lunes, 16 de marzo de 2009

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LAS CONFRONTACIONES


BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LAS CONFRONTACIONES
TEOLÓGICA- MORALES ENTRE EL
JANSENISMO FRANCÉS
Y LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN EL SIGLO XVII
Por Rogelio Zambrana

Es una constante en la historia de la Compañía de Jesús estar metida en conflictos de distintos órdenes. Desde la aprobación de las Constituciones, san Ignacio con los demás compañeros se vieron en distintos embrollos debido a algunos estatutos multidisciplinares que no eran del agrado de muchos. Conocemos -por ejemplo- el caso de la omisión del rezo de las horas canónicas en comunidad junto a la supresión del coro que tantos desatinos causó a los jesuitas y a sus antagonistas. Invariable también es el hecho de que la mayor parte de estos desacuerdos entre jesuitas y no jesuitas son debido a la iniciativa de los nuestros a innovar, a buscar nuevas formas agrandar la Gloria de Dios en circunstancias donde huele a estancamiento y pecado. Este esfuerzo necesariamente desemboca en un rompimiento con lo tradicional, si es la causa principal del problema. Cuestión que a pocos gusta. No es mayor el motivo por el cual he querido incursionar en el caso de los jesuitas y jansenistas. Materia que es de mucho interés para la historia de la moral, pero que en esta ocasión, la reduciremos al hecho meramente histórico.

Para indagar sobre el tema, primeramente aclaremos las circunstancias en que se dan los hechos. Tomando el pensamiento de Ortega y Gasset: el hombre es él y su circunstancia, podríamos decir que los hechos no se separan de sus circunstancias. Así que comenzaré por exponer el ambiente en que fue cuajando nuestra polémica. Necesitamos del mismo modo conocer la materia doctrinal que estaba en discusión. Estudiaremos brevemente en qué consistían las enseñanzas doctrinales de los grupos demandantes. Tenemos claro que el ambiente era propicio para la investigación teológica. El siglo XVII es el siglo de la contrarreforma, y se cultivaban nidos de confrontación entre católicos y protestantes. Principalmente se debatían temas acerca de la gracia de Dios en el hombre, la salvación de Cristo, la predestinación etc. Los jansenistas inmiscuidos en las ideas calvinistas presentarán dentro de la misma Iglesia una visión negativa del hombre, y una exaltación exacerbada de la Divinidad que más bien valía como obstáculo al hombre para relacionarse con ella; en cambio, los jesuitas propondrán una visión más optimista del hombre, y predicarán a diferencia de los primeros que la salvación es universal; buscarán los medios necesarios para hacer real esta idea, y por ello apoyarán el probabilismo, un sistema moral que podría hacer efectivo su sentir. Razón por la cual los jansenistas, no estando de acuerdo con el novedoso sistema, embistieron a los jesuitas, como una reacción a los argumentos que éstos emitieron primero.

Además de exponer las doctrinas contendientes por separado, he tratado de hacer un recuento de los principales focos de discusión. Principalmente he estudiado parte de la obra Cartas Provinciales (1657) de Blaise Pascal. Obra que nos puede ilustrar más gráficamente la disputa. No pretendo interpretar a sobremanera el núcleo temático que se debatía, sino, brindar el hecho histórico. Por último, tendremos los derechos suficientes para finiquitar la investigación con una valoración. Sólo pido que se me dispense el incorrecto uso de citas, que les he reducido a poner en cursiva.

Ambiente coyuntural de Francia en el siglo XVII

El siglo XVI, que vio el nacimiento de la Compañía de Jesús, estuvo marcado por las guerras entre Francia y España. San Ignacio pasa mil dificultades debido a estos conflictos diplomáticos y bélicos. Mucho tiempo antes, la nación era parte de un complejo litigio hegemónico. Al ser electo Carlos I Emperador de Alemania (1519), Francia estaba asediada por las posesiones de los de la casa de Austria, los eternos enemigos de los Borbones, los Hansburgos. Ambas, familias dinásticas, se lidiaban Europa, junto con el Papa y los Estados Pontificios.

Como una acción contra la continua amenaza de los Hansburgos, Francisco I hizo alianza con los protestantes y turcos; a pesar de ello fue derrotado en Madrid en 1526, de igual forma pasó con Enrique II. Así, Francia continuaba el modelo político adoptado por los príncipes alemanes en relación a la descentralización del poder Papal, y la misma vez el de sus aliados, en este caso, los Hansburgos.

En medio de estos acontecimientos, Francia florecía culturalmente. El Renacimiento que comenzó en Italia se expandía con rapidez. Este movimiento que proponía un regreso a los autores clásicos de la filosofía griega y latina expresaba el descontento con los debates teológicos medievales, considerándolos improductivos. La filosofía medieval había quedado en sistemas enredados y muchas veces incomprensibles para la mayoría del vulgo. Un regreso a los orígenes del pensamiento significaba su purificación y simplificación. Significaba un reencontrar las fuentes y fundamentos de la razón. Renacimiento y humanismo fue un cambio de atención popular, el paso del teocentrismo al antropocentrismo. Esto no significaba un rechazo de Dios y la religión, sino un obviar las concepciones demasiadas enajenantes que dejaban a un lado al hombre concreto, razón de la elaboración teológica. Obviamente este nuevo foco de atención iba a afectar todo el orden social. Se ve en el arte, la música, la literatura y en la economía. Las ideas –por ejemplo- de Francis Bacon desde Inglaterra, proponían cambios en el sistema económico para un desarrollo más pragmático. Francia así, comenzó una vida nacional más próspera. En la política, la nobleza se agrupó y se centralizó la administración. Esto desencadenó en una mayor seguridad en el pueblo francés.

En el reinado de Enrique II el protestantismo se expandía, llegando a la nobleza y al Parlamento. Es así que nace el partido político hugonote, como se llamaron los protestantes calvinistas franceses. Esta posición, le ocasionó conflictos con la Liga Católica. Durante los reinados de Francisco II (1559- 1560), Carlos IX (1560- 1574) y Enrique III (1574- 1589) sobraban los enfrentamientos entre hugonotes y católicos. La matanza famosa de la noche de san Bartolomé es testimonio de estas disputas.

Cuando muere Enrique III en 1589 deja al heredero Enrique de Borbón (1589- 1610), rey de Navarra y protestante. En 1593 se convierte al catolicismo y toma el nombre de Enrique IV, él restableció el orden interior de Francia e institucionalizó la libertad de culto con el edicto de Nantes en 1598, y por fin, acabó la guerra con España con la llamada paz de Vervins, en 1598. Él consolidó la economía y fomentó la expansión industrial y colonial.

Francia ya era una nación muy distinta. Ideológicamente el protestantismo estaba colado en los ambientes intelectuales. Los nuevos mecanismos de producción exigían nuevas conductas. El humanismo exigía nuevos cánones morales. Políticamente Francia se debatía entre la independencia religiosa favoreciendo al protestantismo, pero que le exigía el aislamiento de buena parte de Europa, o el catolicismo, donde encontraría el apoyo necesario para expandir el reino hacia el norte.

Entre tanto, Enrique IV es asesinado; su hijo y su madre, Luis XIII y María de Médicis toman el trono. Y en 1564 el cardenal Richelieu toma el gobierno, quien crea un absolutismo regio. El cardenal se dedicó a quitarles el poderío a los Austrias, y para ello, otra vez Francia se vio aliada con los protestantes, ahora en La guerra de los Treinta años.

Cuando sube al trono Luis XIV (1643- 1715) sostuvo una política dedicada a romper el equilibrio instaurado en Westfalia, acerca de la tolerancia religiosa, lo que le llevó a enfrentarse a la otra parte de Europa. En su expansión territorial adquirió Flandes y otras tierras, aunque terminó perdiendo otros con la paz de Utrecht en 1713. Luis XIV llevó a Francia a la hegemonía europea, pero despóticamente. Desde Versalles ejercía su poder.

