sábado, 17 de abril de 2010

LA FILOSOFÍA ES METÓDICA

Rogelio Zambrana

La filosofía es metódica. Para explicar esta tesis recurriré a los tres grandes filósofos de la Grecia Antigua.

Sócrates fue quizás el primero que empezó a ser consciente de que la filosofía, a diferencia de las tradiciones de la sabiduría popular, son conocimientos rigurosos, necesariamente obtenidos por un método. El método de la filosofía para Sócrates consiste en preguntar, dialogar con otras personas, él lo llamará mayéutica. A través del diálogo interpersonal, Sócrates pretendía definir conceptos cada vez más esenciales. Sin embargo, a pesar del rigor metódico, afirmaba que no se podía llegar a una definición satisfactoria.

Platón asumió el método socrático, y con algunas adiciones posteriores, llamará a su método: dialéctica. La dialéctica platónica consiste en un diálogo uniforme donde se contraponen opiniones acerca de un mismo asunto. Lo que pretende es la superación crítica de una opinión sobre otra hasta llegar a una definición concluyente. Es en este momento donde quizás Platón no está conforme con Sócrates en que no exista una definición satisfactoria. Platón crea pues una gnoseología para explicar que sí hay una definición exacta, pero en otro mundo, en el Mundo de las Ideas. Platón divide la realidad en dos mundo, uno inteligible y verdadero, y el otro material y sensible. El mundo material es sombra del mundo inteligible. La misión del filósofo, que vive en el mundo de sombras, consistirá, con ayuda de la dialéctica, en poder intuir desde el mundo material, las verdaderas esencias ideales que se encuentran en el mundo inteligible. Platón supone que anteriormente estuvimos contemplando las ideas, y bastará con algunas preguntas bien hechas, para recordarlas, ya que las condiciones de este mundo nos la han hecho olvidar. Sin embargo, comparte con Sócrates, que al menos en este mundo, nunca llegaremos a conocer perfectamente.

Aristóteles se desentiende de la gnoseología platónica. Va a decir que no hay dos mundos distintos, sino uno solo formado por materia y forma. El mundo en que vivimos es real, inmanente, autocontenido en sí mismo; no existe para él un mundo aparte y trascendente como el Mundo de las Ideas platónico. La verdad, por lo tanto, la encontramos en este mundo único. El método que usará seguirá siendo la dialéctica, pero sin los rasgos gnoseológicos de Platón. Aristóteles fijará su atención, mas bien, en la estructura del método, en su forma; ve que la verdad va apareciendo en el paso de una opinión a la otra, por eso se esforzará por encontrar la ley que garantice que en dicho tránsito se obtenga un conocimiento cierto. A esa ley le llamará lógica, que toma forma en lo que denominó: silogismo. El silogismo es la forma del razonamiento por medio del cual, de una proposición general y de otra proposición también general, se extrae una proposición particular cierta.

En conclusión, como búsqueda del conocimiento riguroso, la filosofía ha tenido que construir y describir sus métodos. Para Sócrates el conocimiento se obtendrá platicando con otras personas. El método será pues preguntar. Para Platón también, las preguntas bien hechas agudizarán la intuición de las ideas, reflejos del mundo inteligible. Y Aristóteles, no convencido del concepto de idea de Platón, se vuelca de nuevo al mundo real, proponiéndose descubrir las leyes de la dialéctica, la lógica. En otras palabras, Aristóteles prepara la prueba para demostrar la certidumbre de las proposiciones. Corolario, Sócrates se da cuenta que el conocimiento se alcanza preguntando, Platón dialogando para recordar, y Aristóteles preparando la prueba para demostrar la certidumbre de las afirmaciones.

LA FILOSOFÍA COMO PROBLEMA

Rogelio Zambrana

La filosofía no tiene un campo de estudio específico; más bien, todo lo que se puede cuestionar entra bajo su dominio. El problema consiste en que mientras la filosofía genera respuestas cada vez más contundentes, ella misma va muriendo como agente cuestionador. Lo cuestionable tiene una vida útil. La filosofía entonces, que no genera preguntas nuevas, se muere. La vida de la filosofía está en el seguir cuestionando, pero a la vez, produciendo respuestas. Respuestas, que a su vez, descartan filosofías. La filosofía por eso es un problema, cuestiona hasta llegar al punto en que ya no puede, de ahí nacen ciencias, y la filosofía queda obsoleta.

Mientras más tiempo pasa, nuevas ciencias específicas nacen. Ciencias que una vez fueron filosofías. Según esta tendencia: ¿Cuál es el futuro de la filosofía? Se me ocurren dos respuestas generales y aparentemente opuestas: la primera es que la filosofía llegará a ser inútil cuando se hallan agotado las respuestas útiles que pueda generar. Respuestas inútiles siempre se pueden inventar. La segunda es que la filosofía nunca dejará de ser importante porque es imposible dar una respuesta certera para todo y para todos. Una es el cientificismo, y la otra, el escepticismo.

Sin embargo, no hay porqué abrir una brecha entre estas dos concepciones. Decir que existe una filosofía mediática, la que usa el científico, y otra que se ensimisma y es estéril, es sólo una apariencia. Propiamente, la filosofía es y debe ser escéptica por esencia, si quiere ser realmente filosofía. Y a la vez, dejar de serlo y brindar una respuesta racional y potencialmente empírica. Hasta que la filosofía llega a fundamentarse empíricamente, es cuando deja de ser filosofía y se convierte en ciencia. Sin embargo, no toda filosofía llega a ser ciencia, y no toda ciencia está segura de conservar su apelativo. Un ejemplo de esto fue el Marxismo. El Marxismo se fundamentó en la dialéctica hegeliana, una filosofía idealista. De esta tesis hegeliana surge el materialismo histórico, fundamentándola en la lucha de clases histórica. El marxismo pretendía haber entendido las leyes de la sociedad; así, vaticinó el futuro de la sociedad. Por un momento, las afirmaciones del marxismo fueron aceptadas como científicas. Pero ahora, procesualmente, la historia misma descubrió el carácter ideológico de muchas de las tesis. Louis Althusser, defensor mismo del marxismo, llega a afirmar: La ideología no es una teoría descriptiva de la realidad, sino una voluntad o una esperanza, o una nostalgia.[1]

En conclusión, la filosofía es un problema porque tiende a ser algo que no será y, al mismo tiempo, negará de otra forma para seguir desarrollándose. Muchas de sus aportaciones quedarán en libros de ciencias. Sin embargo, es así que la filosofía camina y se desarrolla. Dejando las “bases” de las ciencias, ella debe continuar o interesándose en otros temas o replanteando esos mismos fundamentos que propone a las nuevas ciencias.

Platón se dio cuenta del natural problema de la filosofía cuando cuenta:

Sócrates se hallaba paseando junto con Alcibíades, y he aquí que se encuentra con un sofista. Este elogia mucho el discurso que él, Sócrates, había pronunciado la noche anterior. Una vez que el sofista se hubo alejado, Sócrates se vuelve hacia Alcibíades y le dice: Este me acaba de elogiar. ¿En qué me habré equivocado anoche?[2]

BIBLIOGRAFÍA

Reale, Giovanni. Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo III. Herder Editorial. Barcelona. 1995.

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[1] Reale, Giovanni. Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo III. Herder Editorial. Barcelona. 1995. Pág. 725.


[2] Reale, Giovanni. Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo III. Herder Editorial. Barcelona. 1995. Pág. 721.

LA REFLEXIÓN EN LA PEDAGOGÍA

Rogelio Zambrana

En el mundo de la enseñanza hay modelos educativos que no parten de una concepción crítica del mundo y de la persona que se quiere formar, por lo tanto, sus métodos y contenidos de enseñanza no responden a las necesidades personales y exigencias sociales de los educandos. En este sentido, la pedagogía, arte y ciencia de la educación, debe tratar dichas deficiencias. Mi tesis es la siguiente: un modelo educativo es eficiente, siempre que la enseñanza responda a las necesidades personales y exigencias sociales de los educandos, para lo cual, es necesario reflexionar críticamente acerca del mundo y de la persona que se quiere educar. Esta reflexión, sin embargo, debe ser periódica, con el objetivo de actualizarse constantemente; ya que el mundo y la persona cambian continuamente. Me basaré en el modelo pedagógico contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación de la Compañía de Jesús (pedagogía jesuítica), para demostrar lo importante de la reflexión crítica del mundo y de la persona a la hora de elaborar un modelo educativo eficiente.

El modelo pedagógico contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación de la Compañía de Jesús, asume una concepción del mundo y de la persona universal, original de la espiritualidad ignaciana. Estos cinco pilares sin embargo, inherentemente proporcionan una constante actualización de dichas concepciones de mundo y hombre. En otras palabras, la concepción del mundo y de la persona de la pedagogía jesuítica es universal porque tiene principios universales, pero a la vez es particular, porque se adapta a las realidades particulares en las cuales se va a aplicar. Es en este momento, donde la pedagogía jesuítica constantemente critica su visión de mundo y persona, para así, actualizar sus métodos y contenidos según las necesidades personales y exigencias sociales de la persona. El modelo educativo mismo se encarga de reflexionar críticamente sobre el mundo y la persona que se quiere educar.

Para apropiarse de un conocimiento actual de las realidades hombre y mundo, la pedagogía ignaciana parte en primer lugar del contexto. El profesor y los demás miembros de la comunidad educativa, deben conocer el contexto real de la vida del educando, el contexto socio-económico, político y cultural, el ambiente institucional del colegio o centro educativo, y los conceptos previamente adquiridos que los educandos traen consigo al comienzo del proceso de aprendizaje. Este conocimiento general del contexto ofrece una imagen más clara de la persona y del mundo en el cual se desarrolla la educación, y por lo tanto, un recurso más eficiente para el desarrollo metodológico. De lo contrario, al no tenerse en cuenta el contexto, el modelo pedagógico ofrecería una educación enajenada de la realidad, por lo cual no podría ofrecer una respuesta acertada a las necesidades personales y exigencias sociales del estudiante.

En segundo lugar, la pedagogía ignaciana recurre a la experiencia, que para San Ignacio significa el gustar de las cosas internamente. Esto quiere decir que, tanto las dimensiones afectivas como las cognitivas deben estar implicadas en la educación, porque si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el proceso de aprendizaje no será completamente efectivo. No da el mismo resultado criticar sólo intelectualmente una visión del hombre y del mundo, que hacerlo a la vez, afectivamente. Al tomar en cuenta lo afectivo, la imagen de hombre y mundo será más real y contundente. De lo contrario, al no tomar en cuenta la experiencia, la educación sería en una mera transmisión de ideas, con el peligro de promover ideologías: la aceptación irracional y afectivamente desordenada de ideas.

El tercer paso es la reflexión, la reconsideración seria y ponderada de todos los aspectos antes tratados: contextos, experiencias, y otros temas e ideas relacionados, que ayuden a obtener un significado más profundo del hombre y del mundo. Es un análisis crítico y minucioso de los pasos anteriores. Sin este paso, en un modelo pedagógico, los intereses formativos estarían aislados, sin dirección ni sentido con el cual orientar la acción, el paso cuarto del modelo pedagógico jesuítico. La acción equivale a la manifestación externa de lo ya reflexionado; es la propuesta educativa: métodos y materias, que se elaboran a partir de la reflexión. Es la pedagogía aplicada.

Y por último está la evaluación. La evaluación periódica es un paso esencial en el proceso educativo. En la evaluación se valora si los métodos y contenidos de la enseñanza están acordes con las necesidades personales y las exigencias sociales de los alumnos, que previamente se han apreciado en la reflexión crítica del mundo y de la persona que se quiere formar. La evaluación se concentra en progreso intelectual-afectivo, en las actitudes, prioridades y acciones del estudiante.

Vemos pues, que para que un modelo educativo sea eficiente, que responda a las necesidades personales y exigencias sociales de los educandos, necesita antes: reflexionar críticamente acerca del mundo y de la persona que se quiere educar. Y sobre todo, mantenerse actualizada. En el caso de la pedagogía ignaciana, según los contextos, experiencias, reflexiones, acciones y evaluaciones del proceso educativo.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

1. Pedagogía Ignaciana. Un Planteamiento Práctico. Documentos de la Compañía de Jesús. 1993.


2. Características de la Educación de la Compañía de Jesús. Documentos de la Compañía de Jesús. 1986.

viernes, 16 de abril de 2010

FILOSOFAR PARA EL HOMBRE

Rogelio Zambrana.

El hombre debe filosofar para el hombre. Una filosofía que se encierra en sí misma se convierte en ideología: pensamiento despersonalizante.


Las raíces del árbol filosófico son las interrogantes acerca de la posibilidad de conocer verdaderamente; qué es y cómo se presenta la realidad si es cognoscible; y sobre el sentido de la vida del hombre. La búsqueda de verdad, la explicación de la realidad y, el sentido del hombre son los temas fundamentales de la filosofía. Los primeros dos temas no tienen sentido sin el último. Es mas, la cuestión acerca del sentido del hombre condicionará siempre a las dos primeras interrogantes. El hombre, que es el que filosofa, es el beneficiario de la filosofía. La verdad y la realidad serán temas necesarios para abordar el problema del hombre. El hombre es la cumbre y fuente de la filosofía.


Para profundizar mi tesis demostraré primero cómo aprovecha el hombre la filosofía cuando se trabajan los temas de la verdad y la realidad. Para ello me basaré en Sócrates, primer filósofo en el que resplandece de forma singular qué es esto de verse precisado a filosofar, Ellacuría (1976). Y luego, demostraré cómo se distorsiona el sentido de filosofar para el hombre, dando lugar al pensamiento despersonalizante, cuando no se trabaja la cuestión de la verdad y la realidad.


La filosofía –como explicábamos más arriba­­­­­– se entiende como la búsqueda de la verdad y explicación de la realidad. Sócrates dirá que la verdad-realidad más próxima es el hombre mismo cuando dice: Conócete a ti mismo. Según Ellacuría (1976) a Sócrates no le importa tan solo saber cómo son las cosas… sino que las cosas sean, que las cosas lleguen a ser como todavía no son y que por no serlo son falsas e injustas. La verdad para Sócrates es lo que es justo. Porque lo justo es la medida de la plenitud del ser humano. La verdad, consecuentemente, es algo real porque se manifiesta en lo justo. Por lo tanto, la filosofía busca conocer la verdad para operar la justicia. Vemos pues, a partir del pensamiento socrático, cómo la filosofía entendida como búsqueda de la verdad y explicación de la realidad hacen referencia al hombre en todos sus sentidos. º


El verdadero filosofar consiste en buscar la verdad y explicar la realidad para dar sentido a la vida del hombre. Desde la verdad es que se puede filosofar. Pero qué es la verdad: la verdad es la presencia plena de realidad, la plena posesión de uno mismo, Ellacuría (1976). Verdad, realidad y hombre están siempre juntos en la verdadera filosofía. Por lo tanto, la verdad se busca para encontrarla, se la encuentra para conocerla (realidad), y se la conoce para operarla en el hombre.


Cuando no trabaja la verdad y la realidad, la filosofía se distorsiona inmediatamente. Por eso, no es filósofo el que busca por buscar, simplemente porque le gusta; no quien busca solamente para encontrar más y más interrogantes. La filosofía no es un juego, no es un rompecabezas infinito, ni es un ejercicio mental. De hecho, no se puede perpetuar una búsqueda sin antes haber obtenido un conocimiento aproximado de la verdad, porque de tal forma, las nuevas interrogantes quedarían sin fundamento. Tampoco es filósofo quien pretende conocer una verdad sin posibilidad de hacerla operar. Una verdad que no puede operar es solamente una idea de “verdad”. La verdad por esencia es operable. Y es menos filósofo quien pretende hacer operar una aparente verdad. En cambio, el filósofo verdadero reconoce que es una búsqueda incesante porque la realidad cambia según los tiempos y lugares. Pero no por eso la filosofía se conformará en buscar por buscar, sin ofrecer una verdad operativa según los tiempos y lugares. Estos últimos cuatro modelos de “filósofos” no cumplen con lo que significa el verdadero filosofar. Por defecto, serían ideólogos.


La diferencia entre las filosofías y las ideologías consiste en que las filosofías están a favor de la plenitud del hombre, en cambio, las ideologías son ideas que permanecen en sí mismas. Las filosofías son serviciales y propositivas, personalizantes y objetivas, se basan en la realidad y son libres. Las ideologías son arrogantes y con intereses particulares, son despersonalizantes, subjetivas y deshistorizantes, condicionadas y parciales.


La ideología es más que un cúmulo de ideas sistematizadas. La ideología se mide en relación a una determinada situación o con una determinada acción, Ellacuría (1976). La ideología como la filosofía se vive. De ahí que sus consecuencias pueden ser devastadoras, desde la causa de la muerte de Sócrates hasta los genocidios de la Segunda Guerra Mundial. La tarea de la filosofía consistiría en desideologizar el pensamiento humano. Esto no puede ser más que con el mismo pensamiento; con la duda y la negación el filósofo con autonomía e indeterminación, motivado por el deseo de conocer la verdad, se podrá liberar de las ideologías.


En conclusión, el hombre debe filosofar para el hombre. Mientras el filósofo olvide que la razón de la filosofía es el hombre verdadero y real, su producción serán ideologías, no filosofías.






REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:


- Ellacuría, I. (1976). Filosofía ¿para qué? Revista Abra. San Salvador, El Salvador.

Foto: Ignacio Ellacuría S. J.