domingo, 15 de agosto de 2010

MANUAL DE LOGOTERAPIA PARA CASOS DE ADICCIÓN


Por Rogelio Zambrana

Un manual de este tipo significa un apoyo a lo que ya se está trabajando en terapias de adicción desde los diferentes enfoques psicológicos. Quizás ¿qué podría aportar a esta causa la logoterapia? Es el motor que mueve esta investigación. Sin embargo, la tarea es amplísima e imposible de cuadrar en tan poco tiempo y sin la experiencia necesaria. El interés mío está puesto más en la construcción del cuadro teórico y cómo sugiere, da pautas al psicoterapeuta para enriquecer su trabajo en casos de adicción.

Comenzaré dando una descripción de lo que es la logoterapia, la adicción y cómo se relacionarían ambas en el trabajo terapéutico. La logoterapia es una corriente psicoterapéutica humanista-espiritual que tiene como base primordial el trabajo del sentido de la vida para la sanación psíquica e introducción consiguiente en la sociedad del paciente. Si entresacamos palabras claves resumimos así nuestra definición: es una terapia que trabaja el sentido de la vida para introducir nuevamente al enfermo a la sociedad.

De hecho, se parte de que el adicto es un enfermo físico-psíquico, que desde un enfoque social, está fuera de la sociedad mientras es disfuncional a esta. Por supuesto que hay grados de adicción, unos menos graves que otros. La adicción, que es una dependencia a un fármaco, droga, persona, cosa, alimento, sexo, juego, etc., está caracterizada por la modificación del comportamiento a tal punto que la persona se vuelve contra sí misma, y contra la sociedad consecuentemente. Fisiológicamente, todas las personas, unas más que otras, están predispuestas a cualquier adicción. Psíquicamente pasa del mismo modo, nada más que ésta prima sobre cualquier injerencia física. Sin embargo, las terapias están desarrolladas entendiendo la adicción como un fenómeno común. En este caso, la logoterapia da énfasis en la parte psíquica, espiritual, trascendental del individuo.

La logoterapia para adictos consistirá, a grosso modo, en el diálogo con el enfermo para que él redescubra el sentido de su vida, y cómo afectan sus compulsiones su realización. De esta forma, crear una tención existencial que acabará por formar los valores necesarios para que el individuo trate su enfermedad más efectivamente. Es notable que la logoterapia sea una herramienta solamente, sin embargo, a mi modo de ver, es como la llave para todo posible saneamiento.

De esta forma comenzamos nuestro adentramiento a la logoterapia para casos de adicción. Nuestro principal objetivo es crear un marco teórico logoterapéutico con insinuaciones prácticas que puedan ser tomadas en cuenta en el tratamiento para adictos.

I. Importancia del aporte de la logoterapia.

Antes, quisiera hacer una breve presentación de la logoterapia desde su fundador, Víctor Frankl. La logoterapia no es simplemente una psicología alternativa, es considerada la tercera escuela de psicología después del psicoanálisis de Freud y la Psicología Individual de Adler. Frankl la hizo famosa por ser una vía de equilibrio entre los extremos de sus predecesoras. La principal aportación fue que abogó por la libertad y la voluntad frente al determinismo, por la espiritualidad frente al materialismo. Frankl tuvo un gran éxito y aceptación porque su nueva orientación psicológica estaba sustentada en su experiencia como judío en el campo de concentración nazi de Auschwitz: una experiencia de sobrevivencia extrema que fue posible soportarla gracias al apoyo en su sentido de vida, frente a otros camaradas que lo perdían, llegando a suicidarse o morir enfermos por la desmoralización. La mejor enseñanza de esta experiencia es: el hombre es siempre libre. Su mensaje está plasmado en el libro: El hombre en busca de sentido, un libro conocido mundialmente.