Conocido como el Rey Sol, Luis XIV, intervino en los asuntos religiosos como consecuencia de su gobierno absolutista. Lo que ocasionó conflictos con el Papado y con los recién llegados compañeros jesuitas. El rey defendió las libertades de la Iglesia francesa con la llamada Declaración de los Cuatro Artículos en 1682, lo que lo llevó al borde del cisma. Este marcado nacionalismo, del que se derivó el interés por no depender del Vaticano en asuntos de órdenes temporales, adoptó el nombre de galicanismo, sentimiento que era compartido por los jansenistas.

Luis XIV, sin embargo, le tuvo mucha simpatía a los curas reformados, a como se les llamaba los jesuitas en Europa. Su confesor y amigo, Français De la Chaizes, influirá mucho en él al momento de ejecutar sus políticas. Además, los jesuitas franceses se verán influenciados por el nacionalismo del pueblo, lo que de hecho fue de agrado al rey, y a veces, al mismo Parlamento.

Luis XIV intervino directamente en las controversias entre jesuitas y jansenistas, punto de nuestro interés. Favoreció a los jesuitas con la disgregación de los religiosos del Port- Royal, comunidad religiosa de Antoni Arnauld y de Pascal, personajes que nos interesarán luego. También con la prohibición del jansenismo en 1713; persiguió además al calvinismo, revocando el edicto antes mencionado de Nantes, lo que provocó el exilio de numerosos protestantes de Francia. A final de su reinado Francia se había debilitado económicamente, el reinado del Rey Sol cayó en una gran crisis. Crisis que será una de las causas de la revolución francesa con Luis XVI en el siglo XVIII.

Situación de los jesuitas en la Francia del siglo XVII

De primeras, la Compañía de Jesús estaba en medio del conflicto político antes mencionado. El galicanismo por una parte y Roma por otro. Muchos jesuitas franceses se inclinaban al fervor nacional, lo que produjo críticas de jesuitas de fuera, como fue el caso del jesuita Antonio Santarrelli, que enjuició abiertamente a sus compañeros. En su Tratado sobre la Herejía, el Cisma, la Apostasía, la solicitud en la Confesión y el poder del Romano pontífice para castigar estos delitos de 1625 recalcaba la frecuentemente repetida teoría de san Bellarmino S. I., del poder indirecto del Papa en asuntos temporales. Esta tesis entraba en conflicto con la política de Luis XIV y el Parlamento, ya que atentaba contra la independencia del reino. Esta independencia se mostraba solamente en los asuntos temporales, no espirituales: como nombramientos de obispos, y el retener las rentas y beneficios de algunas diócesis sin obispos.

Los contrarios de los jesuitas que mostraban inclinación a la tesis de Bellarmino, y por supuesto, acataban al General, en ese entonces Vitelleschi S. I. y las Constituciones, llevaron sus casos al Parlamento de París. Esto dio comienzo a la propaganda antijesuítica. El cardenal Richelieu, como agente ideológico en el gobierno, mostraba también gran recelo ante los jesuitas. El Papa Urbano VIII acudió al general Vitelleschi expresando su disgusto por la publicación de Santarrelli S. I. ya que no quería más problemas con Francia. El Parlamento les mandó a renegar contra el libro, a no enseñar su doctrina, y a estar conformes con la censura del clero secular y de la Universidad de París, la Sorbona. Y para agudizar las cosas, tenían que firmar un documento donde expresaban el asentimiento a estas cuestiones. Ante este acertijo, los padres jesuitas estudiaron bien el caso para no quedar mal con el Parlamento ni contradecir lo que enseña su Orden, redactaron un documento muy astutamente, y apoyados por Roma firman el tratado donde estaban las condiciones impuestas, y al mismo tiempo no negaban las enseñanzas de la Iglesia.

Inocencio XI se cansó de tantos abusos al poder religioso que se atribuía Luis XIV y llegó a confrontarlo. François de la Chaizes S. I., su confesor, no estuvo de acuerdo con la actitud del Papa, ya que el rey había favorecido tanto a la Iglesia en Francia. Fue cuando Luis XIV redactó la Declaración de los Derechos de la Iglesia Galicana. De la Chaizes, junto con otros jesuitas estaban de acuerdo, pero no todos. La declaración pedía que se enseñara en todos los colegios y universidades, lo que significaba para los jesuitas en desacuerdo, entrar de nuevo en el mismo dilema. Insólitamente la declaración tuvo mucha oposición, incluyendo de parte de la Sorbona, así los jesuitas aprovecharon para librarse del complicado asunto. También, Luis XIV, persuadido por el General De Nolleye S. I. concedió la dispensa a los colegios jesuitas.

Es importante tener en cuenta tanto la coyuntura social como la específicamente jesuítica. El clima intelectual y religioso: la expansión del protestantismo que indirectamente influye incluso en la mentalidad del católico, sobresalen la apologética, los debates teológicos. El sistema social, un absolutismo regio, un Parlamento nacionalista, alianzas en el Parlamento según la profesión de fe. El sistema económico, una nueva economía, el paso del vasallaje a la etapa pre- industrial que significó un mayor individualismo económico- social. En lo intelectual, mayor cantidad de personas se dedicaban a estudiar, incluyendo jóvenes de bajos recursos, iniciativa de los jesuitas y razón por la cual Richelieu quiso en algún momento expulsar a los jesuitas de Francia, ya que esto permitía muchas más críticas a las injusticias del gobierno. Importante también el apoyo de Luis XIV a los jesuitas.

En este terreno los jesuitas hallaron la inspiración para sus apostolados. La defensa de la fe, la adaptación de la fe a las nuevas circunstancias, la educación de buena parte de la nobleza y del pueblo iletrado, la administración de los sacramentos, la devolución de la confianza del pueblo francés a la Iglesia, que el protestantismo estaba desacreditado tanto, y el tema más de nuestro interés, la inserción de renovadas formas de enjuiciamiento moral, que tanto exigía la época.

Enseñanza moral jesuita

Los jesuitas de la época post tridentina, después del concilio de Trento (1545- 1565), adoptaron un sistema moral distinto al convencional. La doctrina la extrajeron del dominico Bartolomé Medina. En su comentario a la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino (1577) escribe: Me parece que, si una opinión es probable, sea seguida, aunque la opuesta sea más probable. Por eso el nombre de probabilismo. El término aparece quizás por primera vez en una anotación de Wilhelm Wendrock (pseudónimo de Pierre Nicole) en su traducción latina de Blaise Pascal. La tradición de Medina la siguen los jesuitas Azor, Suárez, G. Vázquez, Lessius, Lavmann, Juan de Lugo, Francisco de Toledo, Luis de Molina, Busenhaum, etc. Se desarrolló en la Escuela de Salamanca.

¿Cómo era la moral tradicional? ¿Cuál es el objetivo de los jesuitas de adoptar un nuevo sistema moral? ¿Por qué el probabilismo?

