ama, o a Dios a quien sirve”.

2. “Somos responsables de cada decisión para toda una eternidad; puesto que en todo momento estoy realizando una posibilidad o la estoy perdiendo”.

3. “La imperfección es la que determina que cada individuo sea indispensable o insustituible”.

4. “La vida no trasciende de sí misma en longitud sino en profundidad”.

5. “El hombre, no se colma solamente creando y gozando, sino también sufriendo”.

6. “Las cosas conservan su sentido, más allá del éxito o del fracaso, independientemente de todo lo que sea resultado”.

7. “No es el sacrificio de la propia vida lo que da a esta un sentido, sino que la vida puede llegar a su colmo, en su propio fracaso”.

8. “El hombre madura en el dolor y crece en él y da más de lo que pueden dar los éxitos. El hombre realiza en el sufrimiento los valores de actitud ante la vida”.

Bibliografía

- Frankl, V. E. (1970). Psicoanálisis y existencialismo. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

domingo, 8 de agosto de 2010

AMOR INOCENTE, CUERPO Y NATURALEZA


Por Rogelio Zambrana
En este ensayo pretendo trastocar la inocencia del amor, su base corporal natural y las dificultades que lo acechan, que la obra Dafnis y Cloe de Longo expone bellamente; quizás demasiado bello. Este trastocar no es tocar porque vi cómo Octavio Paz lo hizo, y solamente me reservo la oportunidad de tocar lo tocado.
¿Es el amor inocente? Considero que a pesar de la excesiva información sobre el amor y de la facilidad con la que nos viene al encuentro, el que está experimentando los arrebatos del amor siempre es inocente. El que nunca lo ha experimentado y el que lo dejó de experimentar, ellos no son inocentes, más bien, son personas que tienen la dicha o la desdicha esperando. Inocente es aquel que está dentro del insumo amoroso.
El amor es personificado en Dafnis y Cloe –y en toda la antigua literatura Griega– en Amor (Eros), aquel del que Fileteas dice: “Dios, hijos míos, es Amor, joven, hermoso y volátil, por lo cual se complace en la mocedad, apetece y busca la hermosura y hace que broten alas en el alma”. El amor no es inocente, es alguien que incluso es anterior al tiempo; sin embargo, los amantes sí lo son. Dafnis y Cloe compartían: “Padecen los amantes -decían- y padecemos nosotros; no cuidan de sí mismos, como nosotros nos descuidamos; no logran dormir, y nosotros tampoco dormimos; se diría que arden, e idéntico fuego nos abrasa; desean verse, y para vernos ansiamos que llegue el día. Esto, de juro, es amor. Nos amábamos sin saberlo”. Demuestran una inocencia experimental-conceptual, y por medio del estereotipo –la socialización– logran comprender lo que les pasa y su nombre. Pero la inocencia es más bien, el no saber qué hacer y qué esperar a partir de ellas. ¿Son ellos; qué les pasa?
El amor para Dafnis y Cloe parecía un mal al que urge sanar. Cloe llega a decir: “Estoy mala e ignoro mi mal; padezco y no me veo herida; me lamento y no perdí ningún corderillo; me abraso y estoy sentada a la sombra. Mil veces me clavé las espinas de los zarzales y no lloré; me picaron las abejas y pronto quedé sana. Sin duda que esta picadura de ahora llega al corazón y es más cruel que las otras”. Entonces, además que la obra expone que el responsable principal del sufrimiento de estos amantes es Amor, que en el día cuida de ellos como pastor –dice la obra–, nos hace asumir también, que el hombre no está preparado para el amor, es más bien el amor el que prepara a los hombres y juega con ellos. El amor los posee y domina. Sí que somos inocentes. ¿No es así? Sin embargo, hubo un origen, y acá quiero comenzar el segundo tema a trastocar, la base corporal del amor.
“Se alegraban al verse; les dolía separarse; estaban desazonados; deseaban algo, e ignoraban qué. Sólo sabían él, que origen de su mal era un beso, y ella, que era un baño”. Un beso, un baño…, una mirada, un perfume, un gesto, una voz nos sonará más, pero todo es sentido. El amor es corporal, las flechas de Eros nos alcanzan por los sentidos. Le doy la bienvenida a Octavio Paz que dice: “el encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo”. ¿Qué nos dice eso a nosotros que pensamos en un amor espiritualizado? ¿Qué nos dice a nosotros que pensamos en que el amor a la carne es sólo un impulso de nuestra animalidad aun latente y a la que hay que dominar dormitando? ¿Qué nos dice a nosotros que hemos quitado el significado corpóreo al amor? ¿Será que dejamos de ser humanos y no nos dimos cuenta? Todo parece indicar que cambiamos la inocencia del amor por la mentira de la inteligencia, que no termina sin embargo –a pesar de sus artimañas– de convencer al espíritu. Hemos olvidado la naturaleza, y que somos parte de ella.
