domingo, 8 de agosto de 2010

AMOR INOCENTE, CUERPO Y NATURALEZA


Por Rogelio Zambrana
En este ensayo pretendo trastocar la inocencia del amor, su base corporal natural y las dificultades que lo acechan, que la obra Dafnis y Cloe de Longo expone bellamente; quizás demasiado bello. Este trastocar no es tocar porque vi cómo Octavio Paz lo hizo, y solamente me reservo la oportunidad de tocar lo tocado.
¿Es el amor inocente? Considero que a pesar de la excesiva información sobre el amor y de la facilidad con la que nos viene al encuentro, el que está experimentando los arrebatos del amor siempre es inocente. El que nunca lo ha experimentado y el que lo dejó de experimentar, ellos no son inocentes, más bien, son personas que tienen la dicha o la desdicha esperando. Inocente es aquel que está dentro del insumo amoroso.
El amor es personificado en Dafnis y Cloe –y en toda la antigua literatura Griega– en Amor (Eros), aquel del que Fileteas dice: “Dios, hijos míos, es Amor, joven, hermoso y volátil, por lo cual se complace en la mocedad, apetece y busca la hermosura y hace que broten alas en el alma”. El amor no es inocente, es alguien que incluso es anterior al tiempo; sin embargo, los amantes sí lo son. Dafnis y Cloe compartían: “Padecen los amantes -decían- y padecemos nosotros; no cuidan de sí mismos, como nosotros nos descuidamos; no logran dormir, y nosotros tampoco dormimos; se diría que arden, e idéntico fuego nos abrasa; desean verse, y para vernos ansiamos que llegue el día. Esto, de juro, es amor. Nos amábamos sin saberlo”. Demuestran una inocencia experimental-conceptual, y por medio del estereotipo –la socialización– logran comprender lo que les pasa y su nombre. Pero la inocencia es más bien, el no saber qué hacer y qué esperar a partir de ellas. ¿Son ellos; qué les pasa?
El amor para Dafnis y Cloe parecía un mal al que urge sanar. Cloe llega a decir: “Estoy mala e ignoro mi mal; padezco y no me veo herida; me lamento y no perdí ningún corderillo; me abraso y estoy sentada a la sombra. Mil veces me clavé las espinas de los zarzales y no lloré; me picaron las abejas y pronto quedé sana. Sin duda que esta picadura de ahora llega al corazón y es más cruel que las otras”. Entonces, además que la obra expone que el responsable principal del sufrimiento de estos amantes es Amor, que en el día cuida de ellos como pastor –dice la obra–, nos hace asumir también, que el hombre no está preparado para el amor, es más bien el amor el que prepara a los hombres y juega con ellos. El amor los posee y domina. Sí que somos inocentes. ¿No es así? Sin embargo, hubo un origen, y acá quiero comenzar el segundo tema a trastocar, la base corporal del amor.
“Se alegraban al verse; les dolía separarse; estaban desazonados; deseaban algo, e ignoraban qué. Sólo sabían él, que origen de su mal era un beso, y ella, que era un baño”. Un beso, un baño…, una mirada, un perfume, un gesto, una voz nos sonará más, pero todo es sentido. El amor es corporal, las flechas de Eros nos alcanzan por los sentidos. Le doy la bienvenida a Octavio Paz que dice: “el encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo”. ¿Qué nos dice eso a nosotros que pensamos en un amor espiritualizado? ¿Qué nos dice a nosotros que pensamos en que el amor a la carne es sólo un impulso de nuestra animalidad aun latente y a la que hay que dominar dormitando? ¿Qué nos dice a nosotros que hemos quitado el significado corpóreo al amor? ¿Será que dejamos de ser humanos y no nos dimos cuenta? Todo parece indicar que cambiamos la inocencia del amor por la mentira de la inteligencia, que no termina sin embargo –a pesar de sus artimañas– de convencer al espíritu. Hemos olvidado la naturaleza, y que somos parte de ella.
Dafnis y Cloe fueron amamantados por una cabra y una oveja respectivamente; los antiguos –y no por ello anticuados– estaban comprometidos con la naturaleza, se sentían naturaleza: “Pero no bien llegó cerca, vio lo que no esperaba: vio a la oveja que, con ternura verdaderamente humana, daba su ubre, para que de ella sacase abundante leche, a una criaturita, la cual, con avidez, pero sin llanto, aplicaba la boca pura y limpia, ya a una teta, ya a otra, y cuando se había hartado de mamar, la oveja le lamía la cara”. Creo que en el momento en que se reconcilie con la naturaleza, el ser humano volverá a amar verdaderamente, y esto no significa una reconciliación moderna de tipo ecológica, como la entendemos hoy (aunque la incluye, la supone y la supera), sino una reconciliación primero con el cuerpo, con sus instintos y placeres. Dice Octavio Paz: “El amor humano, es decir, el verdadero amor, no niega al cuerpo ni al mundo. Tampoco aspira a otro ni se ve como un tránsito hacia una eternidad más allá del cambio y del tiempo. El amor es amor no a este mundo sino de este mundo; está atado a la tierra por la fuerza de gravedad del cuerpo, que es placer y muerte”. ¡Qué! ¿Muerte? ¿Cabe este infortunado tema en este sublime relato de amor? Es tiempo de nuestro tercer tema.