La moral tradicional, o más que tradicional, en vigencia, era una moral muy rigorosa y muchas veces inhumana. A las personas se les ponían grandes penitencias y sacrificios para expiar sus pecados. A los penitentes se les juzgaba según unos cánones morales preestablecidos e inflexibles (casuísticas). El sacramento de la confesión era el sacramento de la penitencia, no como se le llama en nuestros tiempos, el sacramento de la reconciliación. El nuevo sistema moral aplicado al sacramento penitencial se iba a asemejar más al sistema de Jesús Buen Pastor, una práctica misericordiosa y apasionada por el pecador arrepentido. Con el fin de desligarse del sistema inquisidor y cruel propuesto por el código vigente, los jesuitas tuvieron que formular necesariamente uno más unido a sus ideales cristianos, tuvieron que ingeniárselas para darle una estructura lógica. Es así que se le da promoción a las ideas de Medina O. P. El propósito era brindar una actitud menos escrupulosa frente al pecador. Significaba un alejarse de la visión de que el hombre es malo por naturaleza que el protestantismo llegó a fortalecer con más ímpetu. Significaba un reconocer la bondad del hombre y su inocencia inicial. Esto lograría una mayor apertura de la Iglesia hacia los sectores marginados de la población. Hacia los pecadores públicos, incluyendo reyes, y hacia los pobres, que generalmente son vistos como desgraciados en todo aspecto. Permitiría ver una Iglesia más comprensible y menos inquisidora, más flexible y menos inhumana. También, repararía en cierto modo, las incongruencias que se daban entre los ideales cristianos de la Iglesia y sus formas de enjuiciamiento farisaico. Por otra parte, serviría como un medio para acrecentar la Iglesia, una forma de evangelización. Un método de crecimiento espiritual abierto para todos. ¿Cómo fundamentar este ideal? Tenía que ser en un nuevo sistema moral que favorezca la salvación del pecador más que su condenación. Un inclinar la balanza de la salvación hacia el prójimo más necesitado.

El probabilismo consiste en el sistema moral según el cual se puede seguir una opinión razonablemente fundada y defendida por autores respetables, que parece probable, aun cuando la opinión contraria tenga más probabilidad Y mejores autoridades de su parte.

Para estar más claros, propongo un ejemplo. Oliver trabaja en un gremio zapatero, él es encargado de bodega. Ocurre que veinticuatro meses atrás, el rector del gremio le dio a guardar unas donaciones que una familia importante le dio al programa benefactor de la corporación. Las donaciones eran ropas para infantes. Pasó que una mujer necesitada, y trabajadora del gremio, pidió a Oliver unas camisas para sus niños, éste conmovido, pero con miedo al cruel director, decidió al fin darle una parte de lo que la señora le pedía, pero en secreto. Su conciencia no le dejó tranquilo y fue a confesarse con el cura que había visto predicar en la ciudad. Él era un jesuita. Al confesar su materia de escrúpulos, quedó sorprendido al darse cuenta por una frase que le dijo el cura, que no había incurrido en pecado. La frase decía: el amor y la misericordia están por encima de cualquier protocolo humano. Probablemente el joven Oliver actuó por amor, y no por maldad al gremio. A Oliver, se le es tenida en cuenta la bondad original del ser humano. Pero aún, si él afirma vehementemente haber actuado para perjudicar al gremio, se le mantiene el juicio positivo de dicho acto, aunque llegue a ser la opinión menos probable de todas.

A quien se guía en su proceder por el consejo de otro, no hay que someterle sin fin a verificaciones angustiosas, para comprobar si ese consejo está en conformidad con la ley moral o las leyes de la Iglesia y el Estado que obligan en conciencia; incluso si hay argumentos más sólidos en contra que a favor de su opinión, el suyo por tanto le parece dudosa, puede con todo seguir su opinión que, aquí y ahora le parece probable, incluso si la contraria es más probable.

El probabilismo propone para alcanzar la certeza de haber actuado moralmente bien o moralmente mal, ya sea también, para responder a la incertidumbre respecto a las normas morales o las leyes eclesiásticas o estatales que obligan en conciencia, fórmulas o consejos: propone leer obras de moralidad autorizadas, preguntar a personas juiciosas y conocedoras del tema. Este argumento de autoridad se aplicó cada vez más en la solución de problemas morales, así como en las discusiones científicas se recurría con predilección a las opiniones de los autores reconocidos. El principio de autoridad seguía la máxima de la razón práctica, más que teórica. Las fórmulas que se proponen son por ejemplo: in dubio melior est condicio possidentis, en la duda prevalece el derecho del posesor; standurn est pro valore actus, se supone lo que parece ser; indicandum est ex ordinarie contingentibus, juzguese por las circunstancias ordinarias. La más conocida, obligatio dubia, obligatio nullo, si una ley dudosa no está suficientemente promulgada, no puede obligar, formulada por F. Suárez S. I. y luego conocida como lex dubia non obligat, ley dudosa, no obliga. Una interpretación más desarrollada dirá: Nadie está obligado por precepto alguno, sino por el conocimiento de dicho precepto.

Si no se puede eliminar la duda respecto a la existencia de una obligación moral, dadas las opiniones contradictorias en presencia, y, cuando no se puede obtener una certeza, el probabilismo permite recurrir a un principio subsidiario, estimado como seguro, y que no procede del caso mismo, sino que es traído de fuera de él. No es más que el perdón, por falta de fundamentos para emitir un juicio negativo. Otros argumentos:

Es justificado realizar una acción, aun en contra de la opinión general o el consenso social, si es que hay una posibilidad, aunque sea pequeña, de que sus resultados posteriores sean buenos, optando así por la libertad. Más que por la ley.

Existiendo duda acerca de un precepto y sus alcances es dable inclinarse por la libertad, aunque la opinión contraria a ésta esté gravemente argumentada. Pues estando el ser humano sujeto a infinitos escenarios de decisión moral, la acción está a merced de los caprichos imprevisibles de situaciones donde un único efecto no sigue necesariamente a determinada causa.
El probabilismo pues, no se quedó en el confesionario, sino, llegó a ser una filosofía de la conducta, lo cual, podría dar origen a posibles abusos, como efectivamente ocurrió. El actuar probable significó un favoritismo a la libertad frente a la ley moral, o sea, una defensa contra el rigorismo moral. Sin embargo, esta distorsión de algunos autores no empañó la totalidad del sistema, que se mantuvo en vigencia incluso luego de la supresión de la Compañía de Jesús en el año 1773. San Alfonso María de Ligorio lo mantuvo en la teología moral. Él escribe: la opinión de los jesuitas no es ni excesivamente libre ni excesivamente rígida, sino que mantiene un correcto equilibrio.

Para entender un poco más el pensamiento probabilista, veamos lo que pensaban uno de sus desarrolladores. Francisco Suárez escribe: La teología sería menos laudable si ilustrara las mentes y no dirigiera las costumbres, si diera noticia de la Divina Majestad y no enseñase el camino y el modo para adorarla. (De virtute et statu Religiones, Proemio). Su intención era aplicar los principios universales a los casos particulares, y reducir los casos particulares a la universalidad de los principios. Así, reduciría la tensión de la incertidumbre ampliando los parámetros de juicio. Diferenció la duda de hecho y de derecho, recurriendo de esta manera, al principio de utilización, y el de la falta de promulgación de la ley dudosa (lex dubita, lex nula). Suárez S. I. es uno de los primeros que proponen sistemáticamente un tratado sobre la conciencia, cuyas bases y estructuras estuvieron vigentes durante siglos.

El probabilismo compartía su fama con otros sistemas morales como el probabiliorismo que decía: en caso de duda se debe preferir sólo lo tenido como más probable. Este sistema fue seguido por el jesuita Tirso Gonzáles, que llegó a ser General y que logró obtener una censura del probabilismo a favor del probabiliorismo de parte del Papa. Inocencio XI publicó en 1679 la bula Sanctissimnus Dominus, que sin referirse directamente al probabilismo como tal, condenaba 75 argumentos que favorecían el laxismo en teología moral, como ya decíamos, parte de los abusos del actuar probable. También estaba el tuciorismo, defendido decididamente por el jansenismo que decía: las decisiones sólo deben ser tomadas contando con antecedentes seguros; y el rigorismo propiamente dicho, que busca la aplicación rigurosa de las normas morales.

