sábado, 24 de octubre de 2009

¿POR QUÉ LA MUJER TIENDE A SER MÁS SENTIMENTAL, Y EL HOMBRE MÁS RACIONAL?


Ambos sexos vivimos atraídos los unos a los otros porque inconscientemente somos los hombres mujeres y las mujeres hombres.
Hombre y mujer, nacemos de una mujer. Nos apegamos más a nuestra madre, que es (culturalmente) sentimental. Cuando nos vamos separando de esa simbiosis, el padre toma más papel en la escena. Y es él el que se inclina por la niña, mientras que la mujer se inclina por el niño. No viceversa.

Entonces, el niño debería adoptar el comportamiento de la madre, y la niña el comportamiento del padre, por identificación, lo que seguramente ocurre. Sin embrago, cuando los niños empiezan a socializar, se van dando cuenta de sus roles sociales de acuerdo a su sexo. El niño sentimental- materno va queriendo parecerse e imitar a su padre; lo mismo pasa con la niña y su madre. Pero, en su inconsciente está su identificación primera. AMBOS SEXOS VIVIMOS ATRAÍDOS LOS UNOS A LOS OTROS PORQUE INCONSCIENTEMENTE SOMOS LOS HOMBRES MUJERES Y LAS MUJERES HOMBRES. El hombre ve en la mujer a su madre y la mujer a su padre. Aquellos con los que se identificaron primero. Los hombres racionales buscamos los sentimientos de la mujer, y las mujeres sentimentales buscan la racionalidad del hombre.

Hay una realidad que no podemos ignorar. Ambos nacemos de una mujer, y nuestro primer contacto es con una mujer. Esto quiere decir que la niña que se deja seducir por el padre “deserta” a su madre primero que el niño; el niño la “desertará después”. Pero esta diferencia de tiempo marca la vida de ambos. ESTE DESFASE HACE QUE SIGAN LOS HOMBRES SIENDO MÁS RACIONALES Y LAS NIÑAS MÁS SENTIMENTALES. Mientras más temprano es separada la niña de su madre por el padre, menos se habrá familiarizado con el lado sentimental del ser humano, al contrario del varón. Como una medida de agradar a su padre que demanda mucho afecto femenino, la niña se esforzará por ser más sentimental. ESTE PLUS ESFUERZO MARCA A LA MUJER COMO MÁS SENTIMENTAL QUE EL HOMBRE. El niño en cambio, adopta mucho más la manera de ser de su madre, y a la hora de socializarse, y tener que adoptar el rol y manera de pensar masculino, hace un esfuerzo en pro de la racionalidad masculina. Además al niño se le exigirá más, su rol masculino, tanto del padre como de la madre. A diferencia de la niña, que si es racional, es bienvenida por parte de la madre, aunque la demanda del padre siempre estará. Los casos de homosexualidad masculina quizás se deba (en parte) que son muy semejantes a la madre; por haber estado más cerca de ella durante los primeros días, no llegan a entender bien su rol de varón. Por lo menos, la homosexualidad masculina es más evidente, quizás un indicio de que en verdad predominan los primeros años en los cuales la mujer femenina imprime su manera de ser a los hijos.

Estoy seguro que los hombres, ahora demandan más mujeres racionales, porque son hombres más sentimentales que antes. Y las mujeres demandan más hombres sentimentales, porque hay muchas más mujeres racionales. EL HOMBRE Y LA MUJER BUSCAN LO QUE LES HACE FALTA, Y SE REALIZAN CON ELLO CUANDO LO ENCUENTRAN. Encontrar un compañero o compañera es encontrarse consigo mismos, con sus necesidades más profundas. Por ello, el hombre busca amor y ternura, característicos de una madre. Y la mujer, creatividad y seguridad, característicos de un padre. Sin embargo, ambas búsquedas son relativas. ¿Quién dice que el hombre no busca seguridad en el corazón de la mujer. Y la mujer no busca amor en la seguridad del varón? Al final se cumple el principio de la COMPLEMENTACIÓN.

Nota: La hipótesis es fundada en la idea de que es el ambiente y las circunstancias, en su mayoría, las que determinan a la persona humana. No se tiene en cuenta el porte biológico- sexual, que indiscutiblemente es poderoso en el ser humano. No solamente son las cantidades de testosterona hacen al hombre ser hombre y a la mujer ser mujer. Los cambios que provoca el cromosoma “Y” en el ser humano pueden ser más significativos que los que se calcula. Tampoco se tiene en cuenta las infinitas posibilidades ambientales en que el ser humano vive, por lo que el radio de probabilidades de aserción se reduce. Sin embargo, la hipótesis puede ser un estereotipo general, a pesar de sus múltiples posibilidades.
Elaborado por Rogelio Zambrana, Julio del 2008. Actualizado, Octubre del 2009.

lunes, 5 de octubre de 2009

EL DOLOR DE LA AMISTAD

POR ROGELIO ZAMBRANA
La tierra se está secando; luego del diluvio de la última vez, el polvo comienza a emerger, desea volar, liberarse de donde una vez el viento lo sacó, al desierto…
Quiero,
en estas palabras, hacerte una breve descripción del proceso tan venturoso que es la amistad. Considero esto una empresa imposible, pero es el espíritu el que insiste en profundizar en lo oscuro de las emociones, o en la luz exorbitante de los sentimientos -a veces es lo mismo-… en los demonios que deambulan a mi alrededor.