Dafnis y Cloe fueron amamantados por una cabra y una oveja respectivamente; los antiguos –y no por ello anticuados– estaban comprometidos con la naturaleza, se sentían naturaleza: “Pero no bien llegó cerca, vio lo que no esperaba: vio a la oveja que, con ternura verdaderamente humana, daba su ubre, para que de ella sacase abundante leche, a una criaturita, la cual, con avidez, pero sin llanto, aplicaba la boca pura y limpia, ya a una teta, ya a otra, y cuando se había hartado de mamar, la oveja le lamía la cara”. Creo que en el momento en que se reconcilie con la naturaleza, el ser humano volverá a amar verdaderamente, y esto no significa una reconciliación moderna de tipo ecológica, como la entendemos hoy (aunque la incluye, la supone y la supera), sino una reconciliación primero con el cuerpo, con sus instintos y placeres. Dice Octavio Paz: “El amor humano, es decir, el verdadero amor, no niega al cuerpo ni al mundo. Tampoco aspira a otro ni se ve como un tránsito hacia una eternidad más allá del cambio y del tiempo. El amor es amor no a este mundo sino de este mundo; está atado a la tierra por la fuerza de gravedad del cuerpo, que es placer y muerte”. ¡Qué! ¿Muerte? ¿Cabe este infortunado tema en este sublime relato de amor? Es tiempo de nuestro tercer tema.
Octavio Paz dice que el amor “es la experiencia de la pérdida de la identidad: dispersión de las formas en mil sensaciones y visiones, caída en una substancia oceánica, evaporación de la esencia”. Y nosotros sabemos o suponemos que si perdemos nuestra identidad, sería como desaparecer, como morir, es la locura. “Quisiera ser su flauta para que infundiese en mí su aliento! ¡Quisiera ser su cabritillo para que me tomara en sus brazos!” –dice Cloe. Pues sí, el amor hace que la persona se desconcentre de sí misma, y ponga toda la atención en el amado. ¿No es esto incómodo? Cloe piensa que sí “Yo me muero, queridas Ninfas; ¿cómo no salváis a la doncella que se crió con vosotras? ¿Quién os coronará de flores después de mi muerte? ¿Quién tendrá cuidado de los pobres corderos?”. ¿Cómo sanarse? ¿Dónde está la sabia naturaleza? ¿Dónde están las ninfas, Amor, Pan?
No hay ningún remedio mágico ni espiritual, “ni filtro, ni ensalmo, ni manjar con hechizo; no hay más que beso, abrazo y acostarse juntos desnudos”-les dice Fileteas, la experiencia. Una triple proposición y aceptación que es síntesis de la inocencia propia del espíritu amante y la naturaleza: lo normal antes de la moralización artificial que vino después y que aún nos abarca con sinnúmeros de matices. “¡Oh, dolencia nueva, cuyo nombre ignoro! ¿Habría Cloe tomado veneno antes de besarme? ¿Cómo no ha muerto entonces?... Así se quejaba el bueno de Dafnis, probando los tormentos de Amor por vez primera”. La naturaleza duele, atormenta y desordena también. No fueron pocos los que perdieron la cordura por la belleza de Cloe: Dorcón, Lampis y Gnaton; y los tres a la fuerza quisieron hacerse de ella, sin poder lograrlo. Dafnis no se quedó atrás con Lycenia, “que entró en codicia de tomarlo por amante”­. Pero esta última dificultad es de origen externo a los amantes. Los ahogos más grandes están dentro de la simbiosis amatoria.
Celos, egoísmos, pleitos, desentendimientos son dificultades comunes de amantes que en Dafnis y Cloe no aparecen; apenas hay una parte donde Cloe disimula enojarse: “… por orden de sus padres, le escanció la bebida, y con alegre rostro sirvió a los otros primero, y a Dafnis el último, fingiéndose muy enojada de que, habiendo él venido hasta allí, iba a irse sin verla. A pesar del enojo, Cloe, antes de presentar el vaso a Dafnis, bebió un poco, y le dio lo demás. Dafnis, aunque sediento, bebió con lentitud para que durase más y fuese mayor su deleite”. ¿Y qué nos dice Octavio Paz? “El amor no nos preserva de los riesgos y desgracias de la existencia. Ningún amor, sin excluir a los más apacibles y felices, escapa a los desastres y desventuras del tiempo. El amor, cualquier amor, está hecho de tiempo y ningún amante puede evitar la gran calamidad: la persona amada está sujeta a las afrentas de la edad, la enfermedad y la muerte”. Aquí está la muerte otra vez. Pero obviemos la muerte irremediable y fijémonos en la muerte muriendo de Dafnis, su pérdida de voluntad vital: “Mirtale, temerosa de que Dafnis, por despecho amoroso, y perdida toda esperanza de boda, osara darse muerte, alegó otros motivos menos importantes que los que había dado Lamón”. ¡Amor y muerte…, cómo se tratan, cómo se hablan y pactan!
No creamos que las cosas del amor son simplemente niñerías; es naturaleza. Si hemos perdido la inocencia, recuperémosla purificando y afianzando nuestros sentidos. No dejemos de alabar al amor. Si te has empeñado en desmitificarlo y subvalorarlo, es seguro que probaste su lado doloroso, pero no lo es todo. Comienza a hablar bien del amor, como lo hizo Longo, quizás su alabanza te haga amante de nuevo. Quiso luego que volviera él a bañarse y le vio en el baño, y sintió como fuego al verle, y volvió a alabarle, y fue principio de amor la alabanza”.
“El amor puede ser ahora, como lo fue en el pasado, una vía de reconciliación con la naturaleza. No podemos cambiarnos en fuentes o encinas, en pájaros o en toros, pero podemos reconocernos en ellos” –termina Octavio éste mi ensayo.