A todo esto
¿Es lícito seguir la opinión menos probable que favorece a la libertad, dejando la más probable que favorece a la ley? Santo Tomás de Aquino previene ante la obligación de obrar en caso de duda, elegir el camino más seguro y más cierto: Dicendum, quod ubi dificultas occurit, semper accipiendum est illud, quod habet minus de periculo. (3. p. q. 83. art. 6. ad .2).

Actuar probablemente sería abrazar antes lo menos seguro y cierto, aun presentándose al mismo operante como tal, lo que supone el conocimiento previo de ir en contra de la ley moral. Lo que contradice lo dicho por santo Tomás. Para que la conciencia sea regla de obrar con rectitud, debe el operante formar un juicio moralmente cierto de la bondad de su operación. El que obra probablemente favoreciendo a la libertad, no puede emitir un juicio moralmente cierto de la bondad de su operación, por ello el sistema no puede ser regla de obrar con rectitud, dice una crítica actual.

Parece más compatible con la razón la opinión del probabiliorismo. Una posible crítica actual al probabilismo es: el que sinceramente busca la verdad, y con evidencia no puede averiguarla, debe abrazar lo que más se aproxime a ella; y es claro que no se porta de este modo, el que obra conforme a la opinión menos probable y segura, dejando la más segura y probable, y por consiguiente en hacerlo obrará mal.

Además, el que obra probablemente se expone a un cierto peligro de pecar: así como se expondría –dice un autor reciente- a un cierto peligro de muerte, el que usase de comidas, que él mismo se persuadiese más probablemente eran venenosas, dejando otras viandas, que con más sólidas razones se persuadiese eran saludables; y siendo lo mismo en lo moral exponerse a cierto peligro de pecar, que pecar de hecho, será ilícito obrar según el sistema del probabilismo.


Origen y desarrollo del Jansenismo en Francia

En primer lugar, el termino jansenismo viene del nombre latino Cornelius Janssens (1585- 1638). El nombre fue acuñado posteriormente por los seguidores de éste. Jansenio fue teólogo de la universidad de Lovaina, que inspirado por la teología de Baius (católico con ideas calvinistas) y por su negativa a aceptar toda la condenación de las ideas de éste por la Santa Sede, escribió una apología, donde interpretaba las ideas de Baius apoyadas con el pensamiento de san Agustín. La apología era basada en los temas que estamos tratando, la gracia y la predestinación. Jansenio llegó a ser obispo de Ypres, y antes de publicar su apología murió. Sus seguidores publicaron la obra con el nombre de Augustinus (1640).

Aún en vida, en la provincia jesuítica franco-belga, los jesuitas se dieron cuenta muy pronto del sutil peligro de las ideas del profesor. Ellos trataron de impedir la propagación de las ideas, y apoyándose casi siempre en los decretos tridentinos y en las condenaciones de la Iglesia acerca de Baius, arguyeron la semejanza que existía entre la doctrina jansenista y el calvinismo: borraba la diferencia entre lo natural y lo sobrenatural y destruía la libertad interna del hombre. La confrontación de los jesuitas más bien le dio mayor propaganda a la nueva doctrina, según el internuncio papal Andrea Mangelli. Además, Jansenio ganó seguidores entre el profesorado de la universidad debido a que los jesuitas opacaban a muchos de ellos por su erudición. Como una forma de restarles preponderancia a los jesuitas mucha gente apoyó al jansenismo, ya que significaba estar en contra de ellos. Sólo los jesuitas apoyaron la bula Papal Cum Occasione de mayo de 1653, que condenaba las ideas calvinistas de Jansenio, por eso el repudio se concentraba sólo a ellos. El jansenismo así, nace y se desarrolla como una forma de antijesuitismo, los únicos que le hacían contrapeso a sus erradas doctrinas eran los jesuitas. Desde Holanda y Bélgica, los jansenistas junto a su doctrina transmitían al catolicismo el odio a los jesuitas.

El jesuita que comenzó la ofensiva contra las ideas de Jansenio fue Leonardo Lessius. Sin embargo, el joven Jansenio no se interesó directamente por la controversia. Fue cuando éste llega a París que conoce a Lean Duvergier de Hauranne, el futuro abad de Sannt-Cyran, el cual se dedicará a difundir el jansenismo en Francia. Una difusión más práctica que teórica, teniendo efectos en la teología sacramentaria y litúrgica.

Poco a poco el jansenismo pasó a constituir un partido político con raíces galicanistas, como una medida de oposición a Roma y al mismo estado, que favorecía sus intereses. Así mismo, transmitía el recelo contra los jesuitas, que eran los que apoyaban al Papa.

En 1624, Jansenio es enviado a Madrid para defender a la Facultad de Teología de Lovaina frente a ciertas pretensiones de los jesuitas. No tuvo repercusiones sobresalientes. Él continuó su trabajo de profesor, y la redacción del Augustinus. Jansenio, antes de morir, se sometía de antemano al juicio de la Santa Sede acerca de su obra. Sus amigos Liberto Froidmond, rector de la Universidad de Lovaina, y Enrique Calenus se encargaron de la publicación del libro.

Enseñanza moral jansenista

La enseñanza moral de los jansenistas está basada en su teología acerca de la gracia. Según Jansenio, hay una distinción fundamental entre naturaleza inocente y estado de naturaleza caída; entre la gracia que recibe Adán, antes del pecado original, y la gracia que confiere Jesucristo.

En el estado de inocencia, el hombre, para hacer el bien, necesitaba de la gracia. Pero ésta es concebida como un simple adiutorium sine quo non, es decir, un instrumento del que puede servirse el libre albedrío para hacer el bien; esta gracia comunica el poder actuar, el poder perseverar; si es utilizada por el libre albedrío, a éste se atribuye la acción realizada, la perseverancia. Antes del pecado, la voluntad, perfectamente equilibrada, podía dirigirse adonde quería; el libre albedrío era completo y tenía la indiferencia al bien y al mal: el hombre podía servirse o no de la gracia.

En cambio, en el estado de naturaleza caída, aunque la libertad sigue existiendo, ya no tiene esta indiferencia; la voluntad, dominada por la concupiscencia (consecuencia del pecado original), se inclina necesariamente hacia el mal: más aún, toda acción que haga el hombre, en este estado, es de por sí pecado.

La consecuencia del sistema es la deficiencia de poder responder ante el problema de la libertad humana; ya que a pesar de la necesidad del alma a inclinarse a la concupiscencia, la voluntad queda libre. En otras palabras, cómo entender la libertad humana junto al hecho de no poder evitar un pecado sin caer en otro. El sistema responde que se puede evitar el pecado solamente pidiendo la gracia de Dios. Esta gracia es un adiutorium quo (ayuda por la cual una cosa se hace), que moverá voluntad hacia Dios y, por tanto, hacia el bien. El acto bueno, por lo tanto, no pertenece al hombre, sino a Dios mismo.

Jansenio ilustra su doctrina con una metáfora: el ojo de Adán era de por sí sano; pero, para ver, necesitaba de la luz de la gracia; al utilizar esta luz, el primer hombre veía, y era él mismo quien veía. Después del pecado, el ojo está ciego. Por mucho que se esfuerce, no podrá salir de las tinieblas (el mal): de nada le sirve que Dios arroje mucha luz, si antes no le cura la vista. La acción entera se reduce, pues, a la intervención divina.
Jansenio llama a la gracia de Adán, antes del pecado, gracia suficiente, tiene su efecto si el hombre quiere, por tanto, cabe el mérito humano. En cambio, en el estado de naturaleza caída, le llama gracia eficaz. Ella es todopoderosa, infalible, y victoriosa, en el sentido de que el hombre no puede resistir a ella. No cabe por tanto, el mérito humano.

