viernes, 3 de diciembre de 2010

FENOMENOLOGÍA DEL AMOR

Por Rogelio Zambrana

La fenomenología –iniciada por Edmund Husserl–, es un método de conocimiento por medio del cual, se pretende obtener un conocimiento absoluto. (Cfr. Zubiri, 1992: 233) No es un método científico en cuanto no explica la realidad desde una parte específica de ella misma. Pero sí es ciencia en cuanto es un método riguroso y sistemático que busca el saber. La fenomenología "comprende" –no explica– la realidad (Cfr. Zubiri, 1992: 221). Para ello, suspende la validez de las creencias sobre la realidad. (Cfr. Zubiri, 1992: 218) Reduce el mundo real, lo fáctico –objeto de las ciencias– a idea (su configuración interna desde la conciencia) (Cfr. Zubiri, 1992: 218). Víctor Frankl en El hombre en busca de sentido dice: la vida se trata no de dar sentido, sino de encontrar sentido. (Frankl, 1988) Esta interpretación se asemeja a la fenomenología en cuanto pretende comprender los fenómenos desde los fenómenos mismos dados a la conciencia. Las ciencias lo que hacen es dar un sentido a los fenómenos por la explicación causa-efecto, que no ofrece de hecho un saber absoluto sino parcial. Para explicarlo mejor, Zubiri pone el siguiente ejemplo: la visión de un amigo no me da más que a ese amigo. Pero reducida a fenómeno, esta visión me da algo más, me da la visión, por ejemplo, de lo humano (Zubiri, 1992: 231). ¿Cómo llegar a ese saber absoluto? ¿Qué es el amor según este método?

Como hemos visto, la conciencia es el lugar donde se manifiestan los objetos de conocimiento. Toda conciencia es conciencia de algo, y este algo es el fenómeno que se da en aquella conciencia –dice Husserl (Cfr. Zubiri, 1992: 216). Pero la esencia de la conciencia es ser intencionalidad, la conciencia está dirigida. Por ello, el fenómeno y la conciencia no establecen una relación pura, sino que la conciencia de algún modo, prefija el fenómeno. La conciencia hace que haya objeto intencional para ella, y lo hace desde ella misma. (Cfr. Zubiri, 1992: 228) En otras palabras, la intencionalidad es el fundamento de la posibilidad de toda manifestación objetiva para mí, como esencial, como absoluta. (Cfr. Zubiri, 1992: 228; 231).

Toda conciencia, además de manifestar su objeto, es un yo puedo hacerlo más manifiesto…  El poder intencional es esencial al yo; todo yo es no sólo un yo intuyo, sino un yo puedo intuir (Zubiri, 1992: 234). El yo puedo es la voluntad. La intencionalidad es voluntad. Por lo tanto, la conciencia que es yo puedo, abre un horizonte propio de posibilidades de manifestación para el fenómeno que recibe. (Cfr. Zubiri, 1992: 234)

Ahora bien, la conciencia intencional va constituyendo lo que llamamos vivencias, que forman a la vez, el sistema de la conciencia. (Cfr. Zubiri, 1992: 234). Estas vivencias no están causadas unas por otras, sino motivadas. Importante es saber que hay una motivación pasiva, en la que el motivo es la índole del objeto, y una motivación activa, en el que el yo mismo tiene sus motivos. (Cfr. Zubiri, 1992: 243). [1]

La razón, lo razonable, para la fenomenología, es el sistema de mis evidencias vivenciales; es la construcción del mundo como sentido del yo. (Cfr. Zubiri, 1992: 244-245). Estas evidencias son intuiciones, o sea, la intención de los objetos inmediata y originalmente dados a la conciencia. (Cfr. Zubiri, 1992: 231) ¿Dónde queda lo irracional? Para Zubiri –según Husserl– la evidencia de que algo es irracional, es la razón de su irracionalidad. (Cfr. Zubiri, 1992: 245)

Ahora, las vivencias afectivas constituyen una experiencia de lo valioso o no valioso de la vida… Y los momentos volitivos van alumbrando principios de acción con que regir la vida; se hallan inexorablemente envueltos en el sentido teleológico de la vida. (Zubiri, 1992: 249) Los afectos son el movimiento de lo valioso en uno. Y lo valioso da sentido.

¿El amor qué es? Dado a la conciencia, el amor es un afecto (no siempre racionalizable), la experiencia de algo valioso. El amor también motiva, da sentido y es principio de acción en la conciencia. Erich Fromm en El arte de amar, dice que el amor es una facultad del ser humano. (Fromm, 1999) El amor orienta el carácter –la intencionalidad– del hombre en su relación con el mundo. Fromm lo dice de esta manera, contrastando el amor como facultad con el amor como objeto amoroso: El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no como un objeto amoroso. (Fromm, 1999) Analizaremos esta tesis.