Bibliografía
1. Longo (1997). Dafnis y Cloe. Editorial Norma. Bogotá.
2. Paz, Octavio (1997). La llama Doble. Editorial Seix Barral. Barcelona.

CONSECUENCIAS DE TENER PADRES ALCOHÓLICOS Y CÓMO SUPERARLAS


DEL LIBRO HIJOS ADULTOS DE PADRES ALCOHÓLICOS DE JANET GERINGER WOITITZ


Por Rogelio Zambrana

Este ensayo puede servirte de mucho si tienes padres alcohólicos y una familia disfuncional. Y si no, te servirá para poder identificar a personas a tu alrededor que tienen este problema, cómo tratar con ellas y cómo poder ayudarlas. No trata sobre los alcohólicos sino sobre aquellos que están a su alrededor, principalmente los hijos. Los más cercanos son quienes sufren más (Woititz, 1998, XV).

Es impresionante poder observar casi las mismas conductas en los hijos de padres alcohólicos. Por lo general tienen en común una baja autoestima. No es de desestimar que el niño adquiere un sentido de seguridad y autoestima, la capacidad de manejar los complejos problemas que enfrenta, en el proceso de dar y recibir, que se presenta en las relaciones con sus padres y otras personas (Margaret Cork) (Woititz, 1998, XVI). Los padres son la primera escuela y de los cuales adquirimos nuestros primeros patrones de conducta; y por ser los primeros, los fundamentales. Por eso las condiciones que llevan a un individuo a valorarse a sí mismo y a considerarse una persona de valía pueden resumirse con los términos de “calidez paternal”, “límites claramente definidos” y “tratamiento respetuoso”. (Coopersmith, S., Self-Concept Research implications for education. California, 1969) (Woititz, 1998, XVI).

Los niños obtienen confianza en sí mismos, arrojo y capacidad de enfrentarse a la adversidad -según Coopersmith S.- si son tratados con respeto, aquí la calidez paternal; si se les proporciona criterios de valores bien definidos, los límites; si se le exige ser autosuficientes y se les orienta a la solución de problemas. El desarrollo de la confianza en sí mismos se fomenta cuando hay un entorno exigente bien estructurado. (Cfr. Woititz, 1998, XVII).

El nido ideal que se debe ofrecer a todo niño se desvirtúa totalmente cuando los progenitores son alcohólicos. Todo, sus pensamientos, actitudes y sentimientos se ven afectadas por la influencia del alcohol de sus padres. Crecen en un ambiente lleno de ansiedad, viven el dolor y remordimiento resultante; y más aún, se sienten culpables del mismo. Los niños se atribuyen responsabilidades de adultos y aprenden conductas propias de adultos, muchas de ellas propias de alcohólicos, como la mentira y la manipulación. Algunos ejemplos de dichas situaciones:

a. “Como era gruñona e irritable, actuaba como si estuviera cargando el mundo sobre sus hombros, todo el tiempo estaba cansada… pronto aprendiste a cocinar, limpiar y a ir de compras”. (Woititz, 1998, 5)

b. “En sus momentos de soledad, tu madre trataba de compensar por lo que no hacía, y a ti te abrumaba el sentimiento de culpa”. (Woititz, 1998, 6)

c. “Pronto aprendiste a no hablar del problema de tu padre con la bebida… me necesitan. Aprendiste a manipular”. (Cfr. Woititz, 1998, 7-8)

d. “Te volviste payaso en la clase y obtuviste algo de atención”. (Woititz, 1998, 13)

e. “Era difícil creer de verdad que le cayeras bien a la gente… te daba miedo pensar que si te llegaba a conocer mejor y lo descubría ya no sería tu amigo”. (Cfr. Woititz, 1998, 14).


f. “La gente que te decía que te quería, y sin embargo te apartaba, podía ser sumamente deseable… Vivías la paradoja: di siempre la verdad, y no quiero saberlo”. (Cfr. Woititz, 1998, 19)


g. “Oías a tus padres mentir todo el tiempo… se alteró mucho lo que era real… comenzaste a mentir automáticamente… a prendiste a no querer nada”. (Cfr. Woititz, 1998, 20)


Luego de conocer los inicios de los hijos de padres alcohólicos en el seno familiar, veremos ahora cómo afecta el alcoholismo de sus padres cuando son de mayores de edad, con el propósito de romper ese ciclo negativo, brindar un posible rescate a dicha cadena y evitar más males, como puede ser el que los hijos se vuelvan alcohólicos o que se casen con un alcohólico, o ambas a la vez, si aun no lo han hecho.

