domingo, 14 de noviembre de 2010

EL ENCUENTRO DE ARISTÓTELES CON LA VERDAD

Por Rogelio Zambrana

¿Hay algo propio del filósofo y algo propio de la filosofía? ¿Tiene la filosofía una vía propia que atrae al filósofo que se adentra en ella; o el filósofo puede libremente hacer filosofías a su gusto? Estas preguntas tienen su contestación en esta otra: ¿qué es la verdad? O de otra forma: ¿Si existe una verdadera realidad, la podemos entender?

Voy a explicar el sentido de las preguntas anteriores. El filósofo es un hombre que además de adaptarse al mundo para seguir viviendo, es un hombre que se pregunta por el sentido por el cual el mundo y él mismo son así como son. Aristóteles (1993: 5) dice que es por naturaleza, algo propio. Es la pregunta sobre el ser y el cómo del ser, preguntas humanas fundamentales. Ahora, si quisiéramos definir filosofía, no podemos hacerlo de otra forma que por analogía con el hombre: son los intentos humanos de responder las preguntas del sentido del ser y el cómo del ser. No hay por lo tanto una filosofía sin hombre. Sin embargo, la filosofía parece tener algo propio, un carácter único, como si fuera capaz de estar ahí, entendible para todo ser humano; es un saber universal que atrapa a todos lo que intentamos adentrarnos. Esto no es de otro modo porque con la filosofía el hombre quiere acercarse a la realidad, y la realidad aunque cambiante, permanece. ¿Qué es lo que permanece y qué es lo que cambia? Este es el horizonte de la movilidad con el que se encontró Aristóteles y en el que pensará el ser, y el cual veremos más adelante. Para terminar con la idea anterior, entonces, la filosofía es propiamente un sistema en cuanto la realidad ofrece al hombre una explicación racional de ella misma. En otras palabras, la filosofía es propiamente ella, y no cualquier pensamiento arbitrio, en cuanto la realidad es formalmente cognoscible por el hombre. La vía propia de la filosofía es la realidad que es formalmente cognoscible, aunque sea antropologizadamente cognoscible por el hombre.

Por lo tanto, sí existe una verdadera realidad de las cosas, aunque al hombre le sea imposible captarla de forma absoluta. No más capta el hombre lo que sus facultades cognoscibles le permitan. En este caso, la verdad será una verdad antropologizada, pero, a la vez fundada en una verdadera realidad, que le asegura una permanencia en medio de la variabilidad de perspectivas que el ser humano le pueda atribuir. En conclusión, hay una verdad fundamental en las cosas, propia de ellas: su ser más propio, y que no lo podemos totalmente captar; pero sí acercarnos. La filosofía se encargará de buscar lo más próximo a ese fundamento esencial de las cosas, para que las verdades del hombre sean más próximas a la verdadera realidad y no arbitrarias y relativas.

¿Cómo llegó Aristóteles a la verdad; a la verdad griega de aquel entonces que ha influido tanto en nuestra forma se pensar y de ser? ¿Qué camino recorrió? Aristóteles es un insaciable filósofo buscador de lo imperecedero, de lo eterno, de lo que es siempre, de la verdadera realidad. Con toda su genialidad casi única en la historia de la filosofía propone cuatro pasos para llegar a esa verdad.

Primero, Aristóteles precisa lo que busca: busca lo que es; porque las cosas son, ante todo. Pero quiere más, quiere explicar el cómo. No comienza haciendo una apología de la verdad, sino que, retrotrae de sí mismo cualquier pre-concepción; intenta construir algo desde una evidencia absoluta e indubitable, un punto de partida firme: de que las cosas son. De ahí, la misma reflexión irá proponiendo el método para llegar al saber universalizante del que brotará una sabiduría personal, propia de un verdadero filósofo, así mismo como Husserl (1973) describe a un filósofo serio. Pues, dicho "que es" tiene distintos sentidos para Aristóteles, veámoslos así como nos lo propone Javier Zubiri. (Cfr. Zubiri, 1994: 53-59).        

Dicho "que es" se manifiesta en primer lugar como verdad, en contraste con lo que "no es", que sería el error. Afirmar o negar una cosa, remite entonces a lo interno de la cosa misma. Ejemplo: es árbol, es verdad; ahora es perro, es error. Este es el primer modo de entender algo "que es". ¿Cómo entender sin embargo, en qué momento se define lo que es verdad o falsedad? Estamos en el horizonte de la movilidad. Lo que quiere decir, dentro de una metafísica en la cual las cosas son o no son, y no se explica aún el paso del ser al no ser, es considerada por ello aporética. En el segundo sentido trata de Aristóteles de explicar este asunto.