El hombre, luego del pecado original, no es neutro en relación al bien y al mal, sino que se inclina hacia el mal. El hombre sólo es movido por el placer o la delectación hacia las criaturas. Existe, sin embargo, una delectación celeste, la llamada gracia eficaz, que infunde el amor de Dios y conduce al bien. La voluntad seguirá la delectación que gana en superioridad, la delectatio victrix: la delectación que hic et nunc supera a la otra.
En la mencionada Bula Papal Cum occasione, Inocencio X condenó cinco proposiciones del Augustinus que resumiremos a los más esencial.

En primer lugar, plantea la imposibilidad, para un hombre justo (en determinadas circunstancias), de cumplir algunos mandamientos de Dios, por faltarle la gracia eficaz y por estar sometido a una delectación terrestre superior. La doctrina católica, en cambio, enseña que Dios da al justo gracia suficiente para observar todos los preceptos divinos.

La gracia eficiente no puede ser irresistible, ya que la voluntad conserva su libertad bajo el influjo de la gracia. Un acto realizado por invencible necesidad no puede ser verdaderamente libre y, por tanto, tampoco meritorio.

En la última proposición de la Bula dice que la afirmación de que Cristo sólo murió por la salvación de los predestinados es condenada como herética. La voluntad salvífica de Cristo es universal.

Para concluir el tema, de las ideas jansenistas podemos discurrir, se deriva una moral rigurosa y puritana, una escrupulosidad exacerbada, la condenación anticipada de las almas no predestinadas; la egolatría de los elegidos; la ascesis inhumana, el pesimismo en el esfuerzo de los hombres, el menosprecio a la dignidad humana; el debilitamiento moral de muchos hombres al verse carentes de la posibilidad de redención, o atrapados en el juego del mesianismo; un pesimismo respecto a la concepción de la naturaleza humana esencialmente pervertida, y una exageración de la gracia divina que coarta la misma esencia del hombre, la libertad..

Desarrollo de las confrontaciones

Una de las afirmaciones de Jansenio y del Abad de Sannt-Cyran era que la decadencia de la vida cristiana era debido a la enseñanza moral y ascética de los jesuitas. Ya hemos visto cómo los jesuitas belgas trataron de impedir la expansión de las ideas jansenistas, principalmente tratando de impedir la publicación del Augustinus. Sin embargo fue imposible. Incluso, los jesuitas apelaron a una declaración Papal que impedía cualquier publicación de escritos relacionados con las controversias de la gracia y la predestinación. La situación se agravó sobre todo en París, cuando el enigmático abad de Sannt- Cyran publicó una segunda edición del Augustinus en 1614.

Las ideas jansenistas fueron adoptadas por el reformado monasterio del Port-Royal, dominado por la familia Arnauld, una de las familias más reputadas en París. Antoni Arnauld desarrolló el aspecto ascético del jansenismo. Desarrolló una liturgia dura y rigurosa, llegando incluso a la idea abstención del sacramento eucarístico como una forma de penitencia, idea confrontada por los jesuitas franceses.

Entre los primeros en criticar el Augustinus en Francia está Jacques Sirmond S. I. Puso de manifiesto su base calvinista. Denis Petau S. I. con sus bases en historia de la Iglesia, desarrolló argumentos filosóficos y teológicos contra la falsa doctrina. François Annat S. I. acude a la misma autoridad de san Agustín para desacreditar sus fundamentos. Ètienné Dechamps S. I. probablemente el jesuita que más permaneció en la confrontación, publicó La herejía jansenista en 1654. También Antoni Arnauld escribió contra la moral de los jesuitas. François Pintherau S. I. replicó la obra de Arnauld. Hallier François de la universidad de París contradijo la obra de de Pintherau S. I., y éste contestó a Hallier. Se dice que Ana de Austria llegó a desesperarse de tanta disputa sobre la gracia.

Los jesuitas eran deficientes en sus publicaciones ya que no conocían tan bien el francés como el latín. Denis Petau S. I. por ejemplo, no fascinaba en francés como lo hacía en latín. En cambio, de parte del jansenismo, tenían muy buenos escritores en francés. Sobresale de parte del Port- Royal, Blaise Pascal, entre 1656 y 1657 escribió las cartas que ya hemos mencionado supuestamente dirigidas a un amigo en el campo, que llegaron a ser conocidas como Cartas Provinciales, donde ataca a los teólogos su relajada moral. El jesuita contemporáneo René Rapin dijo comentando la obra de Pascal: Nada semejante a esto ha aparecido hasta ahora en lengua francesa.

Deschamps S. I. desafió las afirmaciones de Pascal como el hecho que el probabilismo era una doctrina moral exclusiva y prácticamente sólo de los jesuitas. En su cuestión De Facto (1659) nombra noventa autores serios, obispos, doctores de París, y religiosos de otras ordenes que defendían el probabilismo. El daño del escrito de Pascal a la Compañía fue mucho. Y se extendió incluso fuera de ella, según Banguert, preparó el escepticismo del siglo XVIII por su severa moral y visión de un Dios exigente y duro. Cuestión que es discutible.

En el proemio de la obra de Pascal, edición de 1846, el Dr. Francisco de Paula Montejo escribe entre otras cosas que los jesuitas incurren en a la confrontación porque podía inspirar la ambición de adquirir la preponderancia en la Iglesia… no sólo combaten a Lutero y a Calvino, sino que también intentan establecer una escuela en contra de los tomistas, inventando la ciencia media o de los futuros condicionales; especie condicional de previsión, por la cual habiendo visto Dios lo que no será, pero que sería, si tal o cual cosa sucediera, se concede al hombre la gracia suficiente y habitual para obrar.

Llama al probabilismo de los jesuitas sistema de las restricciones mentales, y de la dirección de la intención... una dialéctica sutil, y algunas veces una fuerza de sagacidad seductora y sorprendente.

Paraliza la voluptuosidad destructora de la imagen de los jesuitas. ¿Bastan los pocos motivos que dieron los jesuitas para tan gran empresa de difamación? ¿El precio del cambio?

Los jesuitas en la obra de Blaise Pascal

Este nuevo subtema está estrechamente relacionado con el anterior. No hay mejor manera de ilustrar la esencia del conflicto teológico- moral que con bases históricas. Blaise Pascal recogió la controversia en Cartas Provinciales (1657). Resulta que Pascal no es un genio sólo en matemáticas e ingeniería, sino también en literatura. Dicha obra ha recibido elogios abundantes por su gusto de lectura. No podemos pasar por alto dicha obra, porque precisamente por su difusión fue que el jansenismo se expandió, y junto a él, el antijesuitismo. La obra se difundió por Francia y otros países, ya que se reprodujo en otros idiomas.

Dicha obra, no por ser contemporánea al conflicto la podemos considerar netamente objetiva. Debemos antes conocer un poco acerca de la filosofía del autor y sus inclinaciones subjetivas. Pero tampoco podemos desacreditar totalmente al genio e ilustre hombre. Pascal fue un hombre muy abnegado, y demostró mucho amor a pesar de las dificultades que pasó, como el perder tempranamente a sus padres, y antes de morir, perder también a su única hermana. Se dice que Pascal en su lecho de muerte solicitó varias veces el sagrado viático y decía: ¡Dios nunca me abandone! Estando en el convento del Port- Royal practicó muchas mortificaciones, como el llevar un cinturón de púas como testimonio de su desprecio a la vanidad. Además fue despreciado por los filósofos y científicos de su época, incluyendo al sagaz Descartes; desconociendo éstos, que los aventajó en muchas ocasiones. Pascal amaba mucho a Jesús y a la Iglesia, su libro Misterio de Jesús, es un memorial de sus transportes de fe y amor a Dios.