1. Los hijos adultos de alcohólicos tienen que adivinar cuál es la conducta normal.

Estas personas han crecido en una familia disfuncional, y normalmente el mundo debería funcionar disfuncionalmente para ellos. Pero el mundo se pinta a sí mismo como ideal, perfecto, tanto en sus compañeros de clase, en las series de televisión y películas; toda ésta fachada les confunde, porque la realidad para ellos es de otra manera, la han vivido de forma diferente. Es por eso que tratan de adivinar qué es lo apropiado. Se preocupan y confunden en cosas insignificantes; no tienen la libertad de preguntar, así que nunca saben con certeza, y sobre todo no quieren parecer tontos. (Cfr. Woititz, 1998, 27)

Para hacerle frente a esta conducta se aconseja confiar en los propios instintos o impulsos, ya que nos indican cómo comportarnos. No significa que se deben dejar llevar de lleno por los impulsos, que de hecho a nadie se le recomienda; es más bien, además de esto, asegurarnos de qué tan sanos están, porque seguramente los instintos en dicha situación están confundidos. Deben entonces, cultivarlos y escucharlos, confiar en ellos, en otras palabras, devolverles la naturalidad que se les ha quitado. Ayuda de igual modo contener los impulsos, controlarlos, una buena forma de conocerlos, es prevenir sus efectos.

Y sobre todo, para acostumbrarse a vivir normalmente, ayuda la confrontación con los demás. Cuando comentamos nuestros problemas, salimos del subjetivismo, y las cosas automáticamente se vuelven más reales.

2. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta llevar un trabajo a término.


Es muy común para estas personas haber escuchado un sinnúmero de promesas de sus padres. Promesas importantes y de gran peso emocional incumplidas hicieron que los propósitos tengan poco valor. “Voy hacer esto o lo otro”, pero ni esto ni lo otro ocurrió en realidad. Esta forma de conducta se introyectó en ellas, y en su vida futura se manifiesta en cualquier responsabilidad que la persona adquiera.


Se recomienda que fije plazos de cumplimiento para cada responsabilidad que adquiera, y que a través del hábito vaya cultivando mejores y necesarias formas de comportarse ante los deberes. Además, importa mucho el cómo va a cumplir las responsabilidades, y luego, el poder evaluarlas hará que puntualice en su significado. De esta forma, la conducta además que se haga, se volverá consiente y dignificante.

3. Los hijos adultos de alcohólicos mienten cuándo sería de fácil decir la verdad.

La verdad tiene poco significado para los hijos de alcohólicos. Sus vidas están llenas de encubrimientos, promesas incumplidas, incongruencias y negación declarada de realidades desagradables, como el alcoholismo de sus padres o la infelicidad familiar. Por ello, a estas personas se les facilita mucho mentir, tiene igual significado el decir la verdad o una mentira, si de todos modos al final es lo mismo. Y si se puede sacar ventaja de una mentira, mejor mentir que decir la verdad. Estas personas llegan al extremo de simularse enfermas, hasta el punto de enfermarse de verdad, lo que se conoce como sugestión. Y es que la verdad es menos ventajosa, fue y puede ser fuente de críticas para ellos.

La persona deberá volverse consciente de lo que hace y provoca. Debe “sentarse” y reflexionar qué tan auténtica es su vida cuando miente o dice la verdad. Será un proceso de autoconocimiento donde la honestidad deberá lucirse sobre cualquier otro interés desordenado; es una forma de purificar el juicio que tanto se ha malacostumbrado. Y es que a veces mienten ni por interés, sino por costumbre.

4. Los hijos adultos de alcohólicos se juzgan sin piedad.

Por ser como eran, por ser sinceros consigo mismos y con los demás, a éstas personas se las criticaba, se les llenaba de sentimientos de culpas, y todo lo que salía mal, ellos mismos se lo adjudicaban luego, formándose así, una baja autoestima. Nunca dejaron de recibir críticas, y la incongruencia de ellas dejaron de hacer contrapeso, y el escucharlas durante tanto tiempo, terminaron ganando la batalla. Por eso, el juicio que se formaron llegó a ser extremista: “Todo lo que hago, o todo es bueno o todo es malo”.