Los objetos de conocimiento no se manifiestan a la conciencia de forma pura. La conciencia, el sistema de vivencias que la han configurado, y que, junto con las facultades que la subyacen, determinan al objeto. (Cfr. Zubiri, 1992: 228) La conciencia es conciencia de algo, las facultades por lo tanto, no son si no hay un objeto intencional en la conciencia. Es por eso que el amor, aunque sea una facultad, relacionada con lo afectivo y valorativo, sólo es desde el objeto amoroso, el cual es particular y específico.

Entonces, la conciencia no es un recipiente vacío en cuanto está configurada por las vivencias. En la conciencia convergen, también, facultades que le son propias. Las facultades son la voluntad, la inteligencia-razonabilidad, la libertad, la afectividad-valoratividad, que se manifiestan a la conciencia consecutivamente como yo quiero, yo puedo, yo elijo, yo siento-pienso. Desde estas categorías, el amor sería no una facultad, sino una actitud[2] que hace uso determinado de cada una de las facultades: yo amo. En la conciencia el amor se manifiesta entonces como yo amo, que es una forma de querer, elegir, poder, sentir y pensar. ¿Cómo se manifiesta esa forma?

Víctor Frankl, que hace fenomenología del amor en La presencia ignorada de Dios, dice que: El amor es, en verdad, lo primero y lo único, que está en condiciones de contemplar[3] a una persona en su singularidad, de verla como el individuo absoluto. (Frankl, 1995) Para llegar a esto, Frankl hace antes una comparación entre la conciencia y el amor muy significativa. Al igual que la conciencia, el eros, el amor, intuye. Él percibe el ser que todavía no es, pero, no como la conciencia, un ser que debe ser, sino que ese ser que todavía no es, que descubre el amor, es un ser que puede ser[4]. (Frankl, 1995) La conciencia intuye los objetos como fenómenos y les da posibilidades de ser; pero esa posibilidad estará dirigida intencionalmente a conocer lo absoluto del objeto desde el qué y el cómo es. El amor como actitud, el amor manifestado en la conciencia, el amor consciente, afectivamente activo, dirige la conciencia a reconocer al objeto como semejante, como reflejo de la conciencia. Si la conciencia es un yo puedo, el objeto de conocimiento desde el amor, es un tú puedes. Más adelante dice Frankl: Por ser esencialmente intuitivo, irraciona[5]l, y nunca del todo racionalizable: ambos, tanto la conciencia como el amor, sólo tienen que ver con el ser absolutamente individual. (Frankl, 1995) El amor es una intuición[6] afectiva-valorativa del objeto manifestado a la conciencia, reconociéndolo como semejante[7]. 

El amor como actitud, más que ninguna otra actitud, está sujeto al reconocimiento de los otros como semejantes, por lo tanto, como absolutamente individuales. Por ello, para el amor no hay objeto de conocimiento, sino, sujeto[8]. Esto no significa que el amor transforme el objeto, intencional a la conciencia, en alguien; sino que, intuitivamente, la conciencia percibe al sujeto desde que lo reconoce como semejante, como tú. El tú es, entonces, en cuanto es semejante a mi yo. El amor es un yo que se decide por un tú. (Frankl, 1995) Es un yo que quiere a un tú; es un yo que puede y se reconoce a él mismo en un tú; es un yo que siente y piensa un tú. El amor en la conciencia es un sujeto, un tú, que provoca simultáneamente la actitud amorosa, ahora sí, hacia los objetos, el mundo; y hacia los otros sujetos. Por ello, Jung dice que: No se debe mezclar nunca el sentimiento con el amor. Amor es relación. (Jung, 2006) Fromm lo dice así: El amor sólo es posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias. (Fromm, 1999) Yves Saint-Arnaud en Yo amo, lo dice de esta forma: El amor no existe, solamente hay personas que aman. (Saint-Arnaud, 1988) Y Ovidio en el Ars Amandi, aconseja así: Soldado novicio que te alistas en esta nueva milicia (amar), esfuérzate primero en encontrar el objeto digno de tu predilección. (Ovidio, 2000: 18) Bien, surgen dos preguntas fundamentales: ¿Cómo se manifiesta el tú semejante, el tú amoroso o el amado en la conciencia? O ¿Cómo es la actitud amorosa y su relación con el sujeto amoroso?