Las cosas son en cuanto son acto. Acto en el sentido de que las cosas son algo delimitado, acabado, que poseen un fin en sí mismas. Una cosa es acto en cuanto está finalizada, tiene todo su fin en sí mismo, como un árbol respecto a su semilla; la semilla sería potencia de árbol, pero solo el árbol sería acto. En este doble sentido, de acto y potencia, se explica el movimiento que existe dentro de una misma cosa. No significa que deje de ser o sea otra cosa, sino que es la misma cosa nada más que en dos aspectos propios de la misma. La semilla y el árbol al fin son lo mismo, nada más que el árbol es acto respecto a la semilla, y la semilla es potencia respecto al árbol. Pero, ¿qué es lo que dice más de la cosa, su acto o su potencia? Veamos el siguiente.

El tercer sentido para entender dicho "que es", es como esencia: aquello que le compete a sí mismo en tanto que es. Al árbol le compete ser árbol, no animal o Sócrates. La esencia por lo tanto, es aquello que le compete a las cosas en tanto que son ellas mismas. Según dicho sentido, no dice más su potencia o acto, sino lo que solo ella puede decir de sí misma, su esencia, que abarca su potencia y acto.

Y por último, "que es" se entiende como cosa que se basta a sí mismo para ser, está separada, es independiente de todo lo demás; aunque comparte atributos con los otros: esta unidad Aristóteles le llama Ousía (sustancia). El árbol se basta así mismo, es porque es por sí mismo.

Precisamente, como segundo paso para alcanzar la verdad, Aristóteles retoma el concepto de Ousía –el hecho que las cosas son independientes y que se bastan a sí mismas­– para decir que cada una de ellas es solamente por analogía, por referencia o por acusación a otras. En otras palabras, cualquier cosa es por sí misma, pero solamente es explicable referente a unos modos de ser o categorías: cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, condición, acción y pasión. Entiendo lo blanco desde la cualificación y la altura por la cuantificación, por ejemplo. Por las categorías se expresa el modo de ser del sujeto. Entonces, hay algo que es propiamente la cosa, su Ousía, sin embargo, no podemos entenderla si no es con estas nueve categorías.

El tercer paso fue entender la Ousía como sustancia; entendiéndola desde dos modos distintos: desde el logos y desde el movimiento. Desde el logos, sustancia es aquello que se predica de una cosa, pero que en sí misma no se predica a nadie. Y entendida como movimiento, se dice de aquello que subyace, que es inamovible, que permanece ante el movimiento de la cosa. Desde esta última irá concluyendo Aristóteles; desde el horizonte de la movilidad: lo que permanece en la sustancia es el sujeto, la materia, la cual carece de determinaciones. Las determinaciones impresas en dicha materia será la esencia. Y tanto la materia como la determinación esencial son inmortales. La sustancia será en fin, la complexión entre materia y forma. Las cosas están formadas por materia y forma. Una materia que permanece en cuanto es subyacente a las determinaciones de la esencia. Una no se entiende sin la otra.

Pero no queda terminada la pregunta sobre el movimiento. Aristóteles justificará el movimiento diciendo que Dios, que es inmóvil, suscita el movimiento, aunque no lo causa. En las propias cosas están las causas del movimiento, como mencionábamos respecto al acto y la potencia, determinados en la misma esencia de las cosas; sin embargo, el que suscita el movimiento es Dios. Un ser inmóvil que no necesita que le susciten a él el movimiento.  

En conclusión, para Aristóteles "que es" (según Zubiri mal traducido por ente: "lo que es") consiste en ser siempre; tanto la materia como la esencia son inmortales (el tiempo es por ello cíclico). Que las cosas son es la verdad de las cosas. Y respecto al conocimiento que el hombre obtiene de las cosas, la verdad de las cosas, Aristóteles concluye que es accesible gracias a que la inteligencia es también ser: inteligencia y ser son lo mismo. Por lo tanto, el logos y el noús nos pueden decir lo que las cosas son verdaderamente. En este sentido, la inteligencia está hecha para serlo todo- concluye Zubiri interpretando a Aristóteles.

Bibliografías


Aristóteles. (1993). Metafísica. México: Editorial Porrúa, S.A.

HUSSERL, Edmundo (1973): Cartesianische Meditationem. Eine Einleitung in die Phänomenologie. Martinus Nijhoff, La Haya, Holanda. Versión castellana: Meditaciones Cartesianas. Introducción a la fenomenología. Traducción: José Gaos y Miguel García-Baró. Prólogo de José Gaos. Edición de Miguel García-Baró. Fondo de Cultura Económica, México, 1985. (En Alvarado, Jorge. Compendio de Pre-meditaciones Metafísicas). 

Zubiri, Xavier. (1994). Los problemas fundamentales de la metafísica occidental. Madrid: Alianza Editorial, Fundación Zubiri.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Tres intiresno, gracias