Lo que se recomienda es que acepten las críticas de forma producente; y que ellas mismas sean capaces de elaborar sus propias críticas, tanto para sí mismos como para los demás. ¿Cómo te gustaría que te juzgaran? y ¿cómo juzgaré a las personas? Esta es una ecuación directamente proporcional: si mejora el juicio de sí mismos, mejorará el modo de juicio que se tiene con los demás. Se necesita mucha objetividad y benevolencia.

5. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo divertirse.

6. A los hijos adultos de alcohólicos se toman muy enserio a sí mismos.

Ambas conductas están estrechamente relacionadas y, tienen que ver a que en la niñez carecieron de juego y diversión. El ambiente era lo suficientemente tenso para darle cabida a la risa y la alegría. La diversión se volvió para ellos una cosa ridícula, que ignora lo grave y formal que es la vida. Sin embargo, la alegría siempre los ha cautivado, y es para ellos un misterio al cual es temible acercarse, ya que posiblemente les hará perder la cordura.

Es necesario, para superar esta idea que está calada en su la experiencia, que estén cada vez más seguros de sí mismos, de lo que quieren. Obviar los protocolos que les hace inhibir la alegría y el gozo que producen los acontecimientos en sus vidas, más cuando son acerca de la superación de un problema que les ha mantenido en “oscuridad” por tanto tiempo.

Otros concejos: “Cuanto más seguro de ti mismo estés, menos temerás verte ridículo”. “Puede que necesites aprender a relajarte y no hacer nada”. “Distinguir entre quién eres y lo que haces”. “Tienes que deslindarte de tus responsabilidades, por ejemplo, tu trabajo”. “Si te cuesta trabajo divertirte probablemente te estas tomando muy enserio a ti mismo, y si no te tomas a ti mismo tan en serio, lo más probable es que puedas divertirte”.

7. A los hijos adultos de alcohólicos les cuesta trabajo tener relacione íntimas.

Debido a la inconstancia y contingencia de los sentimientos de los padres alcohólicos a sus hijos, éstos crecen sintiéndose inseguros, sin donde fundamentar sus sentimientos, se sienten carentes de valor, o con un valor relativo. Un día se sienten queridos y al siguiente rechazados, crecen con el miedo terrible de ser abandonados. Por ello, una persona que intente quererlos de verdad resultará chocante y atrevida, además que una locura. Sin embargo, tienen el ideal de perfección que la sociedad les ofrece, y por ello, buscan personas perfectas. Pero al tiempo en que formalizan una relación, hacen lo que muchas veces hicieron sus padres con ellos, rechazar. Así que buscan personas quienes los rechacen de la misma forma a como ellos lo hacen, es ése el modelo de amor que tienen introyectado. Expresión que se les escucha es por ejemplo: “Me siento como si siempre tuviera que hacer algo para que se queden”. No se sienten bien consigo mismos ni creen ser personas dignas de amor.

Es importante que descubran quiénes son realmente, conocer a fondo las inhibiciones y obstáculos que bloquean las empatías. Reconocer que son personas dignas de amor y respeto. Es necesario que desaprendan conductas esquivas y de rechazo. Esto no se logrará inmediatamente, sino con la apertura y constante acercamiento a las demás personas. Se debe de potenciar cualquier avance que se tenga, cualquier éxito, e ir ganando experiencia. Poco a poco abrirse al mundo, sin dejar de cultivar la intimidad personal.

8. Los hijos adultos de alcohólicos reaccionan de modo exagerado a los cambios sobre los cuales no tienen dominio.

Algunas de las conductas más comunes de ver en personas que han tenido padres alcohólicos es el que sean autoritarios, mandones, rígidos y carentes de espontaneidad. No reconocen sus errores, y prefieren obviar cualquier discusión. El hijo de alcohólico aprende a confiar en sí mismo más que en otra persona, porque nunca ha tenido un referente estable, no más que la inconstancia de sus padres.

Es primordial el poder reconocer que sus comportamientos no son normales, el ser conscientes que no todo depende de sí mismos. El superyó debe relajarse y tomar las cosas más en calma. Se debe aprender a confiar en los demás, para ello, buscar otras referencias que no sean personas alcohólicas. El reconocer que hay personas que pueden llevar a cabo una tarea mejor que uno mismo ayudará a poder deducir este mismo aporte a otras áreas de la vida y ganar libertad en medio de tantas cadenas impuestas.

9. Los hijos adultos de alcohólicos constantemente tratan de obtener aprobación y afirmación.

La baja autoestima de los hijos de padres alcohólicos ha hecho que busquen medios para fortalecer sus pequeños yo. Sin embargo, estas afirmaciones que logran sobre sí, si no va acompañadas por una negación o crítica, no sirven. “Yo sí le agradaba a Cintia, y como si le agradaba, la consideraba despreciable”. La aprobación que buscan no es que se resalten sus valores, sino que se remarquen sus defectos, por eso, alguien que se interese por ellos verdaderamente no vale mucho.