A diferencia de las corrientes psicológicas, como los distintos tipos de psicoanálisis y de conductismos, en los cuales se le resta importancia a la persona como ser volitivo, libre y responsable, la logoterapia exalta más bien dichas facultades y propone potenciarlas para curar al enfermo. El psicoanálisis por ejemplo, busca descubrir lo que está reprimido en el inconsciente para dar mejoría al paciente. Lo que sucede es que intenta descargar de responsabilidad a la persona objetivando el mal en un suceso del pasado y reprimido: el síntoma es quien tiene que cargar con la responsabilidad de la compulsión entonces, no la persona misma. De esta forma es más difícil que el paciente acepte el problema; cuando despersonaliza su afección, luchará contra algo que no puede controlar, algo que le sobrepasa, mientras que si toma la total responsabilidad sobre el problema, será más fácil combatirlo. Esto no es desacreditar el psicoanálisis, que es muy válido, sino, es darle una orientación que facilite o mejore la recuperación del paciente. En otras palabras es, cambiar el cómo o la manera de orientar la terapia. La logoterapia tendrá que hacer que la persona sea responsable de su compulsión. Esto parte de una antropología existencial que reza que: La conciencia y la responsabilidad constituyen los dos hechos fundamentales de la existencia humana, esto se traduce en una fórmula antropológica: Ser hombre equivale a ser consciente y responsable. (Frankl, 1970)

Otro gran aporte es la importancia que se le dio ''al otro'' dentro de la psicología. Anteriormente, en la psicología, ''el otro'' tiene un valor práctico, simplemente para explicar ciertas patologías donde están inmiscuidos roles de otras personas sobre las conductas del paciente. Ejemplo: los padres y el complejo de Edipo. En la logoterapia ''el otro'' es el que no solamente configura mi ser y mi conducta, es más aún: ''el otro'' es el que me hace ser: soy en cuanto tú eres. Tú me haces ser. Todo ser es siempre substancialmente, un ser-otro, y sólo mediante la referencia de un ser a otro ser podemos constituir ambos, todo ser es un ser-en-relación. (Frankl, 1970) Esta es una injerencia antropológica en la psicología que no se había planteado antes: el ser humano no se explica como un ser individual, sino como un ser relacional. Esto constituye un gran aporte porque el ser humano deja de entenderse como un ser inmanente en sí mismo, cerrado y absoluto, y se vuelve trascendente. La ventaja es que se puede tratar al paciente desde otro medio, más que por su misma condición psíquica. Ya sea por su espiritualidad o por sus relaciones interpersonales.

En el caso de la terapia dialógica, mientras se da la trasferencia, el ''yo'' no se vuelve ''yo'' sino en el ''tú''. El terapeuta es fundamental, ya que es el motivador, de él depende mucho la sanación del enfermo. Es la persona en la cual el enfermo verá más allá de sí mismo. En el enfermo promoverá un cambio de perspectiva, lo cual permitirá que el paciente aspire a algo nuevo, que sobrepase sus mismos límites; será algo igual o más valioso que su misma vida, dependerá de cómo esté su autovaloración. En el caso de los adictos, que tienen baja autoestima, habrá que elevárselas proponiéndoles algo más valioso, y así superar su desvalorización. Es verdad que la persona valora tanto como ella se valora a sí misma, pero, es capaz también de trascender esta ecuación, si no, no hubiera nunca mejoría alguna.

II. Trascendencia humana.


El ser humano es un ser trascendente porque es capaz de valorar más y más allá de sí mismo. El problema de la trascendencia se resume de hecho en esta pregunta: ¿Es el hombre capaz dar más de sí? El mayor indicio para dar una respuesta afirmativa es el amor. El amor entendido como la voluntad de querer. Amor es voluntad de querer. Para Freud el amor es solamente un epifenómeno, un fenómeno secundario producto de nuestra actividad cerebral, de nuestras tendencias inhibidas, sublimaciones. Para la logoterapia es una experiencia primordial y necesaria. El amor es una representación de la voluntad de sentido.