Veamos pues, un poco de la filosofía pascaliana. En Pensamientos, su obra apologética, Pascal no se dirige a los creyentes, sino a los libertinos y ateos. Producto –seguramente- de su celo religioso y afán en la salvación. Él era conciente de lo poco que a los libertinos y ateos le interesaban los argumentos racionales, así que buscó una forma que estuviera a su alcance: se dirigió al entendimiento, a la adivinación, al oportunismo y hasta al interés. Pascal no usa conceptos abstractos ni de los principios puros, sino siempre conceptos a partir de los hechos. En esto de asemeja mucho a Suárez S. I. Él guía al ateo libertino desde el conocimiento de sí mismo y de su propia miseria hasta hacerle sentir la necesidad psicológica de Dios. Así Pascal, ganaba partidarios para la Iglesia, pues: es preciso- escribe- que ella nos dé razón de estas desconcertantes contrariedades.

Pascal recurre al drama de la naturaleza humana, al hombre entero, con sus sentimientos, su imaginación, sus pasiones, su razón, sus errores, temores y esperanzas. En el mundo -escribe- no hay más que concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida. No hay amistad. Todos los hombres se odian naturalmente unos a otros. La realidad es que el hombre no es más que un sujeto lleno de error, natural e imborrable sin la gracia. Nada le muestra la verdad. Todo le engaña; los dos principios de verdades, la razón y los sentidos, aparte de que carecen de sinceridad, se engañan recíprocamente.

Podemos observar el pesimismo jansenista en sus ideas. Pesimismo que incluye hasta lo más sublime en el hombre como lo es la razón. Pascal no gusta la filosofía de la razón, filosofía en boga, y promovida por el ex alumno jesuita, Descartes. Razón y sentidos están sumergidos en la agonía de la culpa originaria. Por ello tiene que recurrir a otros métodos para demostrar la existencia de Dios, como lo es el método matemático, el cálculo de probabilidades, no más que como un salvamento de su radical posición.

Continuando con la obra Cartas Provinciales, sabemos que fue bien recibida por el pueblo franco por su sencillez y claridad. Entre los comentarios resuena el de Voltaire: Las mejores comedias de Moliere no tienen más gracia que las cartas provinciales. Conocemos el impacto de la sátira en la mentalidad popular, principalmente, el poder desacreditador. El jesuita Ravignan dijo al respecto: Vuestro genio ha cometido un gran crimen, el de establecer una alianza, tal vez indestructible, entre la mentira y el lenguaje del pueblo franco, habéis fijado el diccionario de la calumnia.

El ya citado autor Francisco de Paula Montejo escribe acerca de la situación de los jesuitas ante tal publicación: por su desgracia, cuando salieron a la luz las Cartas Provinciales, carecían de buenos escritores, y así sus respuestas fueron tan miserables como reprensibles, y no pudieron tener por lo mismo feliz éxito. Los jansenistas publicaban la obra en otros idiomas. De esta suerte, muy luego se elevó un clamor universal contra los jesuitas, y fueron mirados como los corruptores de la moral.

Veamos qué dicen las afamadas Cartas Provinciales:

Tanto en la segunda carta como en la cuarta, expone el conflicto entre ambas tendencias morales, jansenistas y jesuíticas:

- El debate de la gracia suficiente consiste en que los jesuitas pretenden que haya una gracia dada generalmente a todos los hombres, de tal suerte sometida al libre albedrío, que la puede hacer eficaz o ineficaz como quisiera, sin otro auxilio de Dios, y sin que falte nada de su parte, para obrar efectivamente: por tanto la llaman suficiente, porque ella sola basta para obrar. Los jansenistas al contrario, quieren que no haya gracia suficiente, que no sea también eficaz, esto es, que todas aquellas gracias que no determinan la voluntad para obrar efectivamente, son insuficientes, porque dicen que nunca se obra sin gracia eficaz… y esta es la diferencia. (Segunda Carta, Pág. 14)

Pascal nos da la pista. La gracia suficiente que los jansenistas daban al hombre en estado de inocencia, antes del pecado original, los jesuitas predicaban que ella es dada a todo hombre por Dios para obrar. Y además, esta gracia es suficiente para obrar el bien, o sea que no es necesaria la gracia eficaz que los jansenistas proponían como el único medio para que el hombre pudiera obrar el bien, no cabiendo -por supuesto- mérito humano.

De estas afirmaciones de los jesuitas se derivan una serie de consecuencias que apoyan su sistema moral, y contradice el sistema jansenista.

En la cuarta carta Pascal expone:

- Esta es la definición de lo que nosotros (jesuitas) llamamos gracia actual: una inspiración de Dios por la cual nos hace conocer su voluntad, y nos excita y mueve a quererla cumplir.

- ¿Y en qué está vuestro debate con los jansenistas? -continúa-.

- Ésta, respondió, en que nosotros (jesuitas) afirmamos, que Dios da la gracia actual a todos los hombres, a cada tentación, y decimos que si a cada tentación no tuviese el hombre la gracia actual para no pecar, ningún pecado, por grande que fuera, podría ser imputado. Y los jansenistas dicen por el contrario, que los pecados cometidos sin la gracia actual, no dejan de ser imputados…

- Tenemos (jesuitas) pues por principio cierto que, e indudable, que una acción no puede ser imputada pecado, si Dios no da antes de cometerla, el conocimiento del mal que hay en ella y una inspiración que nos excite a evitarla.

- Asombrado me dejó este discurso, (dijo el jansenista) y de aquí inferí, que todos los pecados, de imprudencia, y cometidos con total olvido de Dios, no podían ser imputados, puesto que antes de cometerlos, ni hubo conocimiento del mal que hay en ellos, ni pensamiento de evitarlos…

La discusión aumentaba con el nuevo término introducido por los jesuitas, gracia actual. Gracia actual no es más que el conocimiento que da Dios a todo hombre para poder evitar el pecado, ayuda sin la cual el hombre pecaría. Pascal cita al P. Maunio S. I. que a la vez interpreta a Aristóteles:

- Para que una acción sea voluntaria es menester que proceda del hombre que ve, que sabe, que penetra el bien o el mal que hay en ella… De manera que cuando la voluntad se determina sin el examen, y al vuelo, a amar o a aborrecer; a hacer o dejar de hacer alguna cosa, antes que el entendimiento haya podido ver si hay mal en amarla o en aborrecerla; en hacerla o dejarla; entonces tal acción ni es buena ni es mala: porque antes que esta inquisición, conocimiento y reflexión de espíritu, sobre las calidades buenas o malas de aquellos que se pone por obra, la acción que interviene no es voluntaria.

Gracia actual parece que es una aproximación de lo que nosotros conocemos como conciencia de pecado. Más allá de lo verdadero o falso de este concepto, considero que el problema está en el término mismo de gracia actual. Lamentablemente carezco de fuetes para conocer qué entendían específicamente estos autores por la expresión. Pero la definición que da Pascal y que la escuchó de un jesuita es muy ambigua, porque por un lado está afirmando que sin Dios el hombre no es capaz de obrar el bien o vencer una tentación, lo que enseña el jansenismo, lo cual contradice el término de gracia suficiente que apoyan los jesuitas. Ante este nuevo concepto contesta el jansenista citando también a Aristóteles.

- Todos los malvados ignoran lo que deben hacer, y lo que deben huir, y esto mismo los hace malos y viciosos. Por lo cual no se puede decir, que por cuanto un hombre ignora lo que debe hacer de obligación, su acción sea involuntaria. Porque esta ignorancia en la acción del bien y del mal, no hacen que la acción sea involuntaria, pero si viciosa. Lo mismo se debe decir de aquel que ignora en general las reglas de su obligación, puesto que esta ignorancia hace a los hombres dignos de vituperio, y no de excusa.