Se necesita que tengan mucha seguridad en ellos mismos para transformar esos juicios que contra sí mismos y contra otras personas formulan; poder ser consciente de la crueldad con que se tratan y tratan. Es imprescindible que corran el riesgo y permitirse sentir el apoyo de otras personas. Deben aprender a amar desde el desprendimiento y la gratuidad.

10. Los hijos adultos de alcohólicos se sienten diferentes a otras personas.

Por el hecho de haber afirmado tanto su individualidad en su lucha contra la agonía del hogar, los hijos de padres alcohólicos desarrollan un sentido de identidad aislante. Y por sentirse ajenas a la realidad, buscan a sobremanera poder meterse a toda costa. Decía una hija de padre alcohólico: “regalaba mis muñecas preferidas a las gentes para tener amigas”. Resulta para ellos difícil de aceptar que se les quiera por ser lo que son, debido a la baja autoestima que desarrollaron, y debido a ello creen que la aceptación tiene que ganarse.

La única manera de evitar este sentimiento es tomar de cuando en cuando la decisión de hacerlo a la manera de los demás y de aceptar las normas del grupo que resultes estar. Permitir que se te conozca mejor, y si las personas no acceden, hacer el esfuerzo de iniciar la interacción, y poco a poco ponerse cómodo según las reglas del grupo, no con las que se tienen pre-formuladas en la mente.

11. Los hijos adultos de alcohólicos son súper-responsables o súper-irresponsables.

Después de tener tantas responsabilidades de niño, los hijos de padres alcohólicos sienten que muchas cosas, más de la cuenta, dependen de ellos. Estas personas son sumamente atentas a las necesidades de los demás, así como lo han sido con sus padres. Sin embargo, no son capaces de llevar un trabajo a término, debido a que su compromiso es débil. Llegan a pensar que se deben encargar de todo o renunciar a todo. Éstos no pueden decir no, les cuesta mucho trabajo, sin tener en cuenta incluso sus capacidades. O simplemente por el hecho que decir no, sería para ellos un desprestigio más, así que no les conviene.

Deberán en primer lugar, valorarse a sí mismas, en cuanto su valía no depende de otras personas, ni de lo que pueden ellos ofrecerles, sino por el hecho que son, que existen. Poder detenerse y pensar qué tanto están dispuestos a ayudar, y qué tanto esfuerzo deben reservárselos para sí mismos. De esta manera se puede tomar una decisión más responsable y adecuada.

12. Los hijos adultos de alcohólicos son extremadamente leales incluso ante pruebas de que tal lealtad no es merecida.

Los hijos de alcohólicos han asumido responsabilidades ajenas desde pequeños, y han convertido este hecho en lo que más les satisface: el poder martirizarse por alguien, y más cuando esta persona no corresponde. No es más que una simulación de lo que han vivido con sus padres. Incluso, a ellas se les puede tratar mal y no les importará, es más, será un aliciente para seguir conservando la amistad. Otra causa es que para ellos lo más seguro es lo conocido, y al no atreverse a abrirse a más personas, se encierran en una pocas y complicadas relaciones. No se dan cuenta que pueden conseguir mejores amistades.

El hecho está que hay personas que pueden sacar provecho, por ello es recomendable que los hijos de padres alcohólicos examinen a fondo sus relaciones personales, a ver si se les trata como deberían, si no, es necesario que se replantee la lealtad a la amistad. Para ello es necesario ser realista, conocer que una amistad es libre y gratuita, no interesada.

Una de las características con que se distingue a una persona que se aprovecha o simplemente con la que forma el círculo vicioso, es que son duros críticos de la conducta del dependiente, pasan mucho tiempo diciéndoles en qué están mal. Por ello, se debe analizar muy bien los motivos por los que se quiere permanecer leal, si es por sentimiento de culpa, o porque se teme el quedarse solo.

13. Los hijos adultos de alcohólicos son impulsivos.

Estas personas crecieron aceleradamente, y para rendir a su entorno, tuvieron que mostrarse audaces y atrevidos. Si no hacían las cosas rápido y al instante, sentían que les fallaban a sus padres y desarrollaban aversión a sí mismos, más la pérdida de dominio de su entorno. En consecuencia, ocupan bastante tiempo en reparar sus posibles errores.

Lo que se propone hacer es que examinen cada uno de los impulsos, no sin antes hacer una pausa total de ellos. Observar las consecuencias de este corte, a ver qué tanto afecta a sus conductas y las de los demás. Deben conocer ¿a quiénes y cómo afectan sus impulsos o falta de ellos? De esta forma estarán más libres para elegir y actuar, sentirán que viven realmente.