La meta del psicoanálisis es la de adaptar al individuo y sus instintos al mundo exterior, reconciliarlos con la realidad, renunciando a los sentidos, a lo instintivo, a los impulsos predecesores de la voluntad. En cambio, la logoterapia desarrollará en el individuo ese querer impulsivo, la voluntad, el querer por parte del ''yo''. Sin embargo, los impulsos no son entendidos como meros instintos animales. Los impulsos o instintos se comunican con los valores, con lo trascendental en el ser humano, con su espíritu. En la terapia lo que se hace entonces, es un salto de lo instintivo a lo espiritual, entendiéndolo como una misma esencia. Partiendo de las dinámicas afectivas de las patologías, la persona llegará a sus angustias espirituales, sobrepasando el encierro obstinado racional-material en la cual se halla sumergida por la dependencia o adicción. La tarea del terapeuta será pues, que el paciente llegue a una visión de los valores y del mundo que sea de su propia autoría, pero a la vez, trascendente.

Frankl combate el materialismo y la reducción sociocultural que se le ha dado al hombre. Lo más importante, y que define al hombre, es su libertad. Por eso, antes de diagnosticar una patología redujenendo al paciente a lo material o sociocultural, la logoterapia antepone una frustración existencial, que en sí y por sí misma no tiene nada de patológico. También le llama neurosis noógena. Esto supone una superación del psicologismo: una captación del problema a la luz de la razón. Según esta antropología, la persona se vuelve transparente, y se distancian emocionalmente del problema, lo que significa, que podría combatir su complicación en una mejor posición.

III. Lugar de la logoterapia en las terapias con adictos.


Como decíamos al principio, la logoterapia es un recurso, no puede ni debe sustituir a la psicoterapia, sino sólo complementarla. Se deben separar los componentes logoterapeúticos de los psicoterapeúticos, pero sin olvidar que ambos se combinan y forman una unidad de la acción médica. (Frankl, 1970) ¿Cómo se hace? Creo que eso dependerá del terapeuta y del paciente. Lo que se puede hacer, es plantear los dos tipos de terapias para que el terapeuta discierna dónde y cuando intergrar ambas dinámicas en el paciente. En este caso, explicaremos el papel de la logoterapia.

La logoterapia trabaja el espíritu, y los resultados que se esperan del paciente, serían creaciones del espíritu. Una creación espiritual es irreductible a lo psicológico, porque lo espiritual y lo anímico son magnitudes inconmensurables… Todo lo espiritual se rige por leyes propias. (Cfr. Frankl, 1970) El espíritu es la capacidad que tiene el hombre para conservar su libertad ante los extremos más ''violentos''. Es cierto que el hombre está determinado biológica, psicológica y sociológicamente, en realidad no es libre de algo –dice Frank, sino para algo; es libre para tomar una posición frente a todos sus condicionamientos… Debe ser emocionante que una persona adicta que piensa que está condenada a seguir así por el resto de su vida crea esto: que frente a esos condicionamientos enormes que tiene, es libre aún para decir basta. El hombre es un ser de posibilidades, y dentro de esas posibilidades está el no dejar nunca de fabricarlas. La mejor posibilidad que podría cuajar un adicto: la de dejar de ser dependiente.

La logoterapia para comenzar a funcionar en el tratamiento, requeriría que se realizara primero un diagnóstico al paciente, una ''mirada-a-través'', referida a la razón que se esconde tras el mal, al sentido que tiene la enfermedad, al sentido trascendental, existencial. En otras palabras, y más concretamente, que se le examine su sentido de vida. El problema del sentido de la vida no debe interpretarse como un síntoma sino como algo que expresa lo más humano que tiene el hombre. El problema del sentido de la vida, planteado de un modo radical, puede llegar a avasallar totalmente al individuo. (Frankl, 1970)


Luego, suponiendo efectivamente que el problema se deriva de una distorsión o carencia en la voluntad de sentido, el terapeuta deberá de redescubrir o fortalecer esta fuente primigenia de la vida, recurriendo a la fe en un sentido superior, valores, personas valiosas, ideales, Dios, etc. Esto tiene una importancia psicoterapeútica y psicohigiénica invaluable. Frankl llama a esta capacidad humana ''fe creadora'', hace al hombre más fuerte, como auténtica fe que es, nacida de una fortaleza interior. Para quien se hace fuerte en esta fe no existe nada carente de sentido. Por lo tanto, la historia interior de la vida del hombre nunca acaecerá en vano. (Frankl, 1970) Luego de recuperar la fe, la ''fe creadora'', el sentido de vida, viene la lucha entre la voluntad de sentido y los condicionamientos, que en caso de los adictos, están muy arraigados.