Utilizaré como fondo lo que dice el ensayista y poeta Octavio Paz en La doble llama: El amor no busca nada más allá de sí mismo, ningún bien, ningún premio; tampoco persigue una fidelidad que lo transcienda. Es indiferente a toda trascendencia[9]: principia y acaba en él mismo. Es una atracción por un alma y un cuerpo; no una idea: una persona. Esa persona es única y está dotada de libertad; para poseerla, el amante tiene que ganar su voluntad. Posesión y entrega son actos recíprocos. (Paz, 1993: 210)
El amor es un fenómeno complejo porque hace un uso especial de las facultades humanas. Por ser altamente una actitud afectiva no del todo racionalizable –quizás más que cualquier otra actitud­–, se está claro que posee un fuerte arraigo en la natural sexualidad de la persona. El impulso sexual, que tiende a la reproducción de la especie, en el ser humano posee independencia, no como en los animales. Ese impulso en el hombre es consciente, se le vive en la conciencia como amor, y como erotismo. El erotismo es exclusivamente humano: es sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de los hombres. (Paz, 1993:14)  ¿Cuál es la diferencia entre amor y erotismo? Octavio dice que el amor –desde la libertad– es elección; el erotismo, aceptación. Sin erotismo –sin forma visible que entra por los sentidos– no hay amor, pero, el amor traspasa al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en el alma, al cuerpo. A la persona entera. (Paz, 1993: 33) Más adelante dice que el amor es la  transformación del objeto erótico en un sujeto libre y único. (Paz, 1993: 34) Sintetizando, el erotismo y el amor son distintas manifestaciones de un mismo fenómeno, el reconocimiento de el otro (sujeto) como semejante, uno desde lo sensual y el otro desde lo volitivo-afectivo, pero ambos profundamente relacionados. Pero, tanto el erotismo como el amor son ante todo y sobretodo, sed de otredad (Cfr. Paz, 1993: 28). De una forma muy poética Octavio Paz dice: El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida. (Paz, 1993)

Ignace Lepp en Psicoanálisis del amor dice que: el amor erótico, entre el hombre y la mujer, tendiente a la satisfacción sexual. Este mejor que otro, imprime su sello a la existencia humana. (Lepp, 1960) Y Frankl dice que: El amor es un fenómeno tan primario como pueda serlo el sexo. No es epifenómeno. (Frankl, 1988) Y Saint-Arnaud dice también que: La ausencia de placer puede convertirse en una traba para la libertad, y arruinar la experiencia de amar. (Saint-Arnaud, 1988). La sexualidad, el erotismo y el amor, están relacionados unos con otros, constituyendo un mismo fenómeno: el amar.

El fenómeno del amor como un reconocimiento del otro como semejante, tiene un proceso particular. Ortega y Gasset en Facciones de amor dice que: En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí: es a la vez el máximo ensayo que la naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa. No ella hacia mí, sino yo gravito hacia ella. (Gasset, 1926) Intuitivamente, el fenómeno del amor se manifiesta como un salir de sí, un afirmarse a sí mismo en cuanto afirma al otro; la persona se deja afectar enteramente por el ser semejante; su valor queda determinado por el valor del ser semejante. Citando a Pfänder, Ortega dice que el amor es: un acto centrífugo del alma que va hacia el objeto en un flujo constante. Y lo envuelve en cálida corroboración, uniéndonos a él y afirmando ejecutivamente su ser. (Gasset, 1926) Sin este ir constante, el amor se debilita. Pero no sólo le corresponde al yo, sino a ambos, al yo y al . Esto es lo especial del amor. El amor es un constante fluir existencial entre un yo y un , a tal punto que se vuelve un nosotros. Ovidio tenía muy claro esto cuando dice: Odio la relación en el que el deleite no es recíproco. (Ovidio, 2000: 62) El amor y sus diferentes manifestaciones, es cosa de dos[10]. Metafóricamente dice algo semejante: Penetrad juntos el puerto. La plenitud del placer se logra cuando los amantes caen vencidos a un mismo tiempo. (Ovidio, 2000: 62) Y por otra parte dice: Cuando la inclinación se divide entre uno y otro amor, la influencia de uno debilita el poder del otro. (Ovidio, 2000: 107) El amor es de dos, un amor particular. San Juan de la Cruz en el Cantico Espiritual dice al respecto que: En las heridas de amor no puede haber medicina sino de parte del que hirióLa herida de uno es de ambos y un mismo sentimiento tienen los dos. (De la Cruz, 2002) Es por eso que el amor se agota cuando se rompe la profunda vinculación que lo constituye. ¿Cómo se llega a romper? Cuando nace el egoísmo en la relación, es la trampa mortal. (Paz, 1993: 211) Acerca de esto, Ovidio aconseja: Despójate del orgullo, ya que pretendas trabar con tu amada lazos perdurables. (Ovidio, 2000: 49) Este orgullo, sin embargo, es muy sutil; puede muy bien esconderse bajo el auspicio de un amor objetivado. La psiquiatra Jane Goldberg, en El Lado oscuro del amor, indica que: El peligro que corremos todos en relación al amor, es que llegamos a enamorarnos de él y no del amante. (Goldberg, 1997)