Bibliografía

- Woititz, J. G. (1998). Hijos adultos de padres alcohólicos. México: Editorial Diana.

lunes, 2 de agosto de 2010

CÓMO IDENTIFICAR A UN CODEPENDIENTE Y PODER AYUDARLO EN ALGO



RESPALDADO EN EL LIBRO, YA NO SEAS CODEPENDIENTE, DE MELODY BEATTIE
Por Rogelio Zambrana
Quizás en tu vida has encontrado personas controladoras, manipuladoras, indirectas, molestas, y a la vez, atentas y serviciales; muy probablemente esas personas son codependientes. En este ensayo daremos pautas para identificar a personas así, con el afán que nuestro trato con ellas sea más comprensivo, y a la vez, si se puede, ayudarles en algo. Pero sobretodo, está escrito para que vos te des cuentas si eres un codependiente, y cómo enfrentarlo.
Dar un concepto acertado de codependencia es muy difícil, porque existen tantos matices de codependencia como codependientes hay. No hay un modelo de codependiente fijado y absoluto. Sin embargo, hay una conducta que se repite en cada codependiente: el permitir que la conducta de otra persona lo afecte y, que está obsesionada con controlar la conducta de esa (misma) persona. (Beattie, 1992: 56) En otras palabras, la persona codependiente es en cuanto necesita de una persona dependiente. Muy a menudo, la cercanía de un dependiente de alcohol o de drogas o cualquier otra dependencia, crean codependientes a su alrededor. ¿Qué sucede para que se dé esta conducta? El dependiente o adicto te persuade, te atrapa, crea lástima y voluntad para que le ayudes, y esto resulta mucho más fácil si esa persona es familia o amigo. Lo más común es que los casos de codependencia se den en las familias que tienen un miembro dependiente a alguna sustancia.


El problema se desarrolla en cuanto el codependiente explaya su conducta no solo hacia el dependiente, sino hacia todos. Dicho de otro modo, el codependiente se vuelve dependiente de ciertas conductas que aprendió en el trato con dependientes, y no tanto ya solo de un dependiente. Es por ello que el codependiente es como es, también en el trato con no dependientes, porque desarrolló la conducta. Por ello se considera la codependencia una enfermedad, porque es progresiva, y a la vez, una conducta general, no solo de un caso particular.
Ahora bien, la codependencia no tiene que ser necesariamente intensa. Y tampoco implica siempre experiencias con personas gravemente perturbadas. (Beattie, 1992: 46) El codependiente se gesta y se va desarrollando poco a poco. Penelope Russianoff dice que en la mayoría de las relaciones está presente cierta cantidad de dependencia emocional, aún en las más sanas. (Beattie, 1992: 141) Desde esta perspectiva, todos estamos propensos a volvernos codependientes. De forma más realista, todos tenemos conductas de codependencia. Alguna vez hemos tenido la experiencia de querer controlar a alguien, de manipularlo, y de enojarnos con él cuando no ha obedecido; y luego, sentir sentimientos de culpa por habernos comportado así con dicha persona. Pues bien, luego de ver cómo se forma un codependiente y que todos estamos propensos a serlo, a continuación veamos lo que un codependiente hace.


Los codependientes pueden pensarse y sentirse responsables de otras personas, de los sentimientos, pensamientos, acciones, elecciones, deseos, necesidades, bienestar, malestar y destino final de ellas. Esto le hace sentir ansiedad, lastima y culpa, sentirse obligados a ayudar. También, llegan a sentirse molestos cuando la ayuda no es eficaz, sentirse aburridos, vacíos y sin valor si no tienen un problema que resolver o a alguien a quién ayudar. Desarrollan baja autoestima, empiezan culparse a sí mismos por todos e indignarse y ponerse a la defensiva; sentir vergüenza y sentirse víctimas. Llegan a conformarse con sentir que los necesitan. Tratan de controlar los sucesos y a la gente mediante su desamparo, sentimientos de culpa, coerción, amenazas, manipulación, dominio, o su afán de dar consejos. Buscan desesperadamente amor y aprobación: a menudo buscan amor de gente que es incapaz de amar, relacionan el amor con el dolor, suelen ser extremadamente responsables, pero también extremadamente irresponsables. (Cfr. Beattie, 1992: 65-76)
Una de las características que más llama la atención, que más reincide y que está en el fondo de toda codependencia, es que el codependiente duda de la capacidad de cuidarse a sí mismo (Beattie, 1992: 17). Ese poder darse, ofrecerse en “cuerpo y alma”, totalmente a otra persona o situación ajena, y no poder consigo mismo, es una gran ironía. De éste detalle se puede observar el grado de desorden mental a la que ha llegado el codependiente. De alguna manera parezco perderme a mi misma en otras personas decía una codependiente. Pues bien, desde este punto medular se debe comenzar a tratar a un codependiente. En otras palabras, el núcleo de la recuperación no está en la otra persona... está en nosotros mismos.