Querida amiga: todo es relación. Lo más simple no es la unidad, sino la relación; es más, la unidad se forma de la relación… Yo soy relación, tú eres relación, Dios es relación. La relación personal, de tú a tú, es lo más excitante que puede existir. Nada exige más al ser humano que una relación personal con su semejante. Pueden haber relaciones varias en el mundo humano, infinitas, pero no todas son personales. Y dentro de las que son personales hay una que sobresale por ser más que todas: la amistad. Las amistades verdaderas, -que si son dos son demasiadas, y tres insostenibles- son intercambios de fuerzas elementalmente propias que se mezclan y fusionan con las fuerzas del otro, que igualmente ofrece su ser en sus palabras, en su cuerpo, en su sentir más profundo, más imperioso, en su intimidad más secreta, allá donde la racionalidad se vuelve sentimiento, y donde el sentimiento alcanza el grado de inexpresable, inenarrable, cuando sólo una mirada lo puede articular.

¡La amistad siempre será un misterio porque es tan compleja! Sin embargo, parece lo más sencillo. Si escrutamos su origen, nos llevaría a la fuerza del instinto, que más que animal, es un impulso reflexivo automático que genera mil reacciones que poseen la misma carga, la misma dirección, todas dirigidas a inflamar el ego, a reafirmar la unidad personal ante la presencia de otro tan, pero tan semejante. Hay conciencia de injerencia mutua, como de una irrupción en la conciencia del otro. Es una experiencia de desarme voluntario, un desnudar el apetito, sin pudor ni vergüenza, hacia la máxima expresión del carácter original, génesis de la personalidad más natural y placentera. En el caldo de la amistad fluctúan la historia individual, tanto la consciente, pre- consciente e inconsciente; cada estado psíquico busca transparentar al otro para hacer más perceptible la integridad del nuevo ente familiar. Como una forma de altar, el yo personal se inmola por el tú que resuena en sus más elementales estructuras.

Con mucha razón muchos sabios y santos han dado preferencia a la amistad, sobre el amor netamente erótico. Sin embargo, es injusto “purificar” la amistad del carácter erótico, fuerza primaria que integra hasta la médula del los huesos a la persona humana. El erotismo es la potencia vivificadora de la existencia que deriva de nuestro ser enteramente sensual, sexual y sexuado. Contiene en sí el ímpetu que seduce a la vida sobre la trágica y operante realidad de muerte. Así que resulta inadmisible el querer castrar la amistad de su fuerza operativa. Resulta imposible una amistad no erotizada, ya que una amistad necesita ser creativa, vitalizante, excitante, siempre nueva, luchadora y hasta molesta, para perpetuarse a través de la muerte. ¡La amistad siempre será una guerra, donde la victoria consiste en seguir luchando!

Precisamente, la lucha que está implícita en la amistad, dinamiza la síntesis siempre nueva de los amantes hacia una perfección. Pues la amistad es perfectible ilimitadamente. De hecho, la misma muerte, más cuando es la ofrenda de la vida, eleva a la amistad a una categoría sagrada, destellando a terceros sentimientos místicos de complacencia existencial, cargados de un erotismo subliminal proyectable en su eticidad más íntimamente relacional. Son muchas las personas que cargan eróticamente sus vidas desde ejemplos maravillosos e impactantes de un amor manifestado en su máxima expresión, a favor de la vida del amado, en todos sus sentidos.

La amistad no es algo vago o pasajero, no es accidental ni contingente. Es todo lo contrario. La amistad es un arrebato existencial que hincha el ser hacia un horizonte absolutamente fijado, pero a la vez inalcanzable: el otro. El otro es esencialmente incomunicable, hasta el punto de ensordecer las pulsiones híbridas que se han puesto en común los amantes. Este silencio dentro de la amistad; este misterioso sentimiento de infecundidad dentro de los más altos albores de la vida, es común y repetitivo a lo largo de toda la experiencia de fusión existencial. La muerte está como sustrato de toda relación humana. Parece que la muerte es siempre la puerta de la vida. En la amistad se muere por dejar entrar al otro y formar una nueva identidad compartida. Se muere, luego, a la apetencia incontrolable que busca irrazonablemente el éxtasis infinito y egoísta en la posesión espiritual y carnal del otro. Y por último, se muere a la fe de una absoluta unidad mutua, que desvanece la individualidad personal, principio y fin de la amistad. La amistad verdadera impacta a la individualidad más originaria, la estremece y vapulea, pero nunca asimila la savia inmaculada que sólo la conciencia personal puede gozar: el "yo" del otro. Así que, en la amistad se comparte el gozo de la individualidad; individualidad que muchas veces desentierra el amante.

La amistad verdadera es inmortal, pero no está exenta del dolor característico de la presente mortalidad. El dolor de la amistad es el dolor más gravoso, porque entra en lo más profundo del alma, allá donde nadie puede escuchar el llanto, o ver las lágrimas. Sin duda alguna, el dolor de la amistad es el dolor de estar muriendo, porque una parte de uno se arranca, paralizando el corazón y la vida. Lo único que queda es la ausencia; mucho menos que su sombra, pero más que la nada: la amistad.