Como conclusión, el amor es un fenómeno afectivo, también volitivo y electivo hacia una persona (sujeto) que se muestra a la conciencia como semejante. Esta semejanza es alcanzada intuitivamente; y en cuanto atracción, no siempre es racionalizable. Su afectividad es por estar arraigada en la sexualidad, que se manifiesta en el ser humano como erotismo y como el propio amor, ambos, manifestaciones de un mismo fenómeno. El amor reconoce en el amado un ser semejante a él. Este reconocimiento se deriva de la afirmación del propio yo desde el amado. Por ello, el amor es particularmente una relación, no una simple afección. Apenas la relación mengua, el amor desaparece.

Fenomenológicamente, concluyo que el amor es el reconocimiento del yo, desde un que le es semejante: un nosotros. Pero el yo reconocido no es sólo un yo puedo, ni un yo elijo o un yo siento-pienso, sino más bien, un yo que dice: yo soy en cuanto te amo, en cuanto nos amamos. El amor hace que el hombre pueda captar[11] el fenómeno humano en toda su plenitud. Dice Fromm: En el acto de amor, entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al hombre. (Fromm, 1999) Ese hombre que descubre el amor, no es sólo una intuición intelectual, fácilmente racionalizable; el hombre que el amor descubre es también una intuición afectiva-valorativa. Dice el maestro Ovidio: A veces por falta de prudencia la pasión nos arrebata, y un descuido cualquiera deja ver nuestro carácter desnudo. (Ovidio, 2000: 76) Además, es una intuición del hombre electivo-volitivo, de sus juicios, sus valores. El amante elige, se decide por el amado. Pero esta elección es más profunda en tanto la relación yo-tú se manifiesta como una actitud hacia todas las demás personas y el mundo entero. Y también, el amor intuye nuestro ser racional-intelectual, cuando el impulso sexual se ve transformado en erotismo, produciendo grandes obras de amor, como lo son todas las grandes obras de la historia.


Bibliografía:

De la Cruz, S.J. (2002) Obras Completas. BAC: Madrid.

Frankl. V. (1988). El hombre en busca de sentido. Herder: Barcelona.

Gasset, O. (1995). Facciones del amor. (Diario El Sol, Madrid, Julio 1926. Incluido en el libro Estudios sobre el amor, Editorial Edaf, Madrid, 1995).  Ensayo obtenido gracias al Dr. Jorge Alvarado, profesor de la UCA de Nicaragua.

Goldberg, J. (1997). El lado oscuro del amor, el papel positivo de nuestros sentimientos negativos: ira, celos y odio. Obelisco: Barcelona.

Gustav, J. (2006). Sobre el amor. (Trabajo recopilatorio). Trotta: Madrid. 

Lepp, I. (1960) Psicoanálisis del amor. Carlos Lohlé: Buenos Aires.

Ovidio, N. (2000). El arte de amar, fastos, remedios del amor. Cultural: México.

Paz, O. (1993). La llama doble, amor y erotismo. Seix Barral: México.

Saint-Arnaud, Y. (1988) Yo amo, integración de los dinamismos del placer, el afecto y la elección. SAL TERRAE: Santander.

Zubiri, X. (1992) Problemas fundamentales de la metafísica occidental. Alianza Editorial: Madrid.





[1] Ver cita de Fromm, pág. 5.
[2] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Modo de hacer, modo de ser, modo de acción-pasión.
[3] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Y también crear: promover, nutrir, acrecer, liberar…
[4] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Y que se hace ser.
[5] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Trans-racional o meta-racional.
[6] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Y una acción.
[7] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Y reconociéndose como ser semejante. Y reconociéndose ambos como semejantes al amor que los constituye.
[8] Nota del Dr. Alvarado. UCA: A quien sujetarse.
[9] Nota del Dr. Alvarado. UCA: No: "es" trascendencia.
[10] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Y de millones, de dos en dos.
[11] Nota del Dr. Alvarado. UCA: Y crear.