Luego de haber identificado a alguien codependiente, qué herramientas debemos utilizar con ellas para ayudarlas. Si logramos identificar conductas codependencias en nosotros mismos, ¿en qué consistirá nuestra recuperación? Consistirá en un constante tomar conciencia de que cada persona es responsable de sí misma.
La recuperación no es difícil, es sencilla, pero sí, necesita de mucha fuerza de voluntad, y de actitudes positivas hacia la vida. La recuperación es un camino excitante, un regresar a la vida. Los beneficios se notan al instante, aunque como decía anteriormente, es una actitud que se tiene que mantener fuerte. Melody dice al respecto que la recuperación de la codependencia es emocionante, liberadora, (porque) nos permite ser lo que somos, (y) permite ser a los demás, ser como son. (Beattie, 1992: 79) Entonces, lo primero y máxima recomendación, es el separarnos del dependiente, o de las situaciones de dependencia que nos hacen comportarnos como codependientes. De esta forma ayudamos también al dependiente, porque a menudo es un circulo vicioso el que se forma entre ambos. Y cuando uno deja de ejercer su papel, el otro muy posiblemente le seguirá. Entonces, no podemos empezar a trabajar sobre nosotros mismos, vivir nuestra propia vida, sentir nuestros propios sentimientos y solucionar nuestros propios problemas hasta que no nos hayamos separados de nuestra obsesión. (Beattie, 1992: 83) Dicho de otra forma, debemos desapegarnos, liberarnos. No significa que seamos indiferentes y rechacemos a las personas dependientes, sino que por amor a ellos, y a nosotros mismos, nos creamos nuestro propio espacio de recuperación. Desapegarnos, es liberarnos o apartarnos de una persona o problema con amor. (Beattie, 1992: 90) Incluso, si es necesario, debemos separnos aunque nos cause enojo, porque es preferible odiarnos que permanecer apegados, ya que el odio es una forma de amor, una de sus múltiles caras.


La manera más rápida de volvernos sanos y felices es atender nuestros propios asuntos, y dejar a los demás lo que es su responsabilidad. Debemos honrar nuestra vida, que es única; vivir auténticamente, desde nuestras más profundas convicciones y sentimientos. Para ello requerimos de una enorme independencia e integridad. Actitud que se logra calar a fondo, cuando nos predisponemos con honestidad, apertura y voluntad de intentarlo cuantas veces sea necesario. Ayuda mucho que desarrollemos nuestros dones y talentos, confiemos en nosotros mismos, seamos asertivos. (Beattie, 1992: 176) Entre otras ideas: hacer de todo una meta, omitir los deberías de; al menos librarnos del 75%; no limitarnos; no preocuparnos, ni ocuparnos del hacer, de cómo hacerlo, cuándo, si... y que tal sí. (Cfr.Beattie, 1992: 240) Y no olvidar que el tiempo apremia, que está de nuestro lado, mientras más tiempo pase más se fortalecen en nosotros nuestras nuevas actitudes. El tiempo es nuestro aliado. Esperar puede ser muy, muy poderoso el tiempo, el tiempo es una cosa valiosa. (Beattie, 1992: 243)
Bien, esto que es sencillo, tiene sus dificultades que pueden provocar un estancamiento o retroceso en el proceso de recuperación. Entre otras cosas está el tomar la conducta de otras personas como el reflejo de nuestra autoestima. Cuando te separes de la persona dependiente o de la situación de dependencia, te ignorarán y posiblemente te rechazarán, pero que eso no te haga perder la cabeza. No tenemos que tomar el rechazo como el reflejo de nuestra autoestima. (Beattie, 1992: 101) Quizás llegues a sentir culpa y vergüenza, que es normal. Pero estas no las debes tomar como absolutas, ni mucho menos mantenerlas a largo plazo. Los sentimientos no son el principio ni el fin del vivir. Los sentimientos no deben controlar ni dictar nuestro pensamiento… (Beattie, 1992: 101) Lo que no significa que debemos ignorar nuestros sentimientos, sino más bien, prestarles una atención más profunda. Nuestro sentimientos son indicadores momentáneos de cómo nos sentimos en el momento, nos señalan el camino hacia dónde debemos dirigirnos. En el caso de la vergüenza y la culpa, hacia un querer reconstruir nuestra vida, pero no de la forma en que hemos venido haciéndolo, sino desde un cambio significativo. En la situación de codependencia, desde el hacernos responsables de nosotros mismos, dejando a los demás lo que le corresponde a ellos como seres libres.


Quiero terminar diciéndote que mientras vos cambiés, quieras sanarte de esta enfermedad, de la codependencia, y lo hagas efectivo, sólo así podrás ayudar verdaderamente a esa persona o situación que tanto te mantiene atento. La salud engendra salud. Si empezamos a trabajar sobre nosotros mismos, nuestra buena salud pueda aguijonear a otras personas del mismo modo que su enfermedad nos aguijonea a nosotros. (Beattie, 1992: 243)
Bibliografía



- Beattie, M. (1992). Ya no seas codependiente. México, D.F.: Promexa/ Hazelden Foundation.