No podemos dudar de la veracidad de la posición de Pascal. Sin embargo, creo que va más en la línea de un abuso de la posición de los jesuitas que del tema en sí. En medio de la discusión el jesuita le enseñó un libro, La Suma de Pecados del P. Baunio S. I., supuestamente condenado por Roma, decía:

- Para pecar y ser culpable ante Dios, es menester conocer que lo que se quiere hacer es malo, o por lo menos que se dude, tema o juzgue que la acción no agrada a Dios, que la prohíbe, que no obstante, se ejecute y quebrante el precepto satisfaciendo el apetito y pasando adelante…

Luego le dio otro libro. Uno del P. Annat S. I., según Pascal el último que compuso contra Antoni Arnauld, que en la misma dirección decía:

- El hombre que no tiene ni el menor pensamiento en Dios, ni en sus pecados, y que de ninguna manera aprende, es decir, -según me lo interpretó- que no tiene la menor noticia de la obligación de ejercer actos de amor de Dios o de constricción, no tiene gracia actual, pero es cierto también que no peca dejando de ejercer estos actos, y si se condenare no será en pena de esta omisión. Y lo mismo puede decirse de una omisión culpable.

Del P. M. Moine S. I. cita:

- Por una parte infunde Dios en el alma algún amor que hace inclinar el hombre hacia lo que la ley manda, y por otra la sensualidad rebelde, le solicita a hacer lo contrario. Dios le inspira un conocimiento de su flaqueza. Dios le inspira la noticia del médico que ha de curar. Dios le inspira el deseo de su remedio. Dios le inspira la noticia del médico que ha de curar y de implorar su auxilio. Y si todo esto no pasa en el alma, añadió el jesuita, la acción no es propiamente pecaminosa, y no puede ser imputada.

El jansenista ante la posición del jesuita contesta:

- Pero V. P enseña que estos mismos excesos les hacen segura su salvación. Bendito sea V. P. mil veces, que así justifica y salva la gente. Otros enseñan a curar las almas con penosas austeridades: pero V. P. muestra, que las que se creían estar más desahuciadas de remedio, están sanas y buenas. ¡Qué gallardo medio para ser dichoso en este mundo y en el otro! Siempre había pensado más, que cuando más alejado estaba Dios de nuestro pensamientos, tanto más gravemente se pecará; pero a lo que oigo, cuando un hombre ha llegado al extremo, de no acordarse de Dios poco ni mucho todo se vuelve puro y limpio en lo venidero. Quiten allá los que se reservan todavía algún resabio y amor a la virtud: todos estos pecadores a medias serán condenados. Pero aquellos pecadores endurecidos, pecadores sin mezcla, llenos y consumados no tienen que temer el infierno.

Esta posición me hace recordar la parábola de los jornaleros de Jesús, específicamente cuando le increpan a Jesús la injusticia que se les comete al pagarles el mismo precio que a los que han trabajado menos tiempo que ellos. El significado original es la salvación universal, y es lo que los jesuitas predicaban, frente a la predestinación de los jansenistas. Por otra parte continúa interpelando el jansenista la forma abusiva de la posición del jesuita:

- ¿No ve los efectos que puede producir en los libertinos, que no buscan sino la ocasión para dudar de nuestra religión? ¿No es darles un pretexto para ello, cuando se les dice, como si fuera artículo de fe, que al cometer un pecado siempre sienten en sí un impulso divino y un deseo interior de no pecar? ¿Y no es visible que hallándose convencidos, por propia experiencia, de la falsedad de vuestra doctrina en este punto, que decís es de fe, sacarán la consecuencia de dudar de toda la religión, y dirán que si los jesuitas no son verídicos en un artículo, serán sospechosos en todos; por donde concluirán; o que la religión es falsa, o que la Compañía sabe muy poco de ella?... (Pág. 39 S. S.)

Dejando a un lado el debate teológico- moral, en la quinta carta, Pascal hace una breve descripción personal de los jesuitas. Esto debe interesarnos porque es el modelo del actuar jesuítico que propagaba el jansenismo por Europa:

- Estos hombres eminentes en doctrina y sabiduría, dirigidos por la divina, que es más segura que toda filosofía. Esta es una Compañía de hombres, o más bien de ángeles, que fue profetizada por Isaías con estas palabras: andad ángeles, prontos y veloces. Son espíritu de águila, es una manada de fénices, habiendo probado poco ha, cierto autor, que existen muchos. Han mudado la faz del cristianismo… cada uno tiene la libertad de decir cuanto se le antoja a la ventura, salga lo que salga….

- …Tienen bastante buena opinión de sí mismos para creer que es útil, y aun necesario al bien de la religión, que su crédito se extienda a todas partes, y que ellos deben regir todas las conciencias, y por cuanto, las máximas evangélicas, y severas son propias para gobernar cierta clase de personas, se valen de ellas cuando son favorables; pero como estas mismas reglas no se ajustan al genio de la mayor parte de hombres, déjanlas para con éstos, y toman otras que ellos han forjado para satisfacer, y dar gusto a todo el mundo. Por esta razón, habiendo de tratar como tratan de personas de todo género de estado y de naciones diferentes, es necesario que tengan casuistas necesarios para tanta diversidad… si no tuvieran en su Compañía más que casuistas relajados, destruirían su designio principal que es de abrazar todo el mundo. […]

- Con esta conducta cómoda y flexible, como la llama el P. Petau S. I., alargan los brazos a todo el mundo y a ninguno desechan. […] Así conservan sus amigos, y se defienden de todos sus enemigos. Porque si los acusan de relajados en extremo: luego sacan a luz sus directores austeros, con algunos libros que tratan del rigor de la ley cristiana. […]

- Ved de qué manera los jesuitas se han esparcido por todo el mundo, valiéndose de la doctrina de las opiniones probables, origen y piedra fundamental de todo desconcierto… encubren su prudencia humana y su política con el pretexto de una prudencia divina y cristiana: como si la fe y la tradición que la mantienen, no fuesen una misma e invariable en todo tiempo y lugar; como si la regla se hubiese de doblegar para convenir con lo que se debe ser conforme; y como si las almas, para purificarse de sus defectos, hubiesen de corromper la ley del Señor, en lugar que la ley del Señor sin mancha y toda santa, es la que debe convertir las almas y ajustarlas con las instrucciones saludables. […]

- Verás las virtudes cristianas tan desconocidas y desprovistas de la caridad, que es su alma y su vida, verás tantos delitos paliados, tantos desordenes tolerados que ya no extrañarás que enseñen que todos los hombres tienen siempre gracia suficiente para vivir en la piedad de manera que ellos la entiendan. Como su moral es toda pagana, la naturaleza por sí basta para observarla. […]

Y querer persuadir que estas virtudes cristianas, están en nuestra mano que siempre tenemos gracia suficiente para ejercitarlas; es cosa tan fuera de razón, como negar que las virtudes destinadas de caridad, y que los jesuitas confunden con las cristianas; estén en nuestro poder… Esto es lo que me dijo (el jesuita) con harto dolor; porque efectivamente tiene en el alma esta depravación de la doctrina cristiana.

Pascal según Banguert, en su obra cita un número limitado de autores. Abusa al escoger ejemplos grotescos y así formar una caricatura de la Compañía. Emite juicios tan extravagantes como: los teólogos moralistas diluyen la estricta doctrina de la fe, escriben que Cristo murió para liberar a los hombres de la obligación de amar a Dios. Claramente la obra pascaliana tiene más de un propósito, no sólo el describir las confrontaciones morales, sino el desacredito de los jesuitas. Fue por la pluma de Pascal, por ejemplo, que al criticar la obra de Antonio Escobar y Mendoza S. I., Manual para confesores del jesuita, que su nombre personal pasó a la lengua francesa como sinónimo de esquivo, evasivo, prevaricador.