IV. El sentido de la vida frente a los condicionamientos biológicos y sociales.

El sentido de la vida es el motor que hace que la persona funcione. Es el motivo para seguir existiendo. Cada persona, indiscutiblemente, se formula un sentido de vida con la cual regirá su comportamiento; éste trasciende de tal modo a la persona que es capaz de liberarla ante cualquier mal desvío de la voluntad, regresándola a su camino original. En la espiritualidad jesuítica el sentido de la vida toma el nombre de ''principio y fundamento'', y tiene diferentes nombres en otras espiritualidades o cosmovisiones, sin embargo el significado es el mismo. El sentido de vida es el principio de la vida y el fundamento de toda posibilidad de acción. El amor, cariño, comprometimiento a Dios, al mundo, a la vida, a la familia, a los hijos, etc., son innumerables e irreducibles.


Los condicionamientos fisiológicos y sociales pueden servir de ayuda o ser impedimento para el desarrollo de la voluntad de sentido de las personas. Es un hecho que el tener voluntad de sentido no significa que automáticamente se viva de ello, por lo que sobrepasa cualquier determinación; se vive en libertad. De ahí que la voluntad de sentido exija un alto grado de responsabilidad, por la capacidad creadora que posee.

Ante la indeterminación de la voluntad de sentido se ciernen gran cantidad de determinantes que se rigen por el principio de placer, y crean tención en el individuo. En la realidad, el placer no constituye la meta de nuestras aspiraciones, sino que es la consecuencia de su realización –dice Frankl. Existen ciertos estados o circunstancias en los que el placer puede constituir la meta de un acto de voluntad. En general, el hombre no quiere el placer, sino que quiere lo que quiere, por lo tanto, si el placer fuese el real sentido de la vida, habría que llegar a la conclusión de que la vida carece de todo sentido. Por lo que el placer es sólo un estado; es un proceso que se desarrolla en la sustancia gris del cerebro. (Frankl, 1970) En los casos de las adicciones, de cualquier tipo, el placer opera más impetuosamente, doblegando más fácilmente a la voluntad, pero, igualmente no es un un acto en sí mismo, sino producto de un problema, principalemte de autoestima, generado por cualquier tipo de situaciones en las que se mueve el individuo. Se puede decir que el adicto no es adicto por el placer que causa su adicción, sino porque genera situaciones en los que puede escapar de su realidad, fugas existenciales. Entonces el placer no es un fin en sí mismo, es una consecuencia no más de un querer, de un ''yo quiero'' que lo sobrepasa. En otras palabras, el adicto se vale del placer de su adicción por tratar un problema más personal. Esto no niega la dependencia físicoquímica de las drogas, de algunos alimentos o de acciones o actos, sin embargo, reconoce que están en segundo lugar. Por esto la importancia que juega la logoterapia, en hacer redescubrir o revalorar el sentido de vida del paciente, que sí está en primer lugar.

En conclusión, el terapeuta debe superar el concepto del hombre presensista, el hombre que se aferra a los estados de placer, sin salir para nada al reino de los valores. Valores que son los motivos para vivir, el sentido de vida, y los únicos que pueden ofrecer una vida realmente humana al individuo. Y a pesar que el sentido de la vida está también condicionado a una situación, la vida del sujeto que es única e irrepetible, los valores no dejan de ser universales. Es más, los valores amplían las posibilidades de los sentidos, de los placeres al máximo. Los adictos pueden encontrar en los valores, mayores emociones y mejores placeres.