Octavio Paz dice que el amor “es la experiencia de la pérdida de la identidad: dispersión de las formas en mil sensaciones y visiones, caída en una substancia oceánica, evaporación de la esencia”. Y nosotros sabemos o suponemos que si perdemos nuestra identidad, sería como desaparecer, como morir, es la locura. “Quisiera ser su flauta para que infundiese en mí su aliento! ¡Quisiera ser su cabritillo para que me tomara en sus brazos!” –dice Cloe. Pues sí, el amor hace que la persona se desconcentre de sí misma, y ponga toda la atención en el amado. ¿No es esto incómodo? Cloe piensa que sí “Yo me muero, queridas Ninfas; ¿cómo no salváis a la doncella que se crió con vosotras? ¿Quién os coronará de flores después de mi muerte? ¿Quién tendrá cuidado de los pobres corderos?”. ¿Cómo sanarse? ¿Dónde está la sabia naturaleza? ¿Dónde están las ninfas, Amor, Pan?
No hay ningún remedio mágico ni espiritual, “ni filtro, ni ensalmo, ni manjar con hechizo; no hay más que beso, abrazo y acostarse juntos desnudos”-les dice Fileteas, la experiencia. Una triple proposición y aceptación que es síntesis de la inocencia propia del espíritu amante y la naturaleza: lo normal antes de la moralización artificial que vino después y que aún nos abarca con sinnúmeros de matices. “¡Oh, dolencia nueva, cuyo nombre ignoro! ¿Habría Cloe tomado veneno antes de besarme? ¿Cómo no ha muerto entonces?... Así se quejaba el bueno de Dafnis, probando los tormentos de Amor por vez primera”. La naturaleza duele, atormenta y desordena también. No fueron pocos los que perdieron la cordura por la belleza de Cloe: Dorcón, Lampis y Gnaton; y los tres a la fuerza quisieron hacerse de ella, sin poder lograrlo. Dafnis no se quedó atrás con Lycenia, “que entró en codicia de tomarlo por amante”­. Pero esta última dificultad es de origen externo a los amantes. Los ahogos más grandes están dentro de la simbiosis amatoria.
Celos, egoísmos, pleitos, desentendimientos son dificultades comunes de amantes que en Dafnis y Cloe no aparecen; apenas hay una parte donde Cloe disimula enojarse: “… por orden de sus padres, le escanció la bebida, y con alegre rostro sirvió a los otros primero, y a Dafnis el último, fingiéndose muy enojada de que, habiendo él venido hasta allí, iba a irse sin verla. A pesar del enojo, Cloe, antes de presentar el vaso a Dafnis, bebió un poco, y le dio lo demás. Dafnis, aunque sediento, bebió con lentitud para que durase más y fuese mayor su deleite”. ¿Y qué nos dice Octavio Paz? “El amor no nos preserva de los riesgos y desgracias de la existencia. Ningún amor, sin excluir a los más apacibles y felices, escapa a los desastres y desventuras del tiempo. El amor, cualquier amor, está hecho de tiempo y ningún amante puede evitar la gran calamidad: la persona amada está sujeta a las afrentas de la edad, la enfermedad y la muerte”. Aquí está la muerte otra vez. Pero obviemos la muerte irremediable y fijémonos en la muerte muriendo de Dafnis, su pérdida de voluntad vital: “Mirtale, temerosa de que Dafnis, por despecho amoroso, y perdida toda esperanza de boda, osara darse muerte, alegó otros motivos menos importantes que los que había dado Lamón”. ¡Amor y muerte…, cómo se tratan, cómo se hablan y pactan!
No creamos que las cosas del amor son simplemente niñerías; es naturaleza. Si hemos perdido la inocencia, recuperémosla purificando y afianzando nuestros sentidos. No dejemos de alabar al amor. Si te has empeñado en desmitificarlo y subvalorarlo, es seguro que probaste su lado doloroso, pero no lo es todo. Comienza a hablar bien del amor, como lo hizo Longo, quizás su alabanza te haga amante de nuevo. Quiso luego que volviera él a bañarse y le vio en el baño, y sintió como fuego al verle, y volvió a alabarle, y fue principio de amor la alabanza”.
“El amor puede ser ahora, como lo fue en el pasado, una vía de reconciliación con la naturaleza. No podemos cambiarnos en fuentes o encinas, en pájaros o en toros, pero podemos reconocernos en ellos” –termina Octavio éste mi ensayo.


Bibliografía
1. Longo (1997). Dafnis y Cloe. Editorial Norma. Bogotá.
2. Paz, Octavio (1997). La llama Doble. Editorial Seix Barral. Barcelona.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Sentilo y después hablamos

Rogelio Zambrana dijo...

ya estuvieramos hablando...

Anónimo dijo...

Rogelio, me gusta cómo desmenuzas las cosas, pero ahora yo quiero saber, qué es el amor para vos?

Rogelio Zambrana dijo...

Hola, pues, sinceramente el amor es una persona, en otras palabras, una amada. No creo poder dar una definición mejor. Ahora, ¿qué trato se le da a una amada? Exponersele a ella a cómo uno es, así, real y verdadero.

Anónimo dijo...

Rogelio, estoy de acuerdo con vos. Pero al mismo tiempo considero que exponerse a la persona tal cual uno es, es lo ideal del amor, pero pocas veces es la realidad. No es algo q todos hagan. Podría considerarse q esas personas entonces no sienten amor por la otra?
O puede ser también que como aún no nos hemos tomado el tiempo de conocernos a nosotros mismos, no tenemos algo q enseñarle a la otra persona.

Pero esto del amor lo considero un tema muy confuso que mas bien acaba enrredandome en pensamientos y no logro llegar a algo coherente.

Rogelio Zambrana dijo...

El tema es confuso porque las relaciones son confusas; es una amalgama de cosas y situaciones que se juntan "increíbles". Pero creo que la sinceridad y transparencia entre ambos es lo primordial: amor es sentir verdaderamente, con ojos limpios y corazón recto.

Anónimo dijo...

Si Rogelio, eso es super importante. Además, es tan rico y saludable emocional y mentalmente amar... y al mismo tiempo uno está tan vulnerable y expuesto... todo se eleva a la millonésima potencia... y luego, duele.

Rogelio Zambrana dijo...

Sip. Cierto. Tengo un articulo en este blog, no sé, quizás te interese.

http://rogeliodavidzambranamadriz.blogspot.com/2009/10/la-amistad.html

Anónimo dijo...

¿Estás enamorado entonces?