Valoración histórica del jansenismo

Más allá del significativo daño a la fama de la Compañía de Jesús que san Ignacio había cuidado tanto, e insistía en que las nuevas generaciones cuidaran. El jansenismo sirvió como un catalizador de las nuevas doctrinas morales que la Iglesia proponía, principalmente de parte de la compañía de Jesús. Por ejemplo, según Banguert, se pudo corregir los trabajos de Étienne Baunio S. I., George Pirot S. I. Y del desventurado Antonio Escobar y Mendoza S. I.

Además, en espiritualidad, el jansenismo abogó por la defensa del trascendentalismo del hombre que el humanismo opacaba con gran severidad. Por ello se valió del pensamiento agustiniano, contra el aristotélico tomista de los jesuitas.

Sobresale también su propuesta a la corrección de la vida espiritual de una forma radical, como la propuesta por los ejercicios espirituales de san Ignacio. Lamentablemente la corrección radical, indirectamente en el jansenismo era una respuesta consecuente del don divino de la salvación gratuita y predestinada. Una forma de conciliar la misericordia de Dios con su justicia, la gracia y la libertad, el temor y el amor. Y no, un optar gratuitamente por seguir al Rey eternal.
El jansenismo también causó algunos agravios al pensamiento cristiano católico, como la apertura al riguroso pensamiento calvinista, quizás comparado al puritanismo alemán. La visión jansenista del mundo y del hombre es fundamentalmente pesimista; de aquí se deriva su intransigencia respecto a la naturaleza humana, dominada por instintos y sentimientos peligrosos, y también una fuga mundi tan radical que presenta en ciertos casos manifestaciones realmente aberrantes.
En relación a la mística, algunos jansenistas llegaron a extremos muy negativos. La conciencia de naturaleza caída y pecadora que asumían ocasionaba una perturbación grande en cuanto la oración. El sentimiento de indignidad no permitía obrar una relación normal con Dios. Ya exponíamos el caso de llegar a abstenerse de la eucaristía como una forma de penitencia.
El jansenismo insiste mucho en la oración litúrgica, mientras que demuestra cierta indiferencia por la oración personal, especialmente la meditación, que debería estar siempre dominada por sentimientos de temor, de esperanza y de deseo, de arrepentimiento y de dolor por los pecados, y no tanto por los de gozo y de amor. La oración contemplativa era vista por lo mismo con mucho recelo, porque precisamente es un ponerse en la presencia de Dios dejando a un lado la vergüenza del pecado.

Conclusiones

En orden histórico, el jansenismo fue aplacado por diversas condenas de la Santa Sede, de las asambleas del clero de Francia y de la Sorbona. El primero fue Urbano VIII, se pronunció contra el Augustinus en 1642, por renovar herejías ya condenadas. Ocho años más tarde, la mayoría de los obispos franceses solicitaba de Inocencio X una nueva condena del libro. La petición dio lugar a la Bula ya mencionada, Cum occasione. Debido a la resistencia de los jansenistas, Alejandro VII confirmó la posición de la Iglesia ante las ideas jansenistas con la Bula Ad sacram Beati Sedem de octubre de 1656. Antoni Arnauld fue excluido de la Sorbona, junto con otros doctores que no querían someterse a las decisiones pontificias. Y ni las Cartas Provinciales de Pascal pudieron favorecer efectivamente a los jansenistas.

Clemente IX estableció en 1669 una tregua a la controversia, conocida bajo el nombre de Paz Clementina. Luego continúan otras discusiones que no pertenecen al siglo XVII. Sobre el principio de la inseparabilidad del hecho y del derecho, sobre la no infalibilidad de la Iglesia en conceptos de simple indefectibilidad moral y natural. La paz terminó justo en 1701.

El jansenismo entra en una segunda fase, mezclándose con la política galicana del Parlamento, eran por defecto, contrarios a Roma y a Luis XIV; encontraron apoyo en ciertos obispos franceses. El rey se había propuesto terminar con él, y lo consiguió legalmente en 1713. En esta nueva fase de la polémica, desempeñó un papel importante Pascasio Quesnel, que poco a poco apareció como el sucesor de Antoni Arnauld en la dirección del nuevo partido político. Con la Bula Unigenitus (septiembre de 1713) Clemente XI condenará 101 proposiciones sacadas de las Reflexiones Morales de Quesnel, lo que causará prácticamente la ruina del partido. A partir de este momento, se puede decir que el jansenismo pierde terreno en Francia. De allí pasará a Italia, no sin antes fortalecerse en Holanda.

Doctrinalmente, el error de Bayo, Jansenio y sus discípulos, consistió en que interpretaron muy unilateralmente a san Agustín. Es por ello que sus ideas fueron consideradas heréticas al menos en siete ocasiones importantes, de 1642 a 1794. Por ello surgieron nuevas interpretaciones de sus ideas originales, referentes cuestiones eclesiológicas y litúrgicas, como en el caso de Sannt- Cyan. Arnauld lo interpretará desde el Magisterio de la Iglesia, y por último, Quesnel lo llevará a mezclarse con el galicanismo.

En el caso del probabilismo, sabemos que no fue ni aprobado ni reprobado por la autoridad eclesiástica. Además de Inocencio XI, sólo Alejandro VII se pronunció personalmente en favor del probabiliorismo, sistema que tanto defendió Tirso González S. I. El influjo del probabilismo prosiguió al ser mantenido en la teología moral por san Alfonso María de Liborio.

Llama la atención la pretensión de los jansenistas a permanecer católicos sin renunciar a los errores que le reprochaba la Iglesia. Obstinación que quizás signifique que su obra estaba motivada por buenas intenciones, y según el probabilismo tenga justificación.

Por último, comparto la opinión de Banguert S. I.: Una mutua incomprensión corre como un hilo a través de toda esta disputa. Se ignoraban las riquezas espirituales del Port- Royal, y la tradición de santidad existente en la Compañía de Jesús.

Bibliografía consultada:


- Banguert, William. S. I. Historia de la Compañía de Jesús. Editorial Sal Terrae. España, 1981.

- A.A.V.V. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, biográfico temático. Universidad Pontificia de Comillas. Tomo I y II. Madrid, 2001

- Pascal, Blaise. Cartas Provinciales, sobre la moral y política de los jesuitas. Imprenta del Colegio de sordo mudos y ciegos. Madrid, España. 1846. Traducción y proemio del Dr. Francisco de Paula Montejo.

- Pascal, Blaise. Pensamientos I. El hombre sin Dios. Editorial Aguilar. Buenos Aires, 1963.

- Pascal, Blaise. Pensamiento II. El hombre con Dios. Editorial Aguilar. Buenos Aires, 1963.

- Enciclopedia. Salvat Editores. Tomo III y VIII. Colombia, 2004.

- Universidad de Salamanca. Moralistas. Compendio Pamplona. Tomo I. 1805. Págs. 34-41. (www.filosofía.org).
- Jansen, T. Ensayo sobre el jansenismo. Enciclopedia virtual Wikipedia: Abellán, M. Fisonomía moral del primitivo jansenismo. Granada, 1942; Giovanno, M. El jansenismo en España. Estudio de las ideas religiosas en la segunda mitad del siglo XVlII. Madrid, 1972.
- Frailes de la Orden de Predicadores. Historia de la Iglesia Moderna. Equipo de Predicación en Internet .Septiembre de 2004. www.opcolombia.org
- Enciclopedia GER. Jansenismo. Editorial Herder Rialp S.A. España, 1991.


ROGELIO DAVID ZAMBRANA MADRIZ
NOVICIADO LOYOLA
PANAMÁ
JUNIO DE 2008

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