V. El reencuentro del adicto con su sentido de vida.

¿Cómo el terapeuta puede generar el reencuentro del adicto con su sentido de vida? Digo reencuentro porque el hombre necesariamente tiene formulado uno, lo que no significa que sea el único para toda la vida. El sentido de vida va evolucionando mientras el individuo va desarrollado y siendo afectado por factores externos e internos. Sin embargo, éste puede pasar de desapercibido con o sin querer. Pues bien, ¿qué puede esperar un adicto de la vida? El adicto no deja de ser persona, no más que su sentido de vida está ''agonizando'', el adicto puede esperar mucho de la vida. Entonces, ¿cómo hacer que la persona vuelva a sentir?

Hay que transferir, lo que Frankl llama, ''valores de actitud'': el cómo debe posicionarse el adicto ante su situación, porque lo que importa es la actitud que el hombre adopte ante un destino ''irremediable''. Lo importante es como el hombre lo soporta. Se trata de actitudes humanas como el valor ante el sufrimiento, o como la dignidad frente al fracaso. La posibilidad de llegar a realizar esta clase de valores se da siempre que un hombre se enfrenta con un destino que no le deja otra opción que la de afrontarlo… (Frankl, 1970) El sufrimiento mismo vale mucho, lo que para el adicto quizás sea un infierno, el terapeuta tendrá que hacérselo ver como su mayor riqueza, lo que le hace ser digno, y desde ahí operar el tratamiento, con una revalorización de sí mismo que le acompañará en todo el proceso de recuperación. … y un instante por más fugaz que sea, puede proyectar retrospectivamente un sentido sobre la vida entera –dice Frankl.


Ese instante en que el individuo se recrea así mismo no puede ser superficial, debe ser real, y para que sea de ese modo debe haber una aceptación de sí mismo y todo lo que eso conlleve. El hombre no debe olvidar sus problemas, sí apartarse de ellos en el sentido que no los pone en segundo plano. En otras palabras, reconocer que existe esa fuerte tención entre su adicción y los valores que está asumiendo. Luego, lo más relevante será que poco a poco el paciente vaya construyendo su camino de recuperación, hacia el cumplimiento de su propia misión. Cuanto mejor comprenda el carácter de ''misión'' que tiene su vida, tanto mayor sentido tendrá su vida para él. Misión no significa solamente un objetivo, sino una responsabilidad. En esto se diferencia la psicodinámica de la logodinámica o noodinámica, en que esta última constituye una situación de libertad: al mismo tiempo que impulsan los instintos, los valores atraen, y la persona puede decidir entre ambas. Este enfoque existencialista, cita Frankl a Rollo May, pone de nuevo la decisión y la voluntad en el centro del cuadro. (Cfr. Frankl, 1970)
VI. La libertad humana.

El hombre es libre y sus condicionamientos son únicos e irrepetibles. En la terapia esto tiene una gran repercusión, ya que el terapeuta no le puede dar el sentido a la vida del paciente, sino que tiene que ser encontrado por la propia persona, para que así pueda ser asumido con más pertinencia y efectividad.

La libertad del hombre no significa ausencia de condicionamientos, sin ellos la libertad fuera imposible, porque ¿libertad de qué? La libertad sólo puede ser libertad frente a su destino, un comportarse con el destino. El hombre se define como un ser que va liberándose en cada caso de aquello que lo determina (como tipo biológico, psicológico y sociológico); es decir, como un ser que va trascendiendo todas estas determinaciones al superarlas o conformarlas, pero también a medida que va sometiéndose a ellas. (Frankl, 1970) Y sin embargo, la libertad no significa que el hombre tenga una predispocición a elegir el ''buen camino'', al contrario, es una falta de predisposición intelectual sobre un destino biológico, psicológico y sociológico. El hombre es un ser indeterminado sobre factores determinantes. Esto significa que la libertad no orienta al hombre hacia algo, más bien, es la no orientación de nada. Por ello, el hombre, libremente, puede destruirse así mismo también, como acurre con el adicto. Lo que sí es enormemente importante, es que la persona puede situarse entre los determinantes neutralmente, asumirlos o no, superarlos o no. La persona trasciende todo tipo de circunstancias, con mucho esfuerzo sí, pero las trasciende.

En el caso del adicto, que se está destruyendo así mismo, está asumiendo libremente dejarse al margen de sus determinantes y predisposiciones, olvidarse en su destino somático, psicológico o sociológico. Dejarse al margen del destino somático Tandler lo llama ''fatalidad somática'' del hombre, menciona Frankl. Y esta actitud es libre. Prueba de ello es que existe la posibilidad de dar un viraje en la vida, cambiando de posición en ella o ante ella. El dejarse al margen del destino psicológico significa el empeñarse en creer, antes de intentar algo, que el intento está condenado necesariamente al fracaso y se aferre a tal creencia, es evidente que fracasará en lo que se proponga; porque nadie gusta de quitarse la razón, no siquiera ante sí mismo… es lo que se llama un ''fatalismo neurótico''. Lo que el terapeuta tiene que promover en estos casos es la reconciliación con su destino. El paciente debe aceptar su condición, lo que le facilitará de gran modo el sobreponerse a sus condicionantes y ganar mejoría. El hombre lo que necesita es prever, poder leer más allá de sí, para poder aspirar a una meta, a una misión. Cuando la mirada se dirige a un fin o meta, el hombre puede fortalecerse en ese punto de apoyo espiritual, esto es lo que necesitaron los recluidos en los campos de concentración –dice Frankl, y es lo que necesitan los adictos, que al igual que los cautivos de Auschwitz: no aciertan a gozar, a vivir, a disfrutar; necesitan hacer de nuevo el aprendizaje de la vida. (Cfr. Frankl, 1970)

VII. Amor y trabajo.


Por último, quiero mencionar dos factores que pueden ayudar mucho en la labor terapéutica y que son bases fundamentales de la logoterapia: el amor y el trabajo. Sobre el amor dice Víctor Frankl que, para el amante el amor hechiza el mundo, lo transfigura, lo dota de un valor adicional. El amor no hace al hombre ciego sino que le abre los ojos y le agudiza la mirada para percibir los valores. Fomentar el amor en el paciente sería salvarlo. El amor salva, da vida, la regresa. En este caso se debe enseñar a amar al paciente. ¿Cómo? Creo que sincerándolo consigo mismo y el mundo, la misma dinámica del amor hará el resto.

Con respecto al trabajo, es evidente que lo que más caracteriza al ser humano es su capacidad para crear, su sentido de vida es una creación profunda. El terapeuta debe prestar atención en este punto y fomentar valores creadores en el paciente. Una estrategia es buscarle una ocupación donde pueda ejercer al máximo su capacidad creadora. El trabajo también puede representar el espacio en el que la peculiaridad del individuo se enlaza con la comunidad, cambiando con ello su sentido y su valor –dice Frankl.

Para terminar trascribo algunas frases de Víctor Frankl que pueden orientar terapias con adictos:

1. “Ser hombre significa estar orientado y dirigido a algo o a alguien, estar dedicado a un trabajo al que se enfrenta un hombre, a otro ser humano al que ama, o a Dios a quien sirve”.

2. “Somos responsables de cada decisión para toda una eternidad; puesto que en todo momento estoy realizando una posibilidad o la estoy perdiendo”.

3. “La imperfección es la que determina que cada individuo sea indispensable o insustituible”.

4. “La vida no trasciende de sí misma en longitud sino en profundidad”.

5. “El hombre, no se colma solamente creando y gozando, sino también sufriendo”.

6. “Las cosas conservan su sentido, más allá del éxito o del fracaso, independientemente de todo lo que sea resultado”.

7. “No es el sacrificio de la propia vida lo que da a esta un sentido, sino que la vida puede llegar a su colmo, en su propio fracaso”.

8. “El hombre madura en el dolor y crece en él y da más de lo que pueden dar los éxitos. El hombre realiza en el sufrimiento los valores de actitud ante la vida”.

Bibliografía

- Frankl, V. E. (1970). Psicoanálisis y existencialismo. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusto la explicacion

pancho dijo...

